Candidatos: La prueba de mercado

Si algo caracteriza el modelo de desarrollo chileno, es la masificación del acceso al crédito: 63% de los adultos tiene cuentas en instituciones financieras; 54%, tarjetas de débito; 28%, de crédito, y la razón de deuda sobre ingresos disponibles de los hogares alcanza el 66%. Bulle el endeudamiento. ¿Cómo entender entonces las quejas de los candidatos presidenciales frente a sus dificultades por conseguir créditos para financiar campañas? ¿Estarán siendo discriminados?

Para responder las preguntas, entendamos primero el aprieto económico de los aspirantes a La Moneda. Bajo el nuevo modelo de financiamiento de campañas con escasas fuentes privadas, el aporte público es esencial. El Estado compromete el pago de 0,04 UF (cerca de $1.000) por voto obtenido. Aunque parezca poco, no lo es: con un padrón electoral de 14 millones y una abstención de 49% (presidenciales 2013), un 15% de los votos aseguraría recursos públicos por $1.000 millones. ¡Problema resuelto!, dirá usted. No tan rápido. El monto es una promesa incierta que se revela solo luego de la elección. Ahí el descalce de las cuentas. La campaña hay que pagarla hoy.

El mercado financiero fue diseñado para asistir en estos casos. La solución es endeudarse en contra del aporte futuro. Eso obliga al candidato a sopesar los riesgos: si pide mucho y fracasa, deberá cubrir las obligaciones de su bolsillo. Si pide poco, también fracasa, pues será más difícil atraer votos. Pero la naturaleza domina. El político prefiere más a menos votos, así que apuesta por la máxima deuda posible.

Pero claro, como ocurre en todo crédito privado, el monto otorgado no depende solo del entusiasmo del solicitante. Es clave la evaluación de un tercero, uno motivado por la codicia y el lucro. Y precisamente allí, la belleza del sistema. Para tomar parte del riesgo, quien otorga el crédito debe estar convencido de que es un buen negocio. No importa si gusta o no el candidato. No se discrimina por preferencias, como diría Gary Becker (hacerlo significaría perder plata, algo que los bancos detestan). Negocios son negocios: si los números dan, se entrega el crédito; si existen dudas, se niega. Así de simple.

Y hay más. La inesperada situación ha permitido que las fuerzas de mercado nos entreguen datos duros de los guarismos en esta elección. Si el candidato tiene problemas de acceso a crédito, no es por ser discriminado, sino porque sencillamente no convence. Todo además amplificado por la imposibilidad de un trato preferencial por parte del Estado. Y eso, increíblemente, no lo ven quejosos aspirantes: a mayor lamento por la plata, mayor es la señal de que no prenden.

A la postre, tal ingenuidad será la mayor de sus deudas. Y pensar que el modelo fue aprobado por un Congreso con mayoría de izquierda. Es que la mano invisible siempre aparece. Milton Friedman estaría dichoso.

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