Leer los planes de gobierno este verano es como entrar a la biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges. Este espacio tiene la particularidad de albergar una cantidad (in)finita de libros escritos sobre la base de combinaciones de letras. Uno de los objetivos por los cuales las personas asistían a la biblioteca era para encontrar las respuestas a los misterios del mundo y la historia de sus propias vidas. Sin embargo, Babel significa un lugar de confusión y desorden.
La semana pasada leí las secciones referidas a las políticas sociales (educación, salud, pobreza, seguridad ciudadana y corrupción) de los planes de gobierno de seis candidatos (el séptimo no lo leí porque era una copia de otro documento que ya había visto con anterioridad). Parecía que había entrado a la biblioteca de Babel: una enorme combinación de políticas y programas con el objetivo de hacer más felices a las personas. Pero estas combinaciones planteadas distan de ser respuestas específicas y aterrizadas a los problemas de los peruanos.
En primer lugar, en comparación a los planes de gobierno de las dos elecciones presidenciales anteriores, se nota un mayor profesionalismo en su elaboración. Los candidatos se han dado cuenta de que los electores han empezado a tomar en cuenta propuestas más elaboradas.
En segundo lugar, los planes de gobierno tienen en común casi un 70% de su contenido: mejoramiento en la calidad y expansión de los servicios sociales y mejores condiciones para los recursos humanos de dichos sectores. Todos buscan la mejora de los aprendizajes educativos (desde la educación preescolar hasta la superior), la expansión de los servicios de salud (seguros universales), la reducción de la pobreza, el incremento de la productividad, la reducción de la inseguridad y de la corrupción. Cada candidato propone acciones desde su ideología, pero no hay mayores diferencias.
En tercer lugar, hay ideas rescatables, sobre todo aquellas asociadas a los principales problemas percibidos por la sociedad: la reforma del Poder Judicial, la contraloría, la policía y el Ministerio del Interior; la mejora de la calidad educativa; la reducción de la informalidad; el incremento de los servicios de salud.
Sin embargo, en cuarto lugar, los grandes ausentes son el establecimiento de metas y resultados (a excepción de uno de ellos que sí lo hace), los mecanismos de cómo se conseguirán dichos resultados, el costo (económico y social) de las propuestas, el tiempo que tomaría implementarlas, los riesgos que enfrentarían –y cómo los superarían–, y la base institucional que necesitan.
Los planes de gobierno parecen esos libros de la biblioteca de Babel de Borges, los cuales pretenden abarcar todas las combinaciones de política posibles, pero sin tener en cuenta su grado de viabilidad o qué resultados son los que se quieren alcanzar.
En ese sentido, se puede leer, por ejemplo, que se desea incrementar el acceso a la educación preescolar, pero no se toma en cuenta que este alcanza el 75% en todo el Perú, y que existe mucha heterogeneidad entre regiones y en su calidad.
Otro ejemplo es el costo de la reforma de los recursos humanos en los sectores de educación, salud y judicial (queremos que los mejores abogados trabajen en estas instituciones, así como deseamos que los mejores maestros enseñen a nuestros hijos y los mejores médicos nos atiendan).
¿Cómo lograr esto? No se consigue solo con mejores salarios (con las restricciones presupuestales actuales), sino también con otras políticas que incentiven a los mejores, apoyen a los que desean mejorar y castiguen a los peores. ¿En cuánto tiempo se espera alcanzar esto? ¿Y su financiamiento? Son preguntas que el elector se hace y a las que le gustaría tener respuestas, además de conocer si habrá un mecanismo efectivo de rendición de cuentas.
Creo que estamos en una transición. Los planes de gobierno cada vez son más profesionales. Pero no se trata de tener una biblioteca de Babel y escribir todo lo que se pueda, el objetivo no es abarcar superficialmente todo. Una propuesta más sincera, honesta, creíble y transparente contendría unas cinco ideas muy bien planteadas.
Los planes de gobierno y las políticas socialesTampoco se trata de armar un documento científico (sin copiar ni pegar), ni de trasladar la demagogia y el populismo a los planes de gobierno. Lo que se debería hacer es evaluar anualmente (y por los próximos cinco años) el plan de gobierno del candidato que resulte ganador. Así tendremos una buena medida de cuán creíbles son estos tal como están escritos.
Nota publicada originalmente el sábado 13 de febrero de 2016 en El Comercio.