Andrew Powell, Asesor Principal, Depto. de Investigación, Banco Interamericano de Desarollo
Publicado originalmente en Ideas que Cuentan (Blog del BID, Washington DC).
La mayoría de los países de América Latina y el Caribe se enfrentan a déficits fiscales estructurales significativos y los niveles de deuda están aumentando. Con las actuales tasas de crecimiento, los cálculos “desagradables” sobre la sostenibilidad de la deuda señalan que, a menos que algo cambie, el continente pronto perderá sus muy comentados “fundamentales mejorados”, e incluso corre el riesgo de convertirse, una vez más, en el “continente de las crisis”. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cuáles son las opciones de los países y con qué urgencia deberían actuar? En estas preguntas se centra el Informe Macroeconómico de América Latina y el Caribe de 2015.
Se suele decir que la región había finalmente escapado a la camisa de fuerza de la política fiscal pro-cíclica y había respondido a la crisis global de 2008-2009 con medidas contra-cíclicas. Se ha demostrado que esta afirmación es falsa. Tanto el análisis estadístico como una detallada inspección de los tipos de políticas adoptadas, revelan que la respuesta a la crisis fue una simple expansión fiscal. La expansión fiscal durante una recesión que no es eliminada cuando esa recesión se supera no puede ser definida como contra-cíclica. ¿Por qué sucedió esto? Los estabilizadores fiscales automáticos son débiles y cualquier respuesta supuestamente anti-cíclica tenía que producirse a través de una política discrecional. Los tipos de políticas adoptadas, aunque bien intencionadas, consistían en medidas inflexibles que aumentaron los salarios y las transferencias del gobierno (es decir, el consumo), que no impulsaron el crecimiento, no aumentaron el espacio fiscal y que demostraron ser imposibles de eliminar.
También hubo una dosis de mala suerte. El crecimiento global real cada año ha sido sistemáticamente inferior a las proyecciones y los precios de las materias primas han caído más de lo previsto. Sin embargo, un brusco aumento del gasto inflexible que no mejoraba el crecimiento en un clima incierto no era lo que el médico había prescrito, una política que sin duda puede describirse como “anti-cíclica”. La orden del día es ahora el ajuste y varios países ya están adoptando políticas restrictivas.
Para que tengan éxito, los ajustes requerirán cambios en las políticas tributarias o de gasto que no perjudiquen a los grupos vulnerables, que sean políticamente sostenibles y que se traduzcan en una verdadera reducción del ratio de deuda. Esto exige adoptar políticas que tendrán un efecto adverso mínimo en el crecimiento y protegerán los recientes logros sociales. Las políticas serán diferentes de un país a otro.
En los países con una fuerte carga tributaria, es probable que aumentar impuestos no funcione. Las mejoras en la administración tributaria, la racionalización y simplificación de los impuestos y la eliminación de subsidios tributarios inefectivos son las primeras políticas que se deberían considerar. Un segundo objetivo a mediano plazo implica lidiar con los altos niveles de informalidad. De la misma manera, en los países donde el gasto público es bajo, reducirlo aún más sería contraproducente. Sin embargo, hay amplias oportunidades para mejorar la eficiencia del gasto y para enfocar mejor el gasto social. Las políticas sociales deberían aumentar los incentivos para participar en el mercado laboral formal y mejorar la productividad y el crecimiento. El bajo precio del petróleo también ofrece una oportunidad. La introducción de un impuesto verde en los combustibles fósiles para que los precios más bajos del crudo no sean traspasados totalmente a los consumidores tendría beneficios medioambientales y generaría un aumento de los ingresos.
¿A qué velocidad debería producirse el ajuste? En un país que se acerca a su potencial (en cuyo caso los multiplicadores fiscales probablemente serán bajos) pero con un déficit fiscal estructural importante, una deuda creciente y altas tasas de interés, la respuesta es clara: el ajuste debería ser rápido. Si un país tiene una brecha del producto negativa, multiplicadores potencialmente más? altos y tasas de interés bajas, el ajuste debería ser gradual. En aquellos países con más deuda, tasas de interés más altas y una brecha del producto negativa, la velocidad de los ajustes es una decisión delicada. Un ajuste demasiado lento significa que el monto de los intereses aumentará y será necesario introducir más ajustes; un ajuste demasiado rápido significará que se puede perjudicar el crecimiento, con lo cual el esfuerzo es contraproducente. En estos casos, quizá el aspecto crucial consiste en asegurar que se ha adoptado un plan de ajuste explícito y creíble de tal manera que los resultados sean predecibles y las tasas de interés se puedan mantener relativamente bajas.
Tener que escoger entre ajuste y crecimiento mediante políticas de desarrollo productivo es una dicotomía falsa, y en aquellos países en la región con ratios de deuda y déficits más altos, escoger sólo uno de estos dos tendrá pocas probabilidades de tener éxito; numerosos países actualmente tienen que aplicar ambos. América Latina y el Caribe se enfrenta a su prueba más dura desde la crisis global. En aquel momento, la respuesta fiscal fue importante, pero era defectuosa y, junto con otros factores, condujo a las alternativas más difíciles a las que se han enfrentado los responsables de las políticas actualmente. Es necesario que la región adopte mejores políticas para impulsar el crecimiento y mantener los buenos fundamentales macro que permitirán un crecimiento sostenible y políticas verdaderamente contra-cíclicas en el futuro.