Esta columna fue escrita junto a Felipe González y Pablo Eguiguren, Instituto de Economía PUC.
Mucho se ha discutido respecto a cómo se distribuyó la votación de la primera vuelta en la segunda vuelta. Por un lado encontramos hipótesis que muy raramente se basan en análisis estadístico de datos. Por otro lado, han surgido encuestas que han intentado estimar este cambio en la votación con datos. Creemos importante contribuir al debate difundiendo patrones estadísticos basados en comportamiento electoral efectivo a nivel de mesa y que sufren menos de algunos sesgos relacionados a encuestas de elecciones.
Para entender cómo se distribuyeron los votos de la primera vuelta presidencial en la segunda vuelta utilizamos una descomposición de varianza de los votos obtenidos por ambos candidatos a nivel de mesa en todo Chile. Esta metodología relaciona este apoyo en el balotaje con los votos obtenidos por todos los candidatos de primera vuelta y el número de electores que no participaron. Es una metodología transparente y ampliamente utilizada en las ciencias sociales. Más que justificar la metodología, que ciertamente no es perfecta y solo plantea relaciones en promedio, creemos importante que la discusión se complemente con patrones estadísticos que revelan el comportamiento efectivo de los votantes y menos en intuiciones u opiniones retrospectivas que pueden estar sujetas a sesgos. Al haber cambiado la participación electoral en la segunda vuelta es además importante realizar este ejercicio con el número de votos y no con el porcentaje de votos válidamente emitidos.
Los resultados del ejercicio estadístico usando datos de las más de 42 mil mesas revelan tres patrones claros. Primero, y contrario a hipótesis planteadas en las últimas semanas, en promedio seis de cada diez votos de la primera vuelta emitidos a favor del Frente Amplio terminaron favoreciendo a Guillier en la segunda vuelta, y menos de un voto de este grupo fue para Sebastián Piñera. Segundo, observamos que más de un 80% de los votos de Carolina Goic fue hacia Guillier y cerca del 20% a Piñera. Tercero, por cada diez votos emitidos por José Antonio Kast y Piñera en la primera vuelta, hubo doce votos que favorecieron al candidato de la derecha en la segunda vuelta. Este último patrón, complementado a una mayor participación de aquellos que no votaron en la primera vuelta, implica una significativa mayor movilización del electorado de la oposición.
Estos patrones nos permitirían explicar cuantitativamente los resultados observados en la segunda vuelta. Por ejemplo, podríamos concluir que los cerca de 600 mil votos de diferencia entre los candidatos se pueden explicar en aproximadamente un cincuenta por ciento por una mayor movilización de votantes de derecha y un cincuenta por ciento por un traspaso imperfecto de votos desde el Frente Amplio al candidato de la coalición incumbente. Esta es, sin embargo, una explicación que no excluye a otras. Esperamos que futuros análisis nos permitan llegar a una conclusión más precisa, pero creemos que es importante testear las hipótesis e ideas usando datos de comportamientos efectivos, especialmente en un contexto en que el voto voluntario plantea desafíos grandes de interpretación de los resultados.