Una versión de esta entrada fue publicada previamente en Portafolio.
El debate iniciado por el profesor Jim Robinson sobre la oportunidad de hacer o no una reforma agraria en Colombia ha generado un nuevo debate, principalmente entre los economistas Luis Fernando Medina y Felipe Barrera, respecto a los retornos sociales de la educación. Si bien no me arriesgaría en ponerme en el primer debate por mis conocimientos limitados del sector agrícola, en esta columna voy a intentar explicar porque estoy de acuerdo con ambos, a pesar de que cada uno parece defender unas tesis antagónicas: Luis Fernando Medina en El Espectador explica que la educación es un juego de suma cero (como el sector agrícola para Jim Robinson), mientras que Felipe Barrera en Portafolio defiende que la inversión en educación tiene retornos sociales importantes.
Empiezo con la tesis de Felipe Barrera. Comparto plenamente su visión de que el dinero que se destina a la educación es la mejor inversión que se puede hacer en un país. Efectivamente la economía de un país funciona mucho mejor a medida que aumenta la proporción de gente educada por los incrementos de productividad que genera la educación, tal como lo señalé también en una entrada publicada en la Silla Vacia que analiza el programa de becas “Ser pilo paga”. Eso se debe en particular al grado de complementariedad al nivel de los procesos de producción en los cuales intervienen trabajadores con diferentes niveles de calificación. Para ilustrar lo anterior, supongan que un equipo está compuesto de varios trabajadores, todos muy calificados menos uno. Es bastante probable que este último trabajador menos capacitado genere cuellos de botella en el proceso de producción de este equipo, a pesar del alto rendimiento de todos los demás. Lo que es cierto a la escala de un pequeño equipo se aplica también a la escala de un país y por lo tanto, la economía genera mejores resultados cuando hay trabajadores más calificados.
Otro punto que subraya Felipe es el de la cohesión social. En efecto, los países que tienen mayores niveles de educación suelen tener menos problemas sociales. En pocas palabras, en los países con sistemas educativos de calidad e incluyentes, se puede observar un “saber vivir juntos” que adolecen los países con menor acceso a la educación. La educación de calidad e incluyente no solamente hace que algunos aspectos de la vida sean más agradables en estos países, sino que además la educación sensibiliza a la gente sobre las ganancias que crea la cooperación entre los individuos, lo que a su turno afecta positivamente el funcionamiento de la economía. Este resultado ha sido comprobado en Colombia por Juan Camilo Cardenas y sus co-autores en los experimentos que diseñan para estudiar los comportamientos de cooperación: casi siempre el nivel educativo de los participantes se relacionan positivamente con sus decisiones de cooperación (ver un par de estudios acá y acá).
Uno de los aspectos incluidos en la problemática de la cohesión social merece una atención particular y es el de las actividades criminales. Ya se ha documentado de manera amplia que es principalmente la falta de oportunidades que caracterizan algunos países lo que explica la presencia de mayores tasas de actividades criminales. Esta falta de oportunidades proviene en gran parte de las bajas remuneraciones de los trabajadores pocos calificados. Como economistas nos quejamos a veces de que el salario mínimo es demasiado alto porque constituye una barrera para que las empresas puedan contratar a más empleados. El razonamiento económico no es necesariamente erróneo, no obstante, quienes decimos lo anterior no sabríamos cómo hacer para vivir con este salario mínimo durante un mes; por ende lo más razonable es aclarar que no es el salario mínimo que es demasiado alto, sino que es la productividad que lo determina que se encuentra en niveles demasiado bajos. En consencuencia, dar un mayor acceso a una educación de calidad que aumente la productividad de todos, en particular de los menos productivos, aumentaría todas las remuneraciones y, por tanto, serían menos atractivas las carreras criminales (les recomiendo al respecto el análisis teórico de Darwin Cortés, Guido Friebel y Dario Maldonado).
Este argumento de la cohesión social nos lleva ahora al tema de la movilidad social. Una sociedad con mayor nivel educativo es una sociedad que se caracteriza por una mayor movilidad social, lo que fomenta a su turno una mayor equidad (les recomiendo el excelente libro que recopliaron Armando Montenegro y Marcela Meléndez sobre este tema). No solamente los países que se caracterizan por una mayor movilidad social tienden en ser menos desiguales, sino que hace que la desigualdad sea más justa porque se ha construido sobre un sistema más meritocrático. Además, cuando la movilidad social es alta, la desigualdad se puede convertir en incentivos muy positivos para que la gente se esfuerce más, mientras que por el contrario, una sociedad muy rígida en su movilidad social suele presentar niveles de desigualdad que desmotiva los esfuerzos (ver la entrada de Andrés Álvarez sobre este tema).
Ahora explico la paradoja que es inherente a la movilidad social: a pesar de lo anterior, es decir que la sociedad en su globalidad se beneficia de ella, los individuos que la componen sí se encuentran en un juego de suma nula. En efecto, la movilidad social implica que si unos suben, otros bajan[1], pues por construcción, no podemos estar todos en el 1% más afortunado de un país. En este orden de idea, concuerdo con el punto de Luis Fernando Medina: una de las mejores consecuencias de la inversión en educación es la de fomentar una mayor movilidad social, la cual genera rendimientos sociales muy valiosos pero entre los individuos que componen la sociedad esta movilidad fomentada es efectivamente de suma cero. En el juego de la movilidad social y de la competencia, ganar menos, ya es perder un poco. De hecho, creo haber entendido que Felipe Barrera y Luis Fernando Medina coinciden en este punto, pues ambos resaltan que es ese fenómeno que puede complicar los aspectos de economía politica alrededor de las inversiones en educación: los más afortunados de un país, son generalmente los que más pueden influir sobre las leyes y no tienen nada que ganar con una mayor movilidad social (¡solamente pueden bajar!).
Para terminar, quiero resaltar que los estilos de vida de los más ricos de un país son muy distintos según el nivel de educación de la población. Más precisamente, los más ricos en Colombia se benefician también de la baja productividad de una gran parte de su población y por tanto pueden disfrutar de servicios muy baratos. En países con mayores niveles de educación, la gente que pertenece al 10% más rico pero que no se ubica en el 1% más rico no tiene empleadas del servicio, los que juegan tenis no tienen caddies, las mujeres se pintan ellas mismas las uñas (¡es más facil de lo que uno cree!), los restaurantes son más costosos porque los meseros ganan más, se usan más los transportes públicos que los taxis, etc. Cuantas veces desde que vivo en Colombia he escuchado que la vida es muy cómoda acá porque podemos delegar muchas tareas aburridas a otros, y a veces con un poco de cinísmo, que además eso “no cuesta nada”. En un país con un mayor acceso a una educación de calidad, todo eso cuesta, lo que hace que puede haber ganadores y perdedores con la inversión en la educación. En otras palabras, si queremos invertir en educación, la vida será más comoda para un 90% de la población, lo cual me parece magnífico, pero no necesariamente para los que están actualmente en el 10% de los más afortunados. Si a los más afortunados les convienen estos cambios por todo lo positivo que he recordado en esta columna (mayor seguridad, mayores oportunidades, mayor productividad, etc.) todos ganan, de manera distinta, pero todos ganan y no hay tensiones. Pero si algunos de los más afortunados prefieren el sistema actual para disfrutar de su posición, o para asegurar una posición similar para sus hijos, existe una tensión. Prefiero evitar la expresión “suma cero” que introdujo Jim Robinson y que retomó de Luis Fernando porque eso implica poder equiparar los que ganan con los que pierden, lo que me parece filosóficamente complicado. Para concluir, diría que son nuestras inversiones en la educación que determinan el tipo de sociedad que queremos mañana…
[1] De paso les recomiendo el excelente libro de Alejandro Gaviria “Los que suben y los que bajan: Educación y movilidad social en Colombia”.
En Chile hemos vivido una convulsión del sistema político y económico a partir de la promesa de «educación pública y gratuita de calidad para todos», incluyendo la universitaria.
Argentina y España son ejemplos de un sistema que no produjo todo lo que se esperaba en términos de retorno. Por mala calidad de la educación recibida, por falta de incentivos (económicos) para sacarle el jugo a esa educación (con tasas de deserción y tiempos de estudio absurdamente prolongados), en fin, puede haber muchas causas.
Pero lo más grave es ver una economía desestabilizada por el nivel de deuda pública que generó ese gran proyecto social (todo gratis, te doy, te doy – salud, educación, vivienda- siempre que votes por mi). Entonces se produce una gran fuga de profesionales, y ahí el retorno de la inversión lo capturan los países a donde huyen esos profesionales. Hay que tener mucho cuidado con el «proyecto educación», porque altera los incentivos de evaluación privada y eleva el riesgo sistémico, el balance financiero de largo plazo, de un país.
Y aquello de los «servicios baratos», en una economía dinámica, también va desapareciendo, como podemos observar en Chile.
Este artículo me parece simplemente una putería (aunque hay una cosa sobre la que me quedan dudas: no creo que sea de suma cero porque lo que aumentan son las variables reales, no las cosas en términos nominales). Me parece sobre todo del carajo el último párrafo. Yo puedo hablar con seguridad por lo que he visto en Francia (por eso creo entender bien los ejemplos de David), pero no más hablando con la gente uno nota que en los otros países desarrollados de Europa también es así (ni idea en Gringolandia). Abusando de la confianza de David, voy a extender un ejemplo que él pone: el de las empleadas de servicio. Es decir, por lo menos en Francia, el que tiene empleada de servicio es un ridículo. Es como un símbolo de estupidez. En seis años no he conocido a la primera persona con empleada de servicio. Ni en las mejores familias. Como que quien tiene empleada no es capaz de organizarse y, sobre todo, de hacer cosas básicas. Vivir mejor no es hacer menos sino hacerlo todo mejor. Las cosas básicas hacen parte de la vida. Dejar de hacerlas no es mejorar la calidad de vida. Todo el mundo sabe cocinar. Todo el mundo cocina una delicia, al menos las pastas. Es por la educación que la gente usa menos el carro, evita el metro y prefiere caminar o coger una bici, cuando el clima deja. Pagar por un corte de uñas no es tener clase. Comprar las cosas más caras tampoco. (Louis Vuitton, Chanel, etc… eso es para los turistas). Es por todo eso que cuando la gente se educa para saber vivir, el bienestar aumenta. El objetivo no es ser rico. Es vivir mejor. Por eso no creo que sea un juego de suma cero. Chapeau David !
Muchas gracias Julian. Quiero resaltar que al final no quería juzgar a nadie, pues nadie es responsable de las normas sociales que lo rodea. Pero el mensaje que quería transmitir es que la educación, es un poco como la paz o la democracia, todo el mundo pretende estar a favor, pero sabemos que no es cierto, o por lo menos no a cualquier costo. Y hay costumbres heredadas que son costosas de cambiar, tendemos todos a ser rígidos a la baja…
David gracias por responder. Mi interpretación de calidad de vida es sesgada. No sé si tus ejemplos funcionen para sociedades como la americana. Sin embargo, en últimas, el consumo real de toda la sociedad aumenta (independientemente de lo que se consuma, sin juicios de valor), entones no veo el problema de suma cero (obvio que por continuidad en los ingresos siempre podremos construir pirámides, pero eso no significa necesariamente que unos pierdan). En realidad la inversión en educación es ‘pareto improving’ en el largo plazo. Por otro lado, una buena educación también ayuda a cambiar las costumbres difíciles de cambiar, pero ya sabemos, es intergeneracional…. Lo que hay que hacer es implementar rápido una buena reforma.
Digamos que si la inversión en educación fuera Pareto-improving, es extraño que no todos los países no la hayan hecho. Hay efectivamente este aspecto dinámico que resaltas: en las transiciones unos pueden tener la impresión de perder. También hay gustos diferentes hacia estilos de vida diferentes.
Yo creo que si no lo han hecho es por falta de voluntad política, con todas sus fricciones. En todo caso en los datos la correlación entre la inversión en R&D y la calidad de vida (bajo el estilo de vida que más le guste al lector), parece ser bien clara. La evidencia es abundante.
Estoy de acuerdo pero todos los cambios implican un alto grado de incertidumbre, y de manera legitima a algunos les da susto.
Estimado Daniel,
Muchas gracias por su comentario. No entré en el tema de la financiación en esta entrada. «El todo gratis» puede funcionar si la calidad sigue, sino concuerdo con usted que puede ser terrible. No obstante, del momento que reconocemos que hay retornos sociales que van más allá de los retornos privados, creo que en alguna medida la sociedad debe financiar este esfuerzo, por lo menos parcialmente.
Saludos
David
Reflejando mi propia experiencia y la de muchos de mis amigos que fueron criados por las empleadas en America Central, me parece que un aspecto importante que genera la mayor educación sobre el 10% más rico es el cambio de valores. Subcontratar a una empleada para llevar los hijos al parque y dejar las labores de cocina a otro, dejan de ser tareas deseables; uno descubre el placer de criar a los hijos y el placer de cocinar. Eso deja por fuera las labores más tediosas–pintarse las uñas, lavandería, etc.–que se pueden subcontratar a un mayor costo por hora, pero que al asignarse a proveedores más productivos, representan un porcentaje pequeño del presupuesto mensual del hogar. Este cambio en la función de utilidad no ha sido incluido en la mayor parte de los análisis sobre este tema. En este sentido, los que se consideran perdedores por no entender la vaina, sí son perdedores, pero por suerte cada vez son menos.
Totalmente de acuerdo Gustavo. Lo que puedo observar en Colombia y que me parece ir en la buena dirección es que es siempre menos frecuente que las empleadas de servicio viven en la casa donde hacen el oficio, lo que convierte la relación en algo más contractual. Las pobres empleadas que se quedan en la casa donde trabajan, aun si la gente es muy querida, no son dueñas de su propia vida.