Al celebrar el centenario de su independencia en 1910, Argentina era una de las naciones más ricas de la tierra. Treinta años antes de este hito y cuarenta y cinco años después, su ingreso per cápita apenas alcanzaba la mitad de aquel del líder global. La riqueza vino y se fue. ¿Nos pasará lo mismo con la riqueza del petróleo no convencional?
Al celebrar sus cien años de historia, Argentina era uno de los países más ricos del mundo. Su ingreso superaba el 80% del ingreso de los líderes del momento, el Reino Unido y Estados Unidos, y superaba el de muchas de las potencias actuales. Mucho se ha escrito sobre la decadencia argentina. El libro, Argentine Exceptionalism, editado por Rafael Di Tella y Edward Glaeser, y el artículo del 15 de febrero en The Economist sobre la tragedia argentina son ejemplos recientes. Identificar “la razón” de la decadencia argentina es una tarea muy dificil. En palabras de Rafael Di Tella, cuando una persona ha sido el blanco de 700,000 balas es difícil identificar la bala que lo mató.
En esta nota quiero explorar la idea que el país desarrollado del centenario jamás existió: era solo un espejismo que reflejaba el alto ingreso medio de su población o la desmesurada riqueza de unos pocos (ver Engerman and Sokoloff (2002)). A fin del siglo XIX Argentina se encontró en la feliz situación de que el mundo, en particular el Reino Unido, descubrió el “oro verde” de la pampa húmeda e innovaciones en el transporte hicieron rentable su exportación. Mientras el apetito del mundo por los granos y la carne argentina duraron, Argentina era una fiesta. Sin embargo, las disrupciones del comercio atlántico durante las dos guerras mundiales y la crisis de los años 30, así como el desplazamiento del centro de gravedad económico global del Reino Unido hacia los Estados Unidos (un productor agrícola) cambiaron todo esto. Al finalizar la segunda guerra, el mundo dejó de demandar nuestro “oro verde” y Argentina no alcanzó a aprovechar los años de bonanza para lograr un desarrollo humano equitativo de su población.
La figura 1 narra esta historia con algunos números. La misma combina datos compilados por Osvaldo Ferreres con otros compilados por el proyecto Maddison. La línea de la figura muestra el ingreso per cápita de la Argentina como fracción del ingreso per capita líder del momento, Gran Bretaña y después Estados Unidos. La figura muestra que hasta 1880 el ingreso argentino era aproximadamente la mitad del imperante en el Reino Unido. A partir de 1880 el país experimenta un rapidísimo ascenso en su posición relativa en el ingreso de las naciones, alcanzando el 87% del ingreso de EEUU en 1908. El gráfico también muestra el devastador impacto de la interrupción del comercio durante las dos guerras mundiales. Poco después de la segunda guerra mundial Argentina vuelve a un nivel de ingreso per cápita similar al de los primeros 70 años de su vida independiente. La caída posterior, entre 1975 y 1986, la consecuencia de una secuencia de malas políticas económicas, es harina de otro costal.
Una pista acerca de la diferencia entre Argentina y otras naciones periféricas agroexportadoras la podemos ver en la Figura 2, de Lucas Llach (2013), que muestra la gran diferencia en alfabetización entre Argentina y los países que Angus Maddison denominó como “retoños occidentales” (Australia, Canada, EEUU y Nueva Zelanda), que duplicaban la tasa de alfabetización de Argentina. Aún comparando las ciudades de Buenos Aires y Chicago, Campanante y Glaeser (2013) encuentran grandes diferencias en el capital humano de estas ciudades a principios del siglo XX. Esta base de capital humano le permitió a Chicago un desarrollo industrial basado en la innovación que Buenos Aires jamás logró. La distribución inclusiva de un alto nivel de capital humano también es un ingrediente fundamental para el desarrollo institucional y la adopción de buenas políticas que Argentina no logró a pesar de sus loables esfuerzos. La rápida tasa de alfabetización posterior a 1880 es notable. En 1880 Argentina tiene la mitad de la tasa de alfabetización del sur europeo y lo supera al entrar al Siglo XX. En medio siglo mas que triplica su tasa de alfabetización. Mas aún, la inversión en la misma es mas rápida en las provincias mas postergadas (Llach, 2007). Lamentablemente, el nivel inicial era tan bajo que, a pesar de importantes esfuerzos, no logramos alcanzar un desarrollo humano acorde a nuestro nivel de ingreso. Al cerrarse el comercio agropecuario no teníamos la base industrial innovativa y diversificada que un alto capital humano posibilita.
Argentina en 2014 está en una situación similar a la de la Argentina de 1880. Un país con un capital humano escaso e inequitativamente distribuido a punto de experimentar un shock de riqueza considerable a partir de la explotación de los yacimientos de gas y petróleo no convencionales (ver Vaca Muerta y el Futuro de la Argentina).
Algunos números bastan para descibir los desafios del desarrollo humano que enfrenta la Argentina. La mitad de los alumnos de 15 años alcanza habilidades cognitivas (pruebas PISA) que son consideradas básicas en paises desarrollados (ver La Mala Educación con Julian Kozlowski), el 60% de la población más pobre de entre 20 y 30 años no terminó la esucela secundaria (ver Apagón Educativo de Mariano Narodowski) y el 70% de los niños menores de 5 años crece en el 40% de hogares más pobres con padres que apenas terminaron la escuela primaria (Educacion y la Distribución del Ingreso de los Niños con Julian Kozlowski). Dado el poder del capital humano para predecir el ingreso per cápita futuro (ver Glaeser, Education Last Century, and Economic Growth Today en New York Times) estos datos son preocupantes.
La figura 3 de esta nota compara la evolución del ingreso per cápita relativo de la Argentina con dos países petroleros sin una base amplia de capital humano: Arabia Saudita y Venezuela. El año pico en el ingreso per cápita relativo de estos dos países es 1958 para Venezuela y 1975 para Arabia Saudita. El eje del tiempo en esta figura está centrado en el año pico. Números negativos son los años anteriores al pico de cada país y números positivos son los años posteriores. Los datos muestran como el desarrollo de la Argentina del centenario comparte un patrón parecido al de estos países.
Argentina está en la antesala de una segunda gran oportunidad para pegar un salto al desarrollo a partir de un regalo de la naturaleza. En este caso es el petróleo en vez del campo. Es el desafío de nuestra sociedad utilizar estos recursos para lograr un desarrollo humano inclusivo que siembre el desarrollo económico aún después que esta riqueza petrolera se agote.
Referencias:
Bolt, J. and J. L. van Zanden (2013). The First Update of the Maddison Project; Re-Estimating Growth Before 1820. Maddison Project Working Paper 4
Felipe Campanante y Edward Glaeser, Yet Another Tale ofTwo Cities: Buenos Aires and Chicago, Capítulo 2 en Di Tella et al (eds) Argentine Exceptionalism, 2013.
Rafael Di Tella y Edward Glaeser (eds), Argentine Exceptionalism, manuscript, 2013
Rafael Di Tella, Edward Glaeser y Lucas Llach, Exceptional Argentina, Introducción a Rafael Di Tella y Edward Glaeser (eds), Argentine Exceptionalism, manuscript, 2013
Stanley L Engerman, Kenneth L. Sokoloff, Factor Endowments, Inequality, and Paths of Development Among New World Economics, NBER Working Paper No. 9259,
October 2002
Osvaldo Ferreres, Dos Siglos De Economia Argentina 1810 – 2010, Datos online
Lucas Llach, Newly Rich, Not Modern Yet: Argentina Before the Depression, Capítulo 1 en Di Tella et al (eds) Argentine Exceptionalism, 2013.
Lucas Llach (2007) «The Wealth of the Provinces: Buenos Aries, the Interior and the Political Economy of Argentina» Harvard Ph.D. dissertation»
Nunca fuimos un país desarrollado, simplemente estuvimos de moda cuando la pampa húmeda estaba de moda y punto. Ahora hay un retome de nuestros términos de intercambio, y no estamos tan mal. Cuando la Argentina, el 6.9.30 quiebra el sistema institucional democrático con anuencia de la acordada de la corte, pierde la oportunidad de intentar el camino de apego a la CN que hubiera sido, tal vez , la matriz de una Nación desarrollada. Tenemos hardware y no supimos construir el software del sistema político y cultural (en el sentido antropológico) que no llevara al desarrollo.
La verdad que fue algo mas que una moda, pero en todo lo demás su aseveración es totalmente correcta.
Habría que ver como el ultimo párrafo justifica que se pueda lograr un desarrollo económico y no culminar en la tan citada enfermedad holandesa. Mi primera impresión seria que con políticas de esterilización y otras, dicho destino es evitable, a pesar de que los muchachos de la FED de Cleveland no estén muy de acuerdo en la efectividad de la esterilización para modificar el tipo de cambio (http://www.clevelandfed.org/Research/workpaper/2001/wp0110.pdf)