¿Cómo afectan al bienestar de los peruanos los altos índices de inseguridad, los escándalos de corrupción, el tráfico vehicular, la situación laboral o el estado de salud? Lamentablemente, la respuesta más honesta es que objetiva y cuantitativamente no lo sabemos.
Hace unas semanas se presentó el informe Understanding Happiness en la Universidad de Warwick, Reino Unido. Por la temática del estudio, uno podría pensar que la presentación era organizada por los departamentos de Humanidades o de Filosofía. Sin embargo, resulta que el tema de cómo medir la felicidad de las personas, sus determinantes y sus consecuencias es un punto central en el debate actual de las políticas públicas de países como Reino Unido o Francia. Dos de los aspectos más resaltantes del informe son la importancia que se debe atribuir a las enfermedades de salud mental, pues su impacto en el bienestar de las personas es incluso mayor que el generado por enfermedades físicas, y lo relevante que estas mediciones están adquiriendo en ámbitos laborales, considerando la relación positiva entre bienestar y productividad.
Si bien se podría pensar que este es un debate para países ricos, en el año 2011 la Asamblea General de las Naciones Unidas recomendó a sus Estados miembro desarrollar e implementar medidas de la felicidad y del bienestar de la población que ayuden a guiar la política pública.
¿Qué significa medir la felicidad o el bienestar de las personas? Pues no significa otra cosa que preguntarles directamente, mediante encuestas o censos, si son felices o no; si están satisfechos con sus vidas; si sienten que sus vidas tienen sentido. No obstante la cantidad y el tipo de preguntas pueden variar, la idea principal es preguntar directamente cuál es su sensación de bienestar.
¿Por qué es importante hacer esta medición? ¿No basta con los indicadores que tradicionalmente se han utilizado? No, no basta. Aunque muchos podrían mostrarse escépticos por el nivel de subjetividad de estos indicadores, la evidencia internacional ha validado cómo estos pueden explicar o son consecuencia de variables como el estado de salud de las personas (en especial la salud mental), la situación laboral, la religión, el estado civil, la seguridad ciudadana, el vivir en una democracia participativa, entre otros muchos. El informe Beyond Money Toward and Economy of Well-Being presenta una extensa revisión de esta evidencia.
Por otro lado, las estadísticas de países como Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia y España, entre otros, han evidenciado que si bien durante la segunda mitad del siglo XX su PBI creció sostenidamente, el nivel de bienestar —medido por indicadores como el nivel de felicidad o de satisfacción con la vida— creció mucho menos o incluso se mantuvo constante. Este fenómeno, conocido como Paradoja de Easterlin, muestra que, aunque los países con mayores ingresos tienen en promedio un mayor nivel de bienestar, alcanzado cierto nivel de ingresos —aquel que permite satisfacer necesidades básicas—, un aumento en éste no necesariamente genera un incremento en la sensación de bienestar.
En el Perú no existe institución pública que realice una medición uniforme y constante del nivel de sensación de bienestar de los peruanos. Desde Videnza Consultores creemos que la entidad llamada a realizar esta medición es el Instituto Nacional de Estadísticañ e Informática (INEI) a través de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), que desde hace ya más de una década brinda valiosa información sobre el nivel de vida de los peruanos. Sin embargo, en su extenso cuestionario no considera pregunta alguna sobre la sensación de bienestar. Consideramos que incluir este tipo de interrogantes en el cuestionario tendría un costo mínimo, más aún cuando se puede tomar como ejemplo los cuestionarios utilizados por más de veinte años en los diversos países señalados.
Es indudable que indicadores sobre los ingresos y gastos de los peruanos son importantes en un país donde aproximadamente un quinto de la población permanece en situación de pobreza. Sin embargo, problemas como la alta incidencia de enfermedades de salud mental, la inseguridad ciudadana, el caos vehicular, entre otros, hacen necesario tener indicadores de la sensación de bienestar que permitan medir el resultado de las políticas públicas y mejorar su diseño en función de su objetivo final: mejorar la calidad de vida de la población.