Gas Natural: Retos y Oportunidades

Conciliar el desarrollo económico con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero se plantea como uno de los retos más urgentes de nuestro tiempo.  Y es que como la experiencia histórica demuestra, el crecimiento económico acelerado y las mejoras en los estándares de vida están íntimamente ligado al uso de energía.  A pesar de las ganancias de eficiencia alcanzadas en las últimas décadas, la expansión del PBI global, especialmente en las economías emergentes que comienzan desde bases baja de consumo, sigue estando aparejada de importantes incrementos de la demanda energética.

Para compatibilizar los dos objetivos ya señalados hace falta una profunda transformación energética, la misma que pasa por apuntalar en el largo plazo el uso de las energías limpias.  Sin embargo, también resulta claro que esas aspiraciones no son alcanzables en el mediano plazo debido a restricciones tecnológicas y económicas de distinto tipo.  Si bien los costos de generación eólica y fotovoltaica han venido cayendo, llegando en algunos casos a niveles que las hacen competitivas con las energías tradicionales, por sus características (intermitencia e inconstancia en el suministro, y restricciones para el almacenamiento), resulta difícil que estas fuentes puedan convertirse en el principal nódulo de abastecimiento energético en el corto plazo.

En ese sentido, la transición hacia la construcción de una economía global carbono-neutral consonante con los compromisos del Acuerdo de París, tiene como uno de sus principales motores la creciente presencia del gas natural en la matriz energética mundial.  Esta situación representa una gran oportunidad para el Perú debido a sus importantes reservas, su potencial aún por explorar y descubrir, y la profunda transformación que a partir de la exploración de estos recursos se viene dando en nuestra matriz energética nacional.

1. El Entorno Internacional

El año pasado la demanda global de energía creció 2.9%, ritmo que duplica el promedio alcanzado en la década anterior.  La demanda energética se incrementó a pesar de la moderación del crecimiento económico global, debido en buena medida a la alta incidencia de fenómenos climatológicos extremos (mayor número de días de gran calor y frío en verano e invierno del hemisferio norte). Este incremento excepcional ha estado acompañado de un aumento preocupante (2%) en las emisiones de carbono, el mayor de los últimos siete años.  Para poner la situación en perspectiva, este último incremento es el equivalente a una expansión de casi 30% en la flota mundial de automóviles de combustión interna (BP Energy Outlook, 2019 edition).

En términos de fuentes de energía, el año pasado el gas natural tuvo un desempeño sumamente positivo, con la demanda creciendo 5.3%, su aumento más fuerte desde 1984, para llegar a los 195 mil millones de metros cúbicos (MMC). Casi la mitad de este incremento lo explica EEUU, que experimentó el mayor incremento histórico mundial de la producción para un solo año (ocurrió lo mismo con el petróleo). De otra parte, el 60% del aumento en el consumo de gas natural se registró en China (el mayor importador) y EEUU, como resultado no solo del crecimiento económico sino también la sustitución de carbón por gas en la generación eléctrica y el uso industrial (IEA 219).

De esta manera, el gas natural ha mantenido la tendencia alcista de los últimos años, aumentando su participación entre las fuentes de energía primaria hasta llegar al 24% del total mundial en el 2018. Ello contrasta con la declinante participación de las otras fuentes de origen fósil como el petróleo (34%) y el carbón (27%), y la mayor ponderación de las energías renovables (4%). Aunque partiendo de una base relativamente baja, estas últimas se mantienen como las fuentes de más rápido crecimiento (14% promedio anual).

La producción y el consumo mundial de gas natural se han incrementado en 28% en la última década. La mayor participación en la producción corresponde a las regiones de Europa y Eurasia (28%), seguido de Norteamérica (25%) y Medio Oriente (18%). Mientras que en el caso del consumo las mayores participaciones corresponden a la regiones de Europa y Eurasia (29%), Norteamérica (27%) y Asia Pacífico (22%). La participación de Centro y Sudamérica en la producción y el consumo de gas natural se mantienen en 5% y 4%, respectivamente.

En su último informe “Short Term Energy Outloolk” de mayo, la Administración de la Información de la Energía de Estados Unidos (EIA) proyecta que el fuerte crecimiento en la producción de gas natural en EEUU ejerza una presión a la baja sobre los precios en los próximos años.  En ese sentido, se espera que las cotizaciones del Henry Hub (HH), el principal marcador de mercado, se contraigan respecto de los niveles alcanzados en el 2018.  Con esos precios, el gas natural se convierte en una alternativa aún más económica frente a otros combustibles fósiles.

De otra parte, la inversión en el upstream viene mostrando una buena recuperación después de los mínimos alcanzados luego del desplome de los precios en el 2014, proyectándose modesto incremento este año en respuesta a la creciente demanda. Se estima una inversión global en el upstream de US$ 500 mil millones, 6% superior a la de año anterior, con cerca del 10% de esos recursos gravitando hacia la región.  El Perú podría captar parte de esos flujos si consigue cambiar su marco normativo (proyecto actualmente en discusión en el Congreso) para fortalecer la competitividad del sector.

2.La industria del Gas Natural en el país

La puesta en operación comercial del proyecto Camisea en el 2004 marcó un hito en la transformación de la matriz energética peruana. Desde entonces se aprecia un importante crecimiento en el consumo de gas natural que superó los 1,200 MMPCD en el 2018, convirtiéndose de esta manera en la principal fuente primaria de energía en el país, especialmente como resultado de la mayor demanda proveniente del sector eléctrico.  Este cambio en del patrón de consumo ha estado aparejado de un crecimiento en el aporte de las energías renovables no convencionales y una menor ponderación del petróleo crudo y otros productos no comerciales como la leña.

De otra parte, resulta pertinente destacar que la producción de hidrocarburos en el Perú ha venido atravesando una severa crisis, condicionada en buena medida por el marco normativo vigente que ha restringido la atracción de las inversiones necesarias para potenciar la industria.  Así, la producción de petróleo se ha reducido prácticamente en un tercio desde sus niveles máximos alcanzados en 2009 y las reservas totales de hidrocarburos se han contraído en 70%.

Algo parecido ha ocurrido con las reservas totales de gas natural que vienen registrando una importante reducción, con las reservas probadas de gas natural llegando a los 13 TCFs en el 2017 (último dato disponible).  Esta caída se explica en buena medida por el desplome de la inversión en exploración, que apenas llegó a los US$41 millones en el 2018. Los contratos de Exploración y Explotación vigentes (41) muestran una tendencia decreciente, siendo que 15 de ellos se encuentran en fuerza mayor, sobre todo como consecuencia de la creciente conflictividad social y los retrasos y dificultades en la obtención de permisos y autorizaciones.

3. Masificación del gas natural

Desde el 2004, el Perú ha venido promoviendo un ambicioso programa de masificación en el uso del gas natural, habiendo ya concesionado la distribución a través de redes en Lima, Ica, el norte (Lambayeque, Cajamarca, la Libertad y Ancash), y el Sur Oeste (Arequipa, Moquegua y Tacna).  En los próximos meses se otorgará la buena pro para la concesión de las redes de distribución en siete regiones más (Junín, Huancavelica, Ayacucho, Apurímac, Cusco, Puno y Ucayali); y se suscribirán contratos en Tumbes y Piura.  Así, en el mediano plazo se estima que podríamos tener 19 regiones atendidas por redes.

En la actualidad ya se cuenta con más de 921 mil conexiones domiciliarias realizadas o el 12% del total de hogares a nivel nacional.  La concesión que ha alcanzado el mayor ratios de penetración es la más antigua (Lima con 70%).  Lamentablemente el proceso de masificación en curso enfrenta grandes desafíos estructurales que han impedido avances más rápidos como los registrados en otros países de la región, donde el impulso a la masificación ha tenido otras características.

Así, el sistema peruano de subsidios cruzados en las zonas concesionadas, mediante el cual las mayores tarifas de los clientes industriales (consumidores de grandes volúmenes) sufraga en parte las tarifas de los clientes residenciales viene haciendo agua entre otras razones por la falta de exclusividad de los distribuidores que deben competir con los comercializadores de gas natural comprimido (GNC) que han logrado captar a los clientes industriales más importantes de las zonas concesionadas.

De otra parte, en el esquema vigente los costos de conexión de los hogares de menores ingresos son sufragados en su integridad con Bonogas, un programa financiado por el FISE. Sin embargo, este programa sólo aplica en las concesiones de Lima e Ica, y sus beneficios no han sido extendidos a las otras regiones.

4. Desafíos y propuestas

Para apuntalar el desarrollo de la actividad gasífera, promover la masificación, y revertir la crisis del sector hidrocarburo es necesario tomar medidas urgentes.  En primer lugar, resulta fundamental que el Congreso apruebe la nueva ley orgánica de hidrocarburos (LOH), iniciativa propuesta por el Ejecutivo y perfeccionada por el grupo de trabajo creado en la Comisión de Energía y Minas del Legislativo.

Esta norma debiera establece condiciones que fortalezcan la competitividad de la industria, transformándonos en un destino más atractivo para las inversiones de riesgo que necesitamos a fin de ampliar nuestras reservas y reactivar la producción.  Esto pasa por la ampliación en los plazos de los contratos y sus renovaciones, así como la posibilidad de renegociar regalías, sobre todo para campos declinantes, horizontes profundos y producciones incrementales.  En la misma línea, la norma debe establecer la creación de una ventanilla única que facilite la obtención de permisos y autorizaciones, algo que en la actualidad viene trabando la exploración y explotación.

Más allá de los cambios normativos y la facilitación administrativa, resulta fundamental que se pueda mitigar la conflictividad. Según el último informe del Instituto Frazer, este uno de los principales factores disuasivos de la inversión en el país.  Expresión de ello son los múltiples paros, tomas de operaciones y sabotajes que se han venido dando en los últimos meses en distintos puntos de la selva norte.

La evidencia muestra que uno de los principales detonantes de dicho espiral es la frustración de las poblaciones locales respecto de la falta de acceso a bienes y servicios públicos básicos (salud, agua, saneamiento, educación) en un contexto de mayores transferencias producto del canon y regalías. Por ello resulta crítico que el Estado mejore sus capacidades de gestión a fin de lograr mayores avances en el cierre de las brechas sociales en las zonas productoras.  En lo que respecta a las empresas, es indispensable que estas sigan perfeccionando su desempeño socio-ambiental, a fin de promover la buena vecindad con los distintos grupos de interés en las zonas de influencia directa.

Quizá el tema más importante a futuro pasa por encontrar la mejor manera de llevar el gas de Camisea para alimentar el nodo energético del sur del país.  En atención al crecimiento proyectado de nuestra economía y sobre todo de los importantes proyectos mineros actualmente en cartera, es posible que si no resolvamos ese problema en el mediano plazo, las dos generadoras de la zona tengan que despachar electricidad usando diesel caro y contaminante.

En lo que respecta a la masificación del consumo de gas, se requiere claridad y toma de decisiones oportunas por parte del Estado que permitan a las concesionarias de distribución potenciar sus inversiones y acelerar la conexión de más hogares.  Para ello hace falta facilitar la obtención de los permisos y autorizaciones requeridas para el tendido de las redes, y adoptar distintos mecanismos de intervención pública que permitan avanzar de manera más expeditiva con de los objetivos de masificación propuestos.

 

 

 

 

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