Del Studio System al Acoso Sexual en Hollywood
Hasta los años 40, como parte del llamado “Studio System”, los estudios de Hollywood solían tener contratos de largo plazo con los actores. A cambio de un salario fijo, el actor se comprometía a actuar en un determinado número de películas durante la duración del contrato, y no podía actuar para ningún otro estudio. Johnny Weissmuller, que interpretaba a Tarzán, tenía un contrato de diez años con MGM. Bette Davis tenía un contrato de cinco años con Warner Brothers.
Un contrato de largo plazo es la solución de manual a lo que se conoce como un problema de “hold up”. Hay muchísimos actores desconocidos de talento más o menos comparable buscando trabajo, y dispuestos a actuar en una película por la misma plata que ganan como mozos, que es muy poco. Una vez que protagonizaron una película, ya no son desconocidos. Si en su primera oportunidad gustaron, crearon una marca valiosa: de ahí en adelante su presencia atrae público. Si no están bajo contrato, pueden exigir mucha más plata para hacer la próxima película (he ahí el hold up). El contrato de largo plazo es una manera para el estudio de capturar el valor de la marca que crean al darle una oportunidad a un actor desconocido.
Como es de esperar, estos contratos traían conflictos. Un actor que se ha hecho conocido y sigue cobrando el salario de un mozo no está contento al respecto, y quiere rescindir el contrato para poder cobrar el valor de mercado de su marca. En 1937 Bette Davis le hizo juicio a Warner para liberarse de su contrato (y perdió).
En los años 50, la práctica de tener contratos de largo plazo con los actores cayó en desuso. Según Chisholm (1993), esto se debió a una decisión de la Corte Suprema en 1948 que obligó a los estudios a separar la producción de la distribución de películas e hizo que aumentara el número de estudios, aunque el argumento no me convence del todo.
Al no haber contratos de largo plazo, la oportunidad para un actor desconocido de protagonizar una película se vuelve aun más valiosa. Les da la oportunidad (riesgosa, porque no todos logran hacerse famosos, pero oportunidad al fin) de crear un marca que luego pueden explotar para su propio provecho y no el del estudio. La teoría nos dice que en una situación así el salario de un actor desconocido debería ser negativo: el actor está dispuesto a pagar por una lotería que quizás lo vuelve famoso. En la práctica, hay restricciones financieras (los actores desconocidos no suelen tener riqueza como para pagar por trabajar), legales y gremiales que impiden un salario negativo, pero aun así los salarios suelen ser extremadamente bajos. Según imdb, Julia Roberts cobró $50,000 por protagonizar Mystic Pizza en 1988 y Jennifer Lawrence cobró $3,000 por semana para protagonizar Winter’s Bone en 2010. Ahora que se hicieron un nombre ganan más de 10 millones por película.
En octubre del año pasado se conoció una larga serie de acusaciones contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein. Convencía a actrices de encontrarse con él en privado y las presionaba para tener relaciones sexuales con él, dándoles a entender que era la única manera de obtener un papel en su próxima película (y a veces también amenazando con arruinarles la carrera si se negaban, amenaza que aparentemente llevó a cabo en más de una ocasión). ¿Cómo es que Weinstein tenía el poder para cometer semejante extorsión, y muchas veces obtener lo que buscaba? Una hipótesis: era una manera, indirecta y grotesca, de extraer el valor que en otra época los estudios extraían atando a los actores con contratos de largo plazo.
En los últimos meses se conocieron muchos otros casos de acoso sexual. Muchos de ellos se dieron en ámbitos como los medios de comunicación o la política. Éstos tienen algo en común con Hollywood: hay muchos aspirantes desconocidos, hacerse conocido es extremadamente valioso, y alguien tiene el poder de decidir quién va a tener la oportunidad de darse a conocer.