En unos días -el 28 de julio- se cumplirán 100 años del inicio de la Primera Guerra Mundial, el conflicto que se suponía iba a terminar con todas las guerras. La devastación, el sufrimiento y las muertes fueron tales, que la gran mayoría de los analistas y de los expertos vaticinaron que nunca más habría conflagraciones de esa magnitud.
Pero, claro, se equivocaron.
Tan sólo 20 años después se iniciaban las hostilidades en una nueva guerra mundial, tan devastadora como la anterior. Al llegar la paz, en mayo de 1945, el mundo conoció, con incredulidad y espanto, la verdad sobre los campos de exterminio. Hannah Arendt habló de la banalidad del mal, y Curzio Malaparte consignó la frivolidad y la falta de sentido de humor de los alemanes. Pero lo que quedó -o lo que debió haber quedado- fue el horror de lo impensable, de lo que nunca debía repetirse.
Hace unos años, al terminar la Guerra Fría, Francis Fukuyama habló de “el fin de la historia”. Intimó que con la desaparición de la Unión Soviética, el mundo se liberaría de las profundas dicotomías ideológicas del siglo XX, y que ya no habría razones para grandes conflictos. La tinta no alcanzó a secarse sobre el papel cuando se produjo el ataque a las Torres Gemelas y se agudizaron los ataques islamistas sobre Occidente. Después de todo, la historia no había terminado; seguía un camino iniciado siglos atrás, camino con altos y bajos, y con episodios tan significativos como la conquista de España por los moros, las Cruzadas, y las tomas y retomas de Constantinopla. A partir de estos acontecimientos, muchos se burlaron de Fukuyama y de su tesis desgreñada.
Una complacencia peligrosa
Hoy, el mundo enfrenta uno de los momentos geopolíticos más peligrosos que se hayan vivido desde el asesinato del archiduque Francisco Fernando, 100 años atrás.
El mundo es un polvorín, y nadie, o casi nadie, quiere reconocerlo. No lo reconocen los mercados y no lo reconocen los políticos. El precio del oro apenas se empina por sobre los US$ 1.300 y la Bolsa de Nueva York continúa a niveles récord. Impera una complacencia ciega, sorda y peligrosa que sólo ha venido a quebrarse -y esto muy parcialmente- con el avión de Malaysia Airlines derribado sobre Ucrania el jueves recién pasado.
Desde hace 100 años que no había tantas disputas territoriales, conflictos armados, y reyertas étnicas desarrollándose simultáneamente en todos los rincones del mundo. Y lo que es peor, nunca había habido tantos poderes con capacidad nuclear comprometidos en estas contiendas. Las probabilidades de un accidente, de un genocidio, de migraciones masivas y forzadas, de hambrunas, y de bombazos suicidas y sucesivos son elevadísimas. Y a nadie parece importarle.
Las rebeliones en Siria, Kurdistán e Irak cobran día a día más víctimas. Familias completas abandonan sus hogares y emprenden largas marchas hacia campos de refugiados donde viven hacinadas, sin condiciones mínimas de salubridad, y donde pasan hambre, y en unos meses pasarán frío. Y en medio de estas guerras irregulares surgen grupos extremistas cuyas aspiraciones reivindicativas superan lo local y se proyectan en el universo. Talibanes de distinta estirpe, y yihadistas fanatizados que quieren subyugar a las mujeres y vengarse de ofensas que, según ellos, han persistido durante siglos.
Lo peor es que detrás de muchos de estos conflictos hay una enemistad tan profunda como antigua. Un odio sin remedio entre sunitas y chiitas.Odio de origen tribal que hoy día es alimentado por dos naciones-estados repletas de recursos para financiar y alentar el fanatismo: Arabia Saudita e Irán. Nadie en Occidente quiere enfrentarse a los saudís -después de todo, siguen controlando los mayores depósitos de petróleo-, y las sanciones a Irán no parecen hacer mayor mella.
El otro conflicto ancestral en la región -entre palestinos e israelíes- acaba de agudizarse, y ha entrado en un verdadero callejón sin salida.Mientras escribo este artículo, las Fuerzas de Defensa de Israel penetran en la zona de Gaza con sus tanques modernos, sus visores nocturnos, y sus botas firmes. ¿Dónde terminará todo esto? Es una guerra con sólo un ejército, y esa no es una verdadera guerra. Es una invasión unilateral, una ocupación de territorio por la fuerza. Es un conflicto motivado por la venganza, por el deseo de castigar a un pueblo completo por el secuestro y asesinato de tres adolescentes israelíes. Pero, ¿cuándo termina una venganza? El problema es que estos son procesos sin un fin natural o lógico. Ya han muerto cerca de 200 civiles en Gaza, y el conflicto no parece tener un desenlace. Y, claro, los ataques israelíes alimentan a otras conflagraciones, envalentona a yihadistas en otras partes del mundo, y hacen que sea mucho más difícil que Irán acceda a controlar su programa nuclear. Más invasiones, nuevas atrocidades, mayor peligro e inestabilidad. Y a nadie parece importarle.
Hace unas semanas manifesté en estas páginas que, a pesar de las declaraciones rimbombantes y de los discursos con voces graves,Occidente no haría nada contundente después de la invasión rusa a la península de Crimea. Y así ha sido. Ha habido unas minisanciones, es cierto, pero ni Putin ni el pueblo ruso lo han sentido. El conflicto sigue, y bandas de irregulares se han ido adueñando de arsenales sofisticados y letales. Y hace unos días, 298 personas inocentes a bordo de un 777 pagaron con sus vidas por la irresponsabilidad de los políticos.
Y hay más: la crisis política en Afganistán, país atrapado por el tribalismo y sumido en una corrupción de proporciones; las disputas territoriales en el Sudeste Asiático, donde China reclama tierras y control marítimo; y Corea del Norte, gobernada por un tirano de tercera generación, cuyos únicos intereses conocidos son los juegos de video y el básquetbol.
Pero el lugar que a mí más me preocupa y que me mantiene despierto durante algunas noches es Pakistán: una población crecientemente radicalizada, con profundos y fluidos contactos con el Reino Unido, y con un Estado cada vez más débil. Es en Pakistán donde se entrenan -y seguirán entrenando- los terroristas suicidas. Y es muy probable que sean jóvenes paquistaníes con pasaportes británicos los que acechen en los callejones, los que busquen resarcir años de ninguneo y discriminación (verdaderas o percibidas), los que decidan inmolarse por la causa del islam. Y si el Estado de Pakistán cae en manos extremistas, las cosas serían aún más peligrosas; un arsenal nuclear en manos de fanáticos.
Incompetencia
Y en el centro de esta inestabilidad se encuentra la incompetencia diplomática de los Estados Unidos. De la única superpotencia global uno esperaría decisiones inteligentes y bien razonadas. Sofisticación y mesura. Pero no vemos nada de eso. El último gran secretario de Estado fue George Shultz, quien tomó el puesto en 1982. Shultz fue instrumental en darle fin a la Guerra Fría. Desde entonces nada. Sólo improvisaciones y falta de rigor.
Esta falta de competencia en materias geopolíticas llegó a su máximo durante la presidencia de George W. Bush. Ineptitud e ingenuidad. La guerra de Irak fue un error garrafal que destruyó un equilibrio frágil y delicado. Y lo peor es que tanto sufrimiento no ha traído lo que se prometió: en vez de democracia y armonía, hoy prevalecen el terror y la corrupción. Se reemplazó un régimen terrible por otro peor.
A estas alturas, una partición de Irak en tres Estados independientes aparece como la única solución pragmática, la única manera de empezar a remediar los conflictos creados por las fronteras artificiales impuestas en la Conferencia de París de 1919. Esta idea, que fue rechazada de plano hace ocho años, poco a poco empieza a ganar terreno. ¿Solucionará todos los problemas? Desde luego que no, pero es posible que si se implementa adecuadamente, y bajo el monitoreo de una coalición internacional, empiece a bajar la tensión en el lugar más conflictivo del mundo.
Pero para alcanzar la paz y la estabilidad se necesitará mucho más que eso; se necesitará diplomacia activa, ideas audaces, nuevos paradigmas, y respeto por las culturas y tradiciones locales. Desafortunadamente, la posibilidad de que esto suceda, al menos en el corto plazo, es muy baja. Y así seguiremos viviendo sobre un polvorín, al borde del abismo. ¿Cuándo se reconocerá masivamente este peligro? No lo sé, pero cuando suceda, la economía mundial reaccionará con pánico. De eso estoy seguro.
Me parece un poco exagerado el analisis. Yo tiendo a compartir la opinion de Steven Pinker, que basado en informacion estadistica, afirma que «Violence has been in decline over long stretches of time», «and we may be living in the most peaceful time in our species’ existence». En el sitio web de Max Roser puede verse muy bien sintetizada esta posicion en data. http://ourworldindata.org/roser/presentation/online/RiseOfPoliticalFreedomAndTheDecreaseOfViolence/RiseOfPoliticalFreedomAndTheDecreaseOfViolence.html#/title-slide
Desde una simple opinión de lector , sin conocimiento específico en geopolítica y sociología, el comentario resume sin exagerar . Pareciera mas difícil de comprender la estadística que utiliza Steven Pinker para decir que la violencia global viene declinando en relación con los 100 años referidos desde la primera guerra mundial . Basta sumar noticias cotidianas y realidades geopolíticas.
Ahora , en cuanto a los mercados específicamente , sin duda que la exaltación de la tan promocionada teoría «de las percepciones emotivas de los inversores » sumado a la masa fenomenal de efectivo en disponibilidad rotando por la aldea global , la sofistificación de nuevos productos financieros , la cantidad de plataformas de trading para operar en distintos lugares del mundo que han disminuído la hegemonía de Wall Street y algún otro factor conforman un combo que hizo caer en desuso las viejas reglas utilizadas por los pequeños inversores para mantener actualizados sus ahorros .
Por último no se puede dejar de mencionar en todo el mundo , amplios sectores de la sociedad que están fuera del sistema y son reclutados para todo lo relacionado con hábitos de vida que están fuera de la racionalidad existente en otros tiempos ,aún dentro de lo que se consideraban delitos graves . Las sociedades no puede generar hombres de paz e ilustrados como estadistas , salvo excepciones europeas . Solo se controla el corto plazo hasta las elecciones que vendrán ,sin planificación posible a largo plazo . Lo urgente tapa la planificación del mediano plazo siquiera . La gran responsable es la política y sus líderes globales , como ocurre en muchas actividades . Hay talentos jóvenes pero no alcanzan a filtrar determinadas posiciones o se dedican a explotar sus virtudes en emprendimientos privados fuera de la política .
En la economía mundial hay pánico y esperanza alternando y rotando a diario por todo el planeta.
Parece un articulo escrito con poco conocimiento real de los hechos como se suceden en cada uno de los conflictos. Al menos en el caso de Israel y los palestinos, en el cual se le olvido mencionar los bombardeos constantes (desde hace 12 anos) que sufre la poblacion civil israelí por parte de Hamas. ¿Un solo ejercito? ¿y quién cree que mata a los soldados israelíes?¿Quién tira los misiles contra Tel Aviv y las otras ciudades israelies?
¿Ud cree realmente que la operación actual en Gaza es por venganza del asesinato de los tres chicos?
La realidad es que Israel tiene frente a sus fronteras un enemigo que ha declarado cada vez que puede su intención de destruirlo; que cada vez que ha podido elegir entre la vida y la muerte, ha elegido la muerte; que en lugar de transformar el territorio que obtuvieron en 2005 (luego de la retirada total de Israel de la franja de Gaza) en un posible paraíso en la tierra lo convirtieron en un infierno de túneles para realizar asesinatos en masa, como los que cruzan por debajo de la frontera para desembocar en las puertas de los kibutz. La lucha de Israel es la lucha contra el islamismo fanático, el mismo de ISIS, de los talibanes, de Boko Haram y el mismo que se esta gestando en Europa, en los suburbios de Paris, de Bruselas y de Londres.
Estoy de acuerdo con Sebastián Edwards. Hay demasiadas situaciones riesgosas en el mundo hoy día, y, lamentablemente, la posición de US se ha vuelto ambivalente y limitada por el ascenso económico Chino.
Muchas veces pensé en la evidencia antropológica sobre la evolución de la violencia. Es cierto que la proporción de muertes violentas sobre el total ha caído, dramáticamente. Sin embargo, no creo que ello contradiga el punto central de la entrada. Existe siempre, en un mundo proliferado por armas químicas y nucleares, cierto riesgo, quizás imposible de cuantificar, pero no imposible de cualificar, de que ocurra un evento catastrófico. Según la entrada, ese riesgo ha aumentado.