Por Leopoldo Fergusson (@LeopoldoTweets)
Los medios masivos de comunicación, tan necesarios para la democracia, terminan por atentar contra ella cuando en lugar de equilibrados e independientes son sesgados y están atrapados por grupos de presión o por el propio gobierno. Podríamos simplificar y clasificar los sesgos de los medios en los originados en la oferta o producción y los originados en la demanda o consumo. Entiendo por los primeros aquellos que surgen de motivaciones propias de los dueños de los medios, de quienes los financian, o de los periodistas que escriben las historias. Por ejemplo, cuando un grupo empresarial controla un periódico y decide censurar contenidos que atentan contra los intereses del grupo. O cuando un periodista, atendiendo a su ideología, suprime una información o la presenta de manera tendenciosa. Los sesgos que tienen su origen en la demanda responden en cambio a las preferencias de los consumidores reales o potenciales de los contenidos. Por ejemplo, cuando para complacer los prejuicios, preferencias, y sesgos ideológicos de sus lectores un periódico adopta una línea editorial particular. Aunque el periodista es en últimas quien presenta la noticia sesgada, en el primer caso lo mueve su gusto o su ideología, y en el segundo el deseo de complacer a los lectores. Es lo que llevaría a un bloguero ávido de popularidad a titular “Lo que siempre quiso saber sobre Angelina Jolie” en lugar de “El papel de los medios públicos de comunicación”.
Es utópico pensar que se pueden eliminar estos sesgos. Es más, puede no ser del todo necesario. El único camino a una información balanceada y completa no es el de medios de comunicación que se preocupan por tener una información equilibrada que contrasta distintos puntos de vista. Quizás es enriquecedor que algunos medios enfaticen cierta ideología y otros muestren el otro lado de la moneda. Pero yo no llevaría este argumento al extremo, pues cuando los medios tienen una influencia demasiado marcada de un solo punto de vista pierden credibilidad en su tratamiento de la información. En últimas, para una democracia vigorosa, es necesario que existan medios que procuren ser equilibrados y eviten ser atrapados por un grupo de presión o por una sola ideología sin matices. ¿Cómo puede lograrse este objetivo? ¿Cuál es el papel de la iniciativa privada? ¿Y del sector público?
El “mercado”, o al menos dos de sus principales ingredientes (el afán de lucro y la competencia), tiene efectos positivos en los medios de comunicación. En particular, puede ayudar a reducir posibles sesgos del lado de la oferta. Dos características particulares del mercado de la información son importantes. Primero, los rendimientos crecientes a escala: en el negocio de la información, se paga un costo alto para investigar y producir la noticia, pero un costo bajo por distribuir esta información a cada consumidor adicional (más aún con las nuevas tecnologías). Esto quiere decir que empresas motivadas por el afán de lucro buscan llegar a la base más amplia posible de consumidores, para así distribuir entre ellos el costo de producción de la información. Al menos en teoría, esto puede proteger a los medios de la captura por parte de grupos de presión. Más que atender las exigencias de grupos muy particulares de ciudadanos, los medios tendrían un incentivo económico a entregar la información que quiere la mayoría de ciudadanos. Segundo, la información es un bien público: una vez un medio de comunicación transmite una noticia es muy costoso evitar que ésta sea conocida por todos. Así, en el caso más extremo, bastaría con que un solo medio de comunicación independiente que no censura información relevante esté compitiendo con los demás para inducir a todos a relevarla. La competencia mantendría honestos incluso a aquellos que quieren ocultar o tergiversar la información.
Esta semana, en Colombia ha surgido una controversia alrededor de Canal Capital, el canal de televisión pública en Bogotá. La historia está reseñada en La Silla Vacía, y en esencia se trata de la renuncia de uno de los periodistas de “El Primer Café” (un programa de la mañana en la franja de opinión) como consecuencia de lo que él considera son presiones de la gerencia para influir en los contenidos del programa. La historia se vuelve paradójica cuando se tiene en cuenta que el gerente del canal es Hollman Morris, un destacado periodista que ha sufrido en carne propia la censura al punto de haber tenido que abandonar el país durante el gobierno de Álvaro Uribe. Morris ha salido a defender su posición desmintiendo la censura y explicando las preocupaciones de la gerencia como algo normal en el monitoreo del programa dentro de una parrilla de programación que debe, por mandato legal, respetar algunos preceptos.
A pesar de las explicaciones, lo cierto es que el hecho de que otro periodistadel mismo programa haya decidido renunciar por motivos similares, así como una posible candidatura a la alcaldía de Morris, dejan un mal sabor sobre esta posible influencia. Además, las presiones sobre los invitados al programa parecen ir más allá de la simple defensa de una línea editorial. Quiero equivocarme, pero podría ser uno de tantos casos en los que el poder transforma a las personas convirtiéndolos en algo parecido a lo que muy bien critican. Espero que Morris no esté acogiéndose a la lógica según la cual el sesgo en este canal se justifica por los posibles sesgos en dirección contraria de otros medios. Este episodio puede ser un campanazo de alerta, que por lo demás evite que se echen por la borda las muchas otras cosas valiosas que el propio Morris ha hecho desde antes de su llegada al canal y en el canal mismo.
Pero más allá de la discusión de este caso particular, el hecho cobra relevancia porque pone sobre la mesa el posible papel de la televisión pública. Una discusión “tuitera” sobre el tema Morris entre un abogado y periodista experto en medios (Cortés), un par de “economistas liberales” (Mejía y Zuleta), y un “Chicago Boy” (Gómez), lo muestra muy claramente (sé que estos amigos aceptarán mis disculpas por los epítetos). Al abogado-periodista le preocupa el precedente como un golpe a la televisión pública, que considera necesaria. Los economistas liberales discuten sobre los posibles beneficios de la televisión pública, y la definición precisa del término. El Chicago Boy exige que se pruebe la falla de mercado que justifica la existencia de la televisión pública (un colega me dice: eso es común en Chicago, se invierte la carga de la prueba, eres tú quien debes mostrar porqué el mercado no funciona). El abogado-periodista ofrece la posible falla de mercado, sobre la que hablaré adelante. El Chicago Boy considera el argumento paternalista. Todos acuerdan discutirlo en El Primer Café, pero el abogado-periodista bromea que teme ser censurado por Morris.
Como ven, sobran los puntos de vista. La lógica de mi argumentación previa sugeriría, a primera vista, que el Chicago Boy tiene razón. Este problema debe ser una manifestación de la naturaleza pública del canal: no está motivado por el afán de lucro, no responde igual que un canal privado a la competencia, y no tiene por lo tanto los “seguros” que el mercado ofrece contra los sesgos por el lado de la oferta.
Pues no. Hay que mirar más de cerca. Porque lo mismo que hace a los medios privados compitiendo entre ellos menos proclives (¡que no inmunes!) a los sesgos del lado de la oferta, los convierte en presa fácil de los sesgos del lado de la demanda. El afán por llegar a las masas puede implicar ser complaciente con la ideología dominante de los lectores, o sustituir las noticias duras o la cultura por noticias “basura“ y farándula. Si quieren evidencia de lo primero acá hay un ejemplo. Y sobre lo segundo también hay evidencia.
Por lo tanto, tiene sentido promover la televisión pública. Como el ejemplo de Morris lo demuestra, no es una alternativa perfecta o infalible. Es especialmente importante, según nuestra lógica, protegerla del sesgo por el lado de la oferta. Pero esto no es distinto a otros problemas de diseño en la democracia: una vez se le entrega poder al estado, se deben diseñar los sistemas para evitar que abuse del poder. Y los detalles institucionales determinarán el éxito o fracaso del modelo: una cosa es Venezolana de Televisión y otra la BBC.
Y más allá de la televisión pública, esta reflexión destaca la importancia de esquemas de financiación distintos a los comerciales, y objetos sociales distintos al afán de lucro. Entre muchos otros, ejemplos como La Silla Vacía en Colombia o 972 en Israel y Palestina, que buscan financiación de sus lectores para conservar la independencia, son interesantes alternativas para la producción de noticias y análisis que son difíciles de producir en medio de la lógica del mercado.
Cuando se trata de los medios de comunicación, como en la mayoría de los casos, el mercado es un poderoso mecanismo para coordinar a la sociedad, que puede generar productos con inmenso valor social, pero también otros muy costosos. Y, de cualquier modo, tiene serias limitaciones para resolver todos los problemas que se deben atender. Lo mismo podría decirse de los medios de comunicación públicos y los financiados por mecanismos diferentes al mercado. Idealmente, deberíamos aprender a sacar provecho de cada una de estas fórmulas y a crear instituciones para protegernos de sus posibles defectos.
Interesante entrada. Varios comentarios, empezando con el párrafo que empieza en «Pues no.» Si bien los medios privados son proclives a sesgos del lado de la demanda, no me queda del todo claro si el medio de comunicación público va a ser una manera efectiva de resolver esos sesgos de demanda. No creo que en ausencia de medios públicos haya escacez de fuentes de información, cada una respondiendo a la demanda de su audienca particular, pero disponibles para todos. El Republicano que mira Fox también puede ver MSNBC y conocer las noticias bajo otro ángulo. El lector del New York Times puede ojear el Wall Street Journal. El usuario de twitter puede seguir a tuiteros que sistemáticamente piensan diferente a ellos. Lo pueden hacer, y todos saben donde está la información con sesgos opuestos a su sesgo preferido, pero se ha encontrado que en general no lo hacen. Ni siquiera en Twitter! Aun ahí se da el problema del «echo chamber.»
No me queda claro cómo la televisión pública ayuda a resolver ese problema. Por el lado de la oferta, hay competencia y oferta bastante variada, y si la televisión pública presenta noticias con un sesgo (o con la objetividad) que no le gusta a un tipo de audiencia, esa audiencia seguirá prefiriendo la alternativa privada que si confirma sus prejuicios. No veo una falta de opciones que la televisión, o los medios de información públicos, estén solventando y no veo como resuelven el problema de preferencias y auto-selección de audiencias en los medios de su preferencia.
Adicionalmente, en temas de generación de información, no me queda del todo claro por qué creemos que el medio público, financiado y/o gestionado por el gobierno, va a ser garante de objetividad e imparcialidad que supuestamente son el problema de los medios privados. Al contrario, veo más potencial de manipulación y costos particularmente grandes para la democracia y la sociedad de un medio de comunicación público al servicio de los intereses del gobierno de turno y que no está sujeto a la competencia como si lo están los medios privados.
El segundo punto, el de la cultura vs la «basura» y la «farándula» me parece aun más problemático que el de las noticias. En ese caso, claramente estamos haciendo un juicio de valor sobre los gustos y las preferencias de otros y creemos que debemos usar recursos públicos para generar contenidos «cultos» que no están siendo demandados, y por lo tanto no estpan siendo ofrecidos, por canales privados. Me parece problemático que una élite «intelectual» considere que lo que se ve en televisión es de «mala calidad» y busque financiar con recursos públicos la generación de contenidos que responde a sus preferencias.
El contra-argumento es que al ser «gratis» se facilita la difusión de esos contenidos y se pueden modificar las preferencias. O hay audiencias que descubren su preferecia por contenidos «cultos» en lugar de la basura de los canales privados. Pero creo que en este tema caben discusiones de fondo.
Finalmente, se menciona a La Silla Vacía como un ejemplo de un medios que » buscan financiación de sus lectores para conservar la independencia» y que «son interesantes alternativas para la producción de noticias y análisis que son difíciles de producir en medio de la lógica del mercado.» Pero, ¿acaso conseguir aportes de sus lectores no está perfectamente inscrito dentro de la lógica de mercado? ¿Los lectores de estos medios no están revelando su preferencia por los contenidos de estos medios y contribuyendo para que sigan existiendo? No me queda del todo claro en que sentido estos ejemplos se apartan del mercado por información, cultura y entretenimiento.
Buen tema, y creo que el aporte de los economistas al estudio de la organización industrial y la economía política de los medios de comunicación nos está ayudando a pensar con mucho más rigor sobre estos temas. Lástima que me quedé sin saber nada de Angelina Jolie…y Brad Pitt.
Daniel, gracias por los comentarios detallados. Vamos por partes.
«Si bien los medios privados son proclives a sesgos del lado de la demanda, no me queda del todo claro si el medio de comunicación público va a ser una manera efectiva de resolver esos sesgos de demanda.»
R/ Al no estar tan presionado (que no inmune) por el lucro, puede darse el lujo de crear contenidos distintos y satisfacer una demanda que no por minoritaria deja de ser importante.
«No creo que en ausencia de medios públicos haya escacez de fuentes de información, cada una respondiendo a la demanda de su audienca particular, pero disponibles para todos. El Republicano que mira Fox también puede ver MSNBC y conocer las noticias bajo otro ángulo. El lector del New York Times puede ojear el Wall Street Journal.»
R/ Eso lo reconozco yo en el segundo párrafo. Allí explico porqué no llevaría el argumento al extremo y por qué conviene tener medios que procuran (nadie lo logra) ser equilibrados al mostrar todos los lados de un debate.
«Aun ahí se da el problema del “echo chamber.” No me queda claro cómo la televisión pública ayuda a resolver ese problema.» (Y frases siguientes)
R/ Precisamente porque se puede producir una TV que no quiere darle a gusto a X o a Y, sino que busca (siempre es una búsqueda) el equilibrio. Entonces, quien no está viendo los medios de los extremos que confirman sus sesgos tiene una alternativa tolerable de «centro» que le muestra el otro lado de la moneda (sin obligar al consumidor de FOX, a ver algo que él considere radical, que como usted dice no lo hacen ni en Twitter).
«Adicionalmente, en temas de generación de información, no me queda del todo claro por qué creemos que el medio público, financiado y/o gestionado por el gobierno, va a ser garante de objetividad e imparcialidad que supuestamente son el problema de los medios privados. Al contrario, veo más potencial de manipulación y costos particularmente grandes para la democracia y la sociedad de un medio de comunicación público al servicio de los intereses del gobierno de turno y que no está sujeto a la competencia como si lo están los medios privados.»
R/ Claro que no es garantía, lo digo super claro. Digo lo que usted mismo dice: por no estar tan en competencia están más en riesgo del sesgo de oferta. Son riesgosísimos. Pero potencialmente valiosos por lo mismo, porque es un riesgo distinto a los privados, es decir bien diseñada la institucionalidad pueden llenar un vacío que es más difícil llenar por los privados.
«El segundo punto, el de la cultura vs la “basura” y la “farándula” me parece aun más problemático que el de las noticias. En ese caso, claramente estamos haciendo un juicio de valor sobre los gustos y las preferencias de otros y creemos que debemos usar recursos públicos para generar contenidos “cultos” que no están siendo demandados, y por lo tanto no estpan siendo ofrecidos, por canales privados. Me parece problemático que una élite “intelectual” considere que lo que se ve en televisión es de “mala calidad” y busque financiar con recursos públicos la generación de contenidos que responde a sus preferencias.
El contra-argumento es que al ser “gratis” se facilita la difusión de esos contenidos y se pueden modificar las preferencias. O hay audiencias que descubren su preferecia por contenidos “cultos” en lugar de la basura de los canales privados. Pero creo que en este tema caben discusiones de fondo.»
R/ Yo no estoy diciendo lo primero, lo está diciendo usted, suponiendo eso de que hay unos cultos que deben dictarles las preferencias a los incultos. No se trata de eso. Se trata de una cosa completamente ortogonal a ese argumento, y de una segunda relacionada pero fundamentalmente distinta.
La ortogonal: Aún sin juzgar las preferencias de las «mayorías», el tema es que la competencia puede llevar a todos a atender esas preferencias sin atender unas igualmente importantes de las «minorías». El mercado, está claro, entrega mucho pero no siempre entrega todo. Por eso casi siempre no es la solución a todos los problemas, aún si en ocasiones resuelve la mayoría.
La relacionada pero fundamentalmente distinta: Hay evidencia seria de la economía del comportamiento sobre nuestra propensión a caer en tentaciones de corto plazo a un costo para nuestro propio bienestar. En el mundo de las noticias, una tentación de corto plazo puede ser ver y leer a Angelina en lugar de leer una noticia política que me va a permitir ser un ciudadano más crítico que vuelva más vigorosa la democracia. Yo mismo puedo repudiarlo ex post, y por eso algunos individuos como Odiseo toman medidas para protegerse de su propia trivialidad (se salen de Facebook, ponen bloqueadores a sus navegadores, etc).
«Finalmente, se menciona a La Silla Vacía como un ejemplo de un medios que ” buscan financiación de sus lectores para conservar la independencia” y que “son interesantes alternativas para la producción de noticias y análisis que son difíciles de producir en medio de la lógica del mercado.” Pero, ¿acaso conseguir aportes de sus lectores no está perfectamente inscrito dentro de la lógica de mercado? ¿Los lectores de estos medios no están revelando su preferencia por los contenidos de estos medios y contribuyendo para que sigan existiendo? No me queda del todo claro en que sentido estos ejemplos se apartan del mercado por información, cultura y entretenimiento.»
R/ Buen punto, concedido en cuanto a que son medios que también deben atender consumidores y satisfacer sus preferencias. Pero note que no están buscando pauta comercial y que no hacen parte de un grupo o conglomerado económico. Eso los vuelve diferentes porque no tienen el mismo afán de lucro que un conglomerado de medios. Y por lo tanto pueden sobrevivir atendiendo por ejemplo ese nicho minoritario que el mercado no atiende como veníamos diciendo antes.
«Buen tema, y creo que el aporte de los economistas al estudio de la organización industrial y la economía política de los medios de comunicación nos está ayudando a pensar con mucho más rigor sobre estos temas. Lástima que me quedé sin saber nada de Angelina Jolie…y Brad Pitt.»
R/ Es que quise seguir el ejemplo de Jeff Sachs para volverme popular, pero no quise seguirlo tanto como para volverme trivial. Seguramente por eso estoy jodido :-).
De hecho, en lo que concierne el mercado de las noticias, hay teorías que muestran que el mercado, por ser de dos lados, tiende en la «Pensée unique» y no da una buena diversidad de opiniones. Ver el articulo de Gabszewicz et al.: http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0014292101001398
Está interesante la teoría de ese paper David, pero parece ir en contra de la evidencia empírica sobre «media slant» del estilo del paper de Gentskow y Shapiro. ¿No? La preocupación que mencionaba Leopoldo era la de tener unicamente medios con sesgos extremos y opiniones polarizadas y nada de centro (que creo que implícitamente muchos equiparan con «balanceados» y «moderados» y hasta con objetivos). ¿Cómo está la evidencia empírica en ese tema? Mi impresión es que tenemos de todo: desde Fox News hasta Democracy Now! y todo entre los dos. Lo otro que habría que ver es cómo las fuerzas de ese modelo cambian con cambios en los modelos de financiación, muchos relacionados con el internet.
Nota: sobre el tema de la carga de la prueba creo que deberíamos discutirlo más. Yo creo que es más conducente a buenas políticas públicas que la carga de la prueba esté del lado del que propone intervenir y no del lado del que propone no intervenir. Lo dejo ahí para que Leopoldo escriba la próxima entrada sobre eso.
Pues, no tenemos el contra-factual…
Argumentas que la competencia evita el sesgo, porque la demanda (los lectores o televidentes) castigan el ver que la información es tratada con parcialidad. Esto es un sofisma, estimado Leopoldo, una falacia lógica. La posición dominante y monopólica —que es el caso de los medios en Colombia— se puede permitir todo el sesgo que desee, la información más tendenciosa y la invisibilisación. Eso no se castiga, porque son la única alternativa masiva. El supuesto libre mercado no es sino el abuso de una posición dominante.
En Colombia, el unanimismo de parte de los medios masivos es evidente. Sólo atacan aquello que no esté involucrado con la pauta o con el gran capital. Además, se nota que no has visto la experiencia refrescante que es Canal Capital. Ahí sí que hay reconocimiento a las diferencias y a las opiniones divergentes. Por ponerte sólo un ejemplo, durante la campaña por la revocatoria de Petro estuvo invitado Pacho Santos durante la mitad de una emisión de El Primer Café.
Creo que cometes varias imprecisiones, pero este es el debate que debemos estar dando y para el que los grandes medios tienen rabo de paja. Porque son tan importantes los medios de comunicación para las sociedades de hoy, que no nos podemos permitir dejarlos pasar de agache y sin interrogarlos fuertemente. Una discusión política, por excelencia, es esa que atañe al funcionamiento de los medios de comunicación.
Muy buena entrada y muy buenos comentarios.
Creo que en la economía de los medios de comunicación suele haber fallas de mercado. En particular, creo que hay problemas de información asimétrica. El consumidor, muchas veces, no conoce la calidad del producto.
¿Cual es el problema? Los medios de comunicación son también guías de opinión y tienen el poder potencial de modelar las creencias del público.
Hay ejemplos extremos: en los medios de comunicación aparecen charlatanes que logran convencer a mucha gente de que las vacunas son malas, el mundo se va a acabar en el 2012 (se acuerdan?), etc.
Hay otros ejemplos, menos extremos: los grupos que financian los medios generan cambios en el tono, el contenido y hasta los temas de análisis de los medios.
¿Son los medios de comunicación públicos la solución a este problema?
Daniel y Francisco señalan que las fallas de gobierno pueden ser peores que las fallas de mercado. Es posible, pero existen fallas de mercado y, por lo tanto, hay lugar a la intervención estatal.
Por supuesto, la intervención estatal se puede dar de varias formas y la TV pública es sólo una opción. Creo, sin embargo, que hay ejemplos en los que la TV pública funciona bien y no es el altoparlante de régimen (una de las preocupaciones de los blogueros).
Probablemente, deberíamos mirar cuales han sido las experiencias de BBC, PBS, etc. y pensar en un manual de buenas prácticas. En otras palabras, el problema de fallas de gobierno debe discutirse desde la perspectiva del diseño de políticas
¡Estamos totalmente de acuerdo! Gracias, Leopoldo
Gracias Carlos, respondo a tus comentarios reiterando algunos de los puntos de la entrada.
«Argumentas que la competencia evita el sesgo, porque la demanda (los lectores o televidentes) castigan el ver que la información es tratada con parcialidad.»
R/ Esto es posible, pero no es el punto que argumento en la entrada. Lo que argumento en la entrada es que los medios tienen un incentivo a satisfacer los gustos de la mayoría por su tecnología de producción, dejando de lado algunos segmentos del mercado.
«Esto es un sofisma, estimado Leopoldo, una falacia lógica. La posición dominante y monopólica —que es el caso de los medios en Colombia— se puede permitir todo el sesgo que desee, la información más tendenciosa y la invisibilisación.»
R/ Precisamente en la entrada muestro que si hay monopolio se hace difícil evitar algunas de las fuentes de sesgos. Esto es parte de mi argumento. Lo que tu dices no contradice mi argumento ni muestra que es una falacia, lo confirma.
«Además, se nota que no has visto la experiencia refrescante que es Canal Capital. Ahí sí que hay reconocimiento a las diferencias y a las opiniones divergentes. Por ponerte sólo un ejemplo, durante la campaña por la revocatoria de Petro estuvo invitado Pacho Santos durante la mitad de una emisión de El Primer Café.»
R/ La entrada enfatiza que Canal Capital ha sido valioso y refrescante. Pero eso no es razón suficiente para evitar el debate de unos cuestionamientos legítimos: ¿Influyó el gerente del canal en forma indebida en los contenidos? Yo no tengo las respuestas, pero hay elementos de peso que impiden descartar la pregunta fácilmente con un no. El debate es necesario.
Tengoi entendido que en algunos países se exige a los medios de comunicación que tengan un defensor del lector/escucha. La gente puede presentar sugerencias o quejas, y el defensor debe presentar un informe peródicamente para seguir los planteos.
Este sistema puede funcionar bien, independientemente del tipo de moedio de comunicación. Claro que se el defensor hace mal su trabajo, el sistema dejaría de funcionar.