[1] Por Gonzalo Pastor
Releer Conversación en la Catedral es un manjar. El libro, publicado en 1969 por Seix Barral en su serie Biblioteca Breve, es un recuento graciosísimo, y a ratos muy triste, de eventos familiares y nacionales que van desde la caída del Presidente Bustamante y Rivero en octubre de 1948, al auge y caída del Presidente Odría (1948-56), al segundo gobierno de Manuel Prado (1956-1960), y comienzos de la presidencia de Fernando Belaúnde Terry (1960-1963). Zavalita y Ambrosio conversan a calzón quitado, mientras se toman sendas cervezas en el barcito “La Catedral,” ahí por la avenida Alfonso Ugarte, cerca de la perrera municipal donde se habían llevado a Batuque para fulminarlo por temores de rabia en Lima, además de hacerse algunos soles extras los trabajadores por perro bueno ó malo capturado.
El trasfondo económico y social de la novela es un periodo de importantes cambios en la vida nacional, con tensión entre los grupos de poder tradicionales, incluyendo el ejército. Bustamante y Rivero (1945-1948) tomó las riendas de la nación en un periodo de desaceleración económica al final de la Segunda Guerra Mundial y de rápido crecimiento urbano y sindical; este último con importante presencia comunista y aprista, según la novela. Empero esfuerzos, el gobierno de Bustamante y Rivero no logró controlar la inflación ni consiguió un equilibrio presupuestal y/o externo a pesar de extensos controles de cambio y permisos de importación repudiados por los grandes exportadores de algodón y la Sociedad Agraria, en general. De notar, sin embargo, es la benevolente política social de Bustamante y Rivero en establecer el salario dominical, facilitar un aumento del número de sindicatos industriales y manufactureros, además de aumentar la oferta de bienes públicos básicos (salud y educación) en beneficio de la productividad laboral.
El golpe militar del General Odría en octubre de 1948 dejó al Presidente Bustamante y Rivero fuera de juego, pero el equilibrio macro-financiero nacional se mantuvo frágil a pesar de importantes logros iniciales. El gobierno de Odría logró prontamente estabilidad de precios y una aceleración del crecimiento económico facilitado por un auge minero exportador y crecimiento del sector de harina de pescado, con sus importantes multiplicadores de empleo e ingreso. El gobierno ejecutó importantes políticas de estabilización (monetaria, fiscal, cambiaria) en línea con las recomendaciones de la misión Klein de los E.E.U.U. y recibió fuerte apoyo internacional. Estos fueron: (i) financiero—incluyendo la firma del primer acuerdo de contingencia (stand by arrangement) con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en febrero de 1954, complementado con apoyo financiero del Tesoro americano y del Chase Manhattan Bank; (ii) importante inversión directa extranjera en minería, gatillada por nuevo código minero e importantes beneficios tributarios al sector; y (iii) apoyo de las elites bancarias internacionales al concluir la moratoria de deuda externa impuesta durante el gobierno de Sánchez-Cerro (1931). Sin embargo, la volatilidad del sector externo fue siempre un riesgo a la baja, que se exacerbó significativamente al final de la guerra con Corea en 1953, cuando bajaron los ingresos de exportación de minerales, y en 1957-59, cuando los términos de intercambio se deterioraron significativamente.
Odría fue represivo con los sindicatos y otros movimientos democráticos, y encontró presión de grupos de poder cuando el sector exportador empezó a desacelerarse y hubo necesidad de estabilizar la economía. La novela narra las tramas, artimañas, y la subida y caída de Cayo Bermúdez, Director de Seguridad Nacional durante Odría, quien parecería ser mentor espiritual de la corrupción institucional vivida durante el gobierno del Presidente Fujimori. La bella prosa pincela con gran astucia y detalle la persecución de líderes sindicales apristas y el delicado monitoreo de movimientos universitarios–con Zavalita participando en núcleos políticos en la Universidad de San Marcos y tratando de decidir si era o no comunista al ser confrontado por Aída, su amor platónico de juventud. Pese a aplausos iniciales, la consonancia del General Odría con los grupos de poder se deterioró pasada la mitad de su mandato, tal vez producto de la mismas políticas económicas que en un momento inicial fueron beneficiosas para el país. De un lado, la unificación y flotación del mercado de cambios (noviembre 1949) y la concomitante depreciación (real) de la moneda nacional aumentó la competitividad el sector exportador, pero mermó rentas de importadores, muchos de ellos operando en la industria nacional, como era el caso de Don Fermín, padre de Zavalita. De otro lado, un control estricto de la expansión de crédito a fin de mejorar la posición externa del banco central, aumentó el costo del capital de trabajo muy probablemente creando malestar financiero a muchos deudores, además de limitar el negocio bancario. Los trabajadores quizás tampoco estuvieron contentos con las recurrentes medidas de estabilización implementadas por Odría (con 3 acuerdos de contingencia suscritos con el FMI entre 1954 y 1956) que limitaron el crecimiento del consumo privado, a costa de un crecimiento singular de la inversión y exportaciones, y generaron demandas insatisfechas de bienes públicos de parte de una clase media urbana creciente.
El debilitamiento del régimen de Odría y la pérdida de apoyo “de los grupos que cuentan” es plasmado en la conversación entre el oficial Paredes y Cayo Bermúdez en vísperas del levantamiento de la Coalición Nacional en Arequipa que culmina con la caída de Cayo:
“…Qué más quieren que haga? –dijo Paredes–¿No ha limpiado el país de apristas y comunistas? ¿No ha dado a los militares lo que no tuvieron nunca? ¿No ha llamado a los señores del Club Nacional a los Ministerios, a las Embajadas, no les ha dejado decir todo en Hacienda? ¿No les da gusto en todo a los gringos? Qué más quieren esos perros.
–No quieren que cambie la política, harán la misma cuando tomen el poder—dijo [Cayo]–.Quieren que se largue. Lo llamaron para que limpiara la casa de cucarachas. Ya lo hizo y ahora quieren que les devuelva la casa, que, después de todo, es suya ¿no?”
Manuel Prado, quien venció a Hernando de Lavalle (candidato designado por Odría) en las elecciones de 1956, encontró un sector minero exportador en débil crecimiento, inversión directa extranjera en declive, y persistentes desbalances fiscales que solo pudo corregir casi al final de su mandato. Pedro Beltrán, Primer Ministro y Ministro de Finanzas de Prado, logró sanear las cuentas fiscales a fines de 1959, apoyado por la comunidad internacional, incluyendo el FMI en su sexto stand-by consecutivo con Perú. No obstante, el éxito del programa económico–incluyendo un fuerte ingreso de capital extranjero y una bonanza económica, apuntalada, sin embargo, por un más débil crecimiento de la inversión que en los tiempos de Odría–plantó quizás la semilla de una eventual re-aceleración de la inflación, apreciación del tipo de cambio real, y nuevos desbalances fiscales que ocurrieron durante el gobierno de Belaunde. Conversación en La Catedral refiere el gobierno de Prado de manera fugaz, pero sugestiva de los vaivenes y acomodos políticos de entonces, cuando nota que en el entierro de Don Fermín, “…al entrar al cementerio habían llevado la cinta un momento un ministro pradista, un senador odriísta, un dirigente aprista y otro belaúndista.” También, casi al final de la novela, la referencia al gobierno de Belaúnde es cuando Popeye, cuñado de Zavalita, le cuenta que había dejado la profesión para convertirse en político como su padre y Don Fermín, y acompañar a Belaúnde en su campaña y giras por provincias. Además de estar bien en los negocios, como nota Chispas durante su almuerzo final con Zavalita en el Restaurante Suizo de la Herradura.
El trasfondo social de la novela es conmovedor. No solo la descripción del “bajo mundo” de bares, bulines y meretrices magnetiza al lector, sino también la narrativa del crecimiento de las zonas marginales pobres a Lima y a otras ciudades, con sus cambios en población producto de la migración de la sierra a la costa peruana. Es así, que Ambrosio, al regresar a Chincha luego de décadas, encuentra que “aunque todo se había achicado y achatado, reconoció todo: el olor del aire, el color de las bancas y de los tejados, las losetas en triángulo de la vereda de la Iglesia.” Sin embargo, “sí, algo había cambiado: las caras.” También, “… al fondo, donde comenzaban las chacras del camino a Grocio Prado, ahora había un mar de chozas.”
¿Y qué hay de la frase ícono: ¿“En qué momento se había jodido el Perú”? cincelada en la primera página del libro? En opinión de este economista, que no es crítico literario alguno, esta frase y sus diferentes versiones a lo largo del libro reflejan/sugieren heridas auto-afligidas por los hombres, a nivel micro, y por naciones enteras, como el Perú, a nivel macro, valga la palabra. Así, cuenta la novela que tanto Zavalita como Cayo Bermúdez fueron jóvenes rebeldes y contrarios al orden familiar establecido, cuando, por ejemplo, el súpersabio Zavalita se va de la casa, entra a San Marcos en vez de la Universidad Católica, consigue un trabajito aburrido y mal pagado en “La Crónica”, y se casa en privado con Ana, allá por Ica. Cayo, también rebelde, se escapa de su casa y se casa con Rosa, la hija de Túmula, la lechera, defraudando olímpicamente a su padre, el Buitre Bermúdez, quien lo deshereda para siempre. Una diferencia importante, sin embargo, es que Zavalita prefiere “morir en su ley,” sin joder a otros con su jodidez, y rechaza hasta el final cualquier comodidad burguesa miraflorina–como dirían sus camaradas de Cahuide–incluso el departamento en Ancón que le es ofrecido por Chispas luego de la muerte de Don Fermín. Cayo Bermúdez, por el contrario, es víctima de las tentaciones del dinero fácil, poder, corrupción, y es atrapado por un sistema de favoritismo y dedocracia imperante. Su frustración se plasma, cuando, no queriendo aceptar una coima en acciones al portador sino solo cash constante y sonante, le dice a Don Fermín “…Hace tiempo que no sé lo que es debido o indebido…Sólo lo que me conviene o no.” Otra instancia es cuando Ambrosio, su entonces chofer, le habla para que pusiera a Ludovico en vez de Hinostroza como guardaespaldas “…y don Cayo se había reído: ahora hasta tú tienes tus recomendados, negro.”
A nivel macro, la herida auto-afligida que jode al Perú es tal vez la falta de igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos que el estado nación no rectifica a pesar del pasar de los años. Zavalita es, por decir, un suertudo comparado con Cayo, pues nace en una familia, a la cual rechaza, pero le da quizás un confort subconsciente de tener donde almorzar los domingos, si quisiera, además de los medios para poder decidir en que universidad estudiar. Cayo, por el contrario, es menos suertudo que Zavalita, pues no termina el colegio y tiene que empezar ganarse los frejoles para él y para Rosa, cuando el Buitre lo bota de la casa. De vender tractores a los hacendados en Chincha, es la suerte de Cayo que su amigo Espina es ahora coronel y lo lleva donde el General Odría, quien lo hace su jefe de seguridad nacional. Cayo, como muchos peruanos, es pues producto del azar, y no de un sistema social que dé a sus miembros igualdad de oportunidad de realizarse–independientemente si uno nace en la costa, sierra ó selva, ó en el campo ó ciudad–y que minimice el rol del albur en el futuro de ellos (Vergara 2019). Solo cuando ese momento llegue, ó cuando avancemos significativamente hacia dicho objetivo, se habrá des-jodido el Perú, Zavalita.
Bibliografía
Mario Vargas Llosa, Conversación en La Catedral, editorial Seix Barral, Biblioteca Breve, España, 1ª edición: 1969, 676 páginas.
Gonzalo Pastor, “Peru: Monetary and Exchange Rate Policies, 1930-1980,” IMF Working Paper, WP/12/166, Washington D.C. , 68 páginas. Publicado en castellano en volumen V del Compendio de Historia Económica del Perú, BCRP y IEP, 2014 páginas 265-343.
Alberto Vergara, Discurso de Apertura del Año Académico 2019, Universidad del Pacífico, disponible en YOUTUBE.COM.
[1] El autor agradece los comentarios recibidos de sus amigos Cesar Martinelli, Roberto Chang, Bruno Seminario, Armando Morales y Julio Revilla durante la preparación de esta nota. Cualquier comentario extra es bienvenido a just.gonzalo.pastor@gmail.com