En colaboración con Victoria Anauati (Universidad de San Andrés)
La obesidad se ha convertido en un problema mundial, que afecta tanto a los países ricos como a los pobres. Cuántos hombres, mujeres y niños tienen sobrepeso (índice de masa corporal (IMC) entre 25 y 30) u obesidad (IMC superior a 30) es una pregunta difícil de responder puesto que los datos son bastante irregulares. La información disponible muestra que las tasas de obesidad y sobrepeso se incrementaron de forma significativa a nivel mundial durante las últimas tres décadas y sugieren que la epidemia no muestra signos de disminuir.
Gráfico 1: Adultos con sobrepeso y obesidad, 1980 y 2008
Fuente: Datos reportados en Stevens et al. (2012).
En los últimos 30 años, a nivel mundial, la proporción de adultos con un índice de masa corporal de 25 kg/m2 o más se incrementó de 28,8% a 36,9% en los hombres, y de 29,8% a 38,0% en las mujeres. La prevalencia de sobrepeso también ha aumentado sustancialmente en niños y adolescentes, con un incremento de aproximadamente 50% (The Lancet). Aunque la obesidad y el sobrepeso aumentaron en la mayoría de los países, los niveles y las tendencias varían sustancialmente, como se observa en el Gráfico 2.
Gráfico 2: Porcentaje de adultos con sobrepeso y obesidad (IMC superior a 25) por región, 1980 y 2008
Fuente: Overseas Development Institute
La obesidad es un factor de riesgo crucial para las enfermedades no contagiosas, cuya tendencia está creciendo rápidamente. Las personas severamente obesas tienen una esperanza de vida, en promedio, 8 a 10 años menor a la de las personas de peso normal.
Marco Conceptual
No hay duda que la humanidad está cambiando en tamaño y forma. La rapidez con que se ha incremento la incidencia de la obesidad sugiere que los cambios genéticos son una causa poco probable.
Power y Schulkin (2009) sugieren que gran parte del aumento de la obesidad se debe a una falta de correspondencia entre las características biológicas de adaptación de nuestra especie y el ambiente moderno, que ha cambiado radicalmente respecto del cual hemos evolucionado. Entonces, según estos autores, la obesidad es una respuesta a las condiciones de la vida moderna.
Nuestros ancestros más lejanos tenían un cerebro muy pequeño, pero conforme la capacidad craneana aumentó, el ser humano se vio forzado a obtener alimentos con energía más concentrada modificando sus hábitos de alimentación. El exceso de energía, a su vez, se almacenaba durante períodos en que los alimentos eran escasos. Sin embargo, las ventajas de la acumulación de energía en el pasado se han convertido en desventajas en la actualidad. En el mundo de hoy los alimentos ricos en calorías son fáciles de obtener, pero la propensión a almacenar energía sigue formando parte de nuestra especie. En otras palabras, en un entorno de abundancia de alimentos, estamos programados anatómica, fisiológica y metabólicamente de forma que tal que no resulta fácil evitar aumentar de peso.
Cutler et al. (2003) argumentan que desde 1960 se ha producido una revolución en la preparación masiva de comidas que ha llevado a la centralización de su elaboración. Este cambio de la preparación individual a la preparación en masa redujo el costo monetario de la elaboración de la comida como así también el tiempo dedicado a ello, dando lugar a un aumento del consumo de alimentos, y en última instancia, al aumento de peso. Estas reducciones en el precio monetario y en el tiempo de preparación de la comida pueden impactar de forma diferente en los individuos de acuerdo a los problemas de autocontrol o a las limitaciones en el conocimiento que enfrenten. Por supuesto, una reducción en el precio de un bien, en general, tiende a aumentar el bienestar de la población, a menos que las decisiones sobre el consumo del mismo no sean necesariamente las mejores.
Siguiendo el marco analítico desarrollado en Anauati et al. (2014), los individuos que tienen un sesgo hacia el presente descuentan el presente y el futuro inmediato a una tasa mayor que aquella entre dos periodos de tiempo futuros. Esto lleva a problemas de autocontrol: las personas tienden a comer en exceso probablemente porque la comida es adictiva y trae satisfacción inmediata, mientras que los costos de salud de ese consumo excesivo se producen sólo en el futuro. De hecho, existe amplia evidencia de que el sesgo hacia el presente tiene un papel importante en el cuidado de la salud.
Además, los individuos pueden enfrentar limitaciones de conocimiento: no están perfectamente informados, ni son totalmente consientes de las implicancias de sus decisiones alimentarias, aunque en ellas tratan de procesar el conocimiento que poseen de forma racional.
Por lo tanto, cuando los individuos tienen problemas de autocontrol o limitaciones de conocimiento, una disminución significativa en el precio relativo de la comida puede inducirlos a un consumo excesivo de alimentos o a malos hábitos alimentarios.
¿Hacia dónde avanzar?
A diferencia de otros riesgos importantes para la salud mundial, como el tabaco o la nutrición infantil, el aumento en la prevalencia de la obesidad y el sobrepeso ha sido sustancial y generalizado. Es necesario que los gobiernos comiencen a evaluar este problema, el cual ya está afectando los sistemas sanitarios significativamente.
Lamentablemente, en materia preventiva, no hay indicios significativos de programas exitosos. De acuerdo a nuestro marco teórico, dos áreas promisorias para la intervención gubernamental serían la provisión de educación nutricional para así aliviar las limitaciones de conocimiento de una parte importante de la población, y la provisión de mecanismos que generen incentivos para aliviar los problemas de autocontrol. Aunque esto último requiere que no se avasalle la soberanía del consumidor. Es necesario también evaluar si estas intervenciones potenciales son costo-efectivas y si sus efectos se sostienen en el tiempo.
Referencias
Clutter, Glaeser, E., y Shapiro, J. 2003. Why have Americans become more obese? Journal of Economic Perspectives, American Economic Association, vol. 17(3), pp. 93-118.
Anauati, V., S. Galiani y F. Weinschelbaum Frontiers of Evaluation in LAC: Health. IADB Mimeo.
Power, M. L. y Schulkin, J. 2009. The Evolution of Obesity. Baltimore, MD: Johns Hopkins University Press.
Stevens, G. A., Singh, G. M., Lu, Y., Danaei, G., Lin, J. K., Finucane, M. y Ezzati, M. (2012). National, regional, and global trends in adult overweight and obesity prevalences. Popul Health Metr, vol. 10(1), pp. 22.
The Lancet. 2014. Obesity rates climbing worldwide, most comprehensive global study to date shows. ScienceDaily, 28 May 2014. (www.sciencedaily.com/releases/2014/05/140528204215.htm)
Sebastián, muy interesante la entrada. Creo que además de la educación nutricional, también es importante tener en cuenta el factor que juega el sedentarismo. Lamentablemente tampoco conozco políticas públicas que promuevan el ejercicio físico sostenido en el tiempo, y creo que no es algo que pueda promoverse fácilmente en los adultos (si en los chicos si se promueve el hábito desde temprano).
Gracias Federico. Si, sin dudas el mayor sedentarismo también tiene un rol en el incremento de la obesidad. Sin embargo, empíricamente, parece haber una asociación temporal más fuerte con los cambios alimenticios. Por otra parte, me parece más difícil lograr que una persona corra media hora por día y consuma 300/400 calorías que obtenga esa reducción en el consumo de calorías mejorando levemente su dieta.
Sebastián, sin dudas estoy de acuerdo con vos. No conozco mucho sobre la literatura de obesidad, ¿Existe algún estudio que mida la eficacia de los impuestos a la «comida chatarra»?
Me pregunto lo mismo. Los gobiernos podrían poner impuestos especiales a los alimentos con altos contenidos de grasa, calorías y sodio. No sé si funcionaría.
La educaicón es importante. Pero si una botella de refresco es más cara que una de jugo, es de esperar que mucha gente elija la primera opción.
Gracias por los comentarios. Y disculpas que se me paso responderlos. Estaba viajando y luego me olvide del tema. Si, los individuos responden a precios relativos en su dieta. De hecho, como discutimos en el trabajo mencionado, y tangencialmente en la entrada, ello ha venido ocurriendo como resultado del cambio tecnológico. En la entrada, y en el modelo, consideramos a los precios también como una potencial variable de política publica. Sin embargo, como señalamos:
“una reducción en el precio de un bien, en general, tiende a aumentar el bienestar de la población, a menos que las decisiones sobre el consumo del mismo no sean necesariamente las mejores desde esa perspectiva…
cuando los individuos tienen problemas de autocontrol o limitaciones de conocimiento, una baja significativa en el precio relativo de la comida puede inducirlos a un consumo excesivo de alimentos o a malos hábitos alimentarios.”
Por ello, nos parece que primero es necesario establecer que es deseable distorsionar los precios antes de actuar sustancialmente en esa dirección.
Finalmente, acá dejo el link al paper en que se basa esta entrada: http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2605662
Decadente UK as well:
In the UK, 37% of the population is now deemed overweight, with a quarter of that group qualifying as obese http://bit.ly/1DrB9qr