Jornada escolar completa: Una política concreta, lograble y efectiva

El pasado 3 de diciembre, con la publicación de los resultados de las pruebas PISA 2012, los colombianos recibimos una noticia poco halagadora: del grupo de países que presentan las pruebas, somos el cuarto con resultados más bajos. A pesar de la importancia de mejorar la calidad de la educación en el país, no parece haber claridad en cómo alcanzar este objetivo. En un intento por tender un puente entre la evidencia empírica y los diseñadores de política pública, en días recientes 15 economistas (incluido el que escribe) divulgamos una carta de poco más de una página dirigida a los candidatos a la presidencia con una recomendación muy concreta: universalizar la jornada escolar completa.

El tema de la jornada completa es un viejo anhelo de la educación básica en Colombia. Por lo menos desde mediados de los años 90 el Estado ha intentado fijarse como meta abandonar la doble jornada y pasar a jornada única. A pesar de lo anterior, al cierre de viagra online overnight 2012 menos del 20 por ciento de los estudiantes de colegios públicos estaban en jornada completa.

En la mencionada carta se resumen los resultados de tres artículos sobre los efectos positivos de la jornada completa en Colombia. Dos sobre los puntajes en pruebas estandarizadas de Leonardo Bonilla y Diana Hincapié, y otro sobre reducciones en deserción escolar de Sandra García, Camila Fernández y Christopher Weiss.

Claramente, el que en los artículos mencionados se hayan encontrado efectos deseables no quiere decir que en una eventual expansión de la jornada completa, se vayan a observar necesariamente los mismos resultados. Cómo se implemente la política es fundamental. Probablemente el factor que más atención debe recibir es el

aumento de las horas docentes. Este aumento podría darse a partir de un aumento de la planta de personal, o un incremento de la jornada laboral de los docentes actualmente activos.

En cualquier caso, se podría observar un deterioro de la calidad docente como consecuencia de extender la jornada completa. Aunque el tema de la calidad docente merece una nota aparte, vale la pena mencionar que el nuevo estatuto docente, que actualmente rige a más o menos un tercio de los maestros, cuenta con instrumentos importantes para seleccionar y motivar docentes, instrumentos cuyo potencial hasta ahora no se ha aprovechado en su totalidad. Afianzar el uso de estos instrumentos podría ser el camino no sólo para evitar un deterioro de la calidad docente asociado a la ampliación de la jornada escolar, sino incluso mejorarla.

Por otra parte, universalizar la jornada completa acarrearía esfuerzos de tal magnitud que habría que hacerlo gradualmente. Sería bueno aprovechar esta gradualidad para evaluar efectos no contabilizados en los estudios mencionados, como impactos sobre crimen y otros comportamientos riesgosos.

¿Y eso como cuánto vale?

Para empezar hablemos de los costos de infraestructura, que más o menos son de una sola vez. De acuerdo con los cálculos de Leonardo Bonilla, construir los colegios necesarios para dar cobertura total en jornada completa costaría 7,5 billones de pesos. Lo que algunas veces se denomina ingresos de capital, o no corrientes, serían una buena fuente. Tal vez ahora que los recursos de regalías se están distribuyendo de una manera más equitativa a lo largo del país, podrían utilizarse para financiar la construcción de estos nuevos colegios. Suena trillado, pero ¿qué mejor manera de gastarse los ingresos por recursos no renovables que invirtiendo en capital humano?

Digamos que eso es lo menos complicado, lo difícil son los gastos corrientes, pues implican un egreso para la posteridad. Felipe Barrera, Darío Maldonado y Catherine Rodríguez estiman que los costos por alimentación y nómina docente ascenderían, respectivamente, a 1 y 2,75 billones de pesos al año.

En cuanto a los costos de alimentación, creo que al menos hay que estudiar la posibilidad de que en parte sean financiados por las familias. Los almuerzos podrían estar subsidiados de manera progresiva, de acuerdo al nivel del SISBEN al que pertenezca cada niño.

Respecto a los costos de nómina docente, es bueno aclarar que la estimación corresponde a una proyección lineal de los costos actuales, por lo que es posible que a partir de una negociación con los docentes se pueda llegar a unas cifras menores, aunque no mucho.

Un pacto por la educación

En las últimas semanas una iniciativa ciudadana para mejorar la calidad de la educación ha recibido mucha atención por parte de medios de comunicación y candidatos en campaña. Una de las estrategias que se resaltan para mejorar la calidad de la educación es, precisamente, ampliar la jornada escolar. Entiendo que varios de los congresistas elegidos en las pasadas elecciones, así como algunos candidatos a la presidencia, han firmado este acuerdo. Enhorabuena.

Sería bueno que los candidatos que decidan comprometerse a ampliar la jornada escolar nos contaran cómo lo van financiar. Ojalá sean precisos y nos hablen de cobrar más impuestos, o reducir otros gastos para pagar estas inversiones.

Probablemente sea muy ingenuo pensar que se van cobrar más impuestos. La educación superior le dio una importante lección a la básica en este frente, consiguiendo el año pasado cerca de 3 billones de pesos entre impuesto e impuesto. Es una lástima que niñitos de primero y segundo de primaria sean muy chicos para conseguir lo que han logrado sus pares universitarios.

Reducir otros gastos de pronto es lo más viable, ¿pero cuáles? Quedamos a la espera de las ideas de los candidatos.

Hagamos esto

En Colombia, y en muchas partes, existen problemas de comunicación entre la academia y las políticas públicas, o mejor dicho entre la academia y los políticos. No siempre es sencillo dar recomendaciones claras de política y cuando se hacen, usualmente vienen de la mano con todo un paquete adicional de cosas por hacer, que muy seguramente sobreestiman la capacidad de asimilación y ejecución de los encargados de la implementación. Este no es el caso. Expandir la jornada completa es una política concreta, cuya implementación es relativamente clara de adelantar y con efectos documentados. Ojalá sea escuchada.

 

Referencias

Felipe Barrera-Osorio & Darío Maldonado & Catherine Rodríguez (2012). Calidad de la Educación Básica y Media en Colombia: Diagnóstico y Propuestas. Documentos CEDE 010321, Universidad De Los Andes-CEDE.

Sandra García, Camila Fernández y Christopher C. Weiss (2013). Does lengthening the school day reduce the likelihood of early school dropout and grade repetition: Evidence from Colombia.

Documentos de Trabajo EGOB No. 7.

Leonardo Bonilla (2011). Doble Jornada Escolar y Calidad de la Educación en Colombia. Coyuntura Económica 41(1)66-103.

Diana Hincapié (2014). Do longer schools days improve student achievement? Evidence from Colombia.

Unpublished manuscript.