Cómo cambian las cosas. Hasta hace poco manejar al trabajo era una señal de éxito económico. El lujo de tener un auto ahorraba tiempo en el traslado. Hoy en día, el caminar a la pega representa la real fortuna. De ahí, por ejemplo, el alto sobreprecio por viviendas que permiten darse ese gusto. Es que, desde el ángulo que se mire, el tráfico diario representa un gran y distorsionador impuesto. Pero, ¿cuán gravoso es el tributo?
En un día habitual, ¿cuánto tiempo tardan los chilenos desde la vivienda al trabajo? De acuerdo con la Casen 2017, dedican en promedio 35 minutos diarios al trayecto. Entre los residentes de la Región Metropolitana, el número llega a 44 minutos. ¿Por comuna? Entre quienes viven en La Florida y Pudahuel, el tiempo es de 47 minutos; en La Pintana, 53, y en San Bernardo, 55. En el otro extremo, en Providencia, Las Condes y Vitacura el traslado toma menos de 30 minutos en promedio. (Para los curiosos: el coeficiente de Gini calculado sobre el tiempo de dicho traslado llega a 0.44 en la R.M.)
Monetizar el valor de ese tiempo no es tarea fácil, pero podemos utilizar el ingreso del trabajo para aproximarlo. ¿La lógica? Que cada minuto en la micro, metro o auto tiene un precio similar al que la persona cobra cuando vende 60 segundos en su oficio. Entonces, considerando que el chileno promedio percibe cerca de $540 mil mensuales (Casen 2017), y dadas las horas de empleo, llegamos a que el valor promedio nacional del minuto es cercano a los $59. Por cierto, existe gran dispersión tras la cifra, factor a tomar en cuenta si se quiere analizar la regresividad del impuesto al taco. (Para los curiosos: la correlación entre el sueldo y los minutos promedio de viaje es negativa. Quienes ganan más viajan menos)
Equipados con estos números, podemos aventurar un costo del desperdicio nacional generado por los altos tiempos de viaje entre la casa y la pega. Los montos son considerables: una reducción de 10% en el tiempo de traslado diario para todos los trabajadores de Chile tendría un valor económico cercano a los US$ 1.200 millones al año. ¿Y si solo fuese en la R.M.? US$ 720 millones. ¿Y en las 10 comunas con mayores tiempos (todas de clase media o baja)? US$ 240 millones. Y esto sin considerar la creación de empleo y las inmensas ganancias en calidad de vida que podría generar un menor tiempo de traslado.
Las cifras dejan en evidencia el alto impuesto, en particular sobre el trabajo, que está significando el tráfico en el país. Es deber de la política pública ayudar a reducirlo. ¿Apostar por un mejor transporte público? Ver para creer. ¿Mejor planeación urbana? Sí, pero toma tiempo. ¿Teletrabajo y flexibilidad horaria? Ahí existen oportunidades ciertas. Sin embargo, ¿podrán aprovecharlas quienes más tiempo «gastan» en los tacos? Ojala así sea. Darles a ellos tales posibilidades no solo aumentaría su bienestar, sino que reduciría parte de la desigualdad provocada por el oneroso tributo.