Una nueva camada de legisladores, sumamente ideologizados e ignorantes, ha llevado a los Estados Unidos al borde del precipicio de incumplir sus compromisos fiscales el 2 de agosto.
Nuevamente se ciernen nubarrones sobre la economía mundial, nubarrones que podrían derivar en una tormenta aún más devastadora que la crisis de 2008 y 2009.
Lo que hace unos meses parecía un escenario imposible, hoy ya no se puede descartar. Y aun cuando lo más probable es que se llegue a un acuerdo de última hora, el grado de parálisis del sistema político estadounidense no permite ser optimista respecto de la evolución que tendrá la economía más grande del mundo en años venideros. La combinación de recortes presupuestarios e incrementos de impuestos que se requieren para enfrentar los costos de la seguridad social exceden los montos considerados en todas las propuestas que se han hecho.
Los problemas económicos de Europa son tanto o más profundos que los de Estados Unidos. Casi todos los analistas concuerdan en que un default de deuda por parte de Grecia es inevitable, el problema es la incertidumbre sobre cómo se distribuirá el costo de reestructurar la deuda griega y cuáles serán las repercusiones. ¿Abandonará Grecia el euro? ¿Se descapitalizará el Banco Central Europeo? Los gobiernos europeos no logran ponerse de acuerdo, crispando los nervios de los inversionistas quienes sobrerreaccionan ante noticias que en tiempos normales pasan inadvertidas. Lo cual amenaza con contagiar a España e Italia, economías mucho más grandes y relevantes que la griega, donde un eventual default tendría un impacto considerable sobre la economía mundial.
En Chile, en cambio, estamos con la economía creciendo rápidamente y con el precio del cobre por las nubes. La pregunta es si estamos preparados para una nueva crisis internacional. La respuesta es que no lo suficiente y que nos estamos moviendo en la dirección equivocada.
Desde 1990 en adelante la política fiscal chilena se fue consolidando como uno de los pilares de nuestra política económica, con prácticas e instituciones cada vez más sofisticadas. Superávit fiscal durante la mayor parte de los 90, seguido de la Regla de Superávit Estructural y la Ley de Responsabilidad Fiscal durante la década siguiente, todo lo cual permitió grados crecientes de ahorro de recursos fiscales en tiempos de bonanza para gastarlos en años de vacas flacas.
La parte difícil para los gobiernos es ahorrar en años de bonanza, gastar en tiempos difíciles siempre es atractivo. Basta recordar la enorme presión sobre el gobierno anterior, tanto de la Concertación como de la Alianza, para gastar los ingresos fiscales del boom de recursos naturales durante los primeros años de su gestión. La presidenta Bachelet resistió estas presiones, a pesar de contar con niveles bajos de aprobación, aportando más de 13 mil millones de dólares al Fondo de Estabilización Económica y Social (FEES) durante el 2007. Lo cual le permitió incrementar el gasto fiscal durante el año 2009, incluyendo transferencias a los hogares más pobres cuando más lo necesitaban, legitimando la política fiscal contracíclica en toda la sociedad chilena.
No es casualidad, entonces, que en un informe publicado esta semana la agencia evaluadora de riesgo Moody’s sugiriera a los Estados Unidos emular la regla fiscal chilena.
El actual gobierno también ha contribuido al proceso de maduración de la política fiscal chilena. El Comité Asesor para el Diseño de una Política Fiscal de Balance Estructural de Segunda Generación para Chile, presidido por Vittorio Corbo, publicó recientemente su informe final, donde destacan las lecciones que extrae de la crisis financiera mundial. El informe concluye que la regla debiera ahorrar más en años buenos para poder gastar más en tiempos de crisis.
Luego del devastador terremoto de febrero de 2010, se justificó destinar cuantiosos recursos fiscales a la reconstrucción. Ya ha transcurrido un año y medio desde entonces. Teniendo en cuenta los ingresos fiscales excepcionales de este año, la importancia de que la regla fiscal ahorre más en tiempos de altos ingresos y los nubarrones que se ciernen sobre las economías desarrolladas, ha llegado el momento de hacer aportes sustanciales al FEES, más allá del pequeño superávit proyectado para este año.
Desgraciadamente, hace unos días el ministro de Hacienda anunció medidas que apuntan en la dirección contraria, cuando dijo que los cuatro mil millones de dólares que destinará el gobierno a mejorar la educación saldrán principalmente del FEES.
El gobierno planea gastarse los fondos que tenemos para años de vacas flacas en pleno período de vacas gordas, con el precio del cobre y los ingresos tributarios en niveles muy altos. Esto es irresponsable y puede tener consecuencias muy dolorosas, pues dejará a Chile en una situación debilitada para enfrentar una nueva recesión.
La crítica anterior no es un argumento en contra de reformas en la educación, pero sí es un llamado a financiarlas de manera responsable. La mayor parte de los gastos adicionales serán recurrentes en el tiempo, como lo son los gastos comprometidos para otras políticas aprobadas recientemente o en trámite. La manera responsable de financiar incrementos de gasto recurrente es con fuentes de ingreso que también son recurrentes, lo cual significa ya sea reducir otras fuentes de gasto o aumentar los impuestos (lo que en Chile se conoce eufemísticamente como una «reforma tributaria» ) .Una de las principales promesas del gobierno de Piñera fue mejorar la gestión pública, por lo cual sería interesante conocer la cantidad de recursos que se han liberado gracias a eventuales mejoras de gestión y saber si alcanzan para financiar la reforma educacional, el posnatal y la eliminación del 7% en salud de los jubilados. Si no alcanza, el gobierno debiera considerar un incremento de impuestos.
Mientras redacto esta columna (jueves 21 de julio) llegan noticias positivas respecto de los nubarrones más inmediatos, tanto en Europa como en los Estados Unidos. No obstante lo anterior, los problemas de fondo seguirán presentes por varios años, por lo cual no me parece exagerado afirmar que la probabilidad de una nueva crisis internacional durante los próximo 5 años es de al menos un 25%. Lo cual justifica aprovechar que el clima en Chile está soleado para ahorrar recursos fiscales y así estar preparados para futuras tormentas.
Felicitaciones Prof. Engel por el artículo. La suya es una excelente advertencia que pocos han visto en materia de los efectos que esta decisión tiene, no sólo en términos de su impacto sobre el FEES sino también en términos de los incentivos que se generan a partir de ella. Si nadie alza la voz en contra de defender la intangibilidad del FEES en épocas de vacas gordas, ¿cómo podremos asegurarnos que la próxima vez que se necesite financiamiento para otro problema el dinero no provendrá de él? ¿podría volverse esto recurrente en el gobierno de Piñera? Felicitaciones nuevamente por el approach.
Eduardo, muy buen post. Gracias. Como tú bien señalas, los agentes económicos desean reducir la volatilidad de su gasto agregado. El gobierno puede contribuir con ello si lleva adelante una política fiscal contra-cíclica. Lamentablemente, la mayoría de los gobiernos no hacen esto. Alguna vez elogie a Chile por ser el único país en LAC que si lo hacía ya que desde 2001, la política fiscal chilena se había guiado por una regla de balance estructural. Es una pena saber que está sana política fiscal este siendo abandonada por el actual gobierno. Más aun, teniendo en cuenta que esta había dado buenos resultados políticos. Al irse del gobierno, la popularidad de la presidenta Bachelet se encontraba en su máximo histórico. Cuando asumió la presidencia en 2006, aproximadamente el 54% de la población tenía una imagen positiva de Bachelet. Luego de dos años de gestión, la mandataria socialista tenía una imagen positiva de sólo el 42% de la población. Sin embargo, beneficiada por el manejo local de la crisis internacional, el respaldo a la gestión de Bachelet luego trepo hasta casi alcanzar el 60% de la población. El apoyo a Bachelet comenzó a crecer en momentos en los que se agudizó la crisis financiera global y se anunciaron en Chile varios paquetes de ayuda fiscal.
Desde el reino de la irracionalidad, aporto esta comparación. Es interesante contrastar la política fiscal chilena con la política fiscal argentina, la cual ha sido, desde el 2005, notablemente expansiva (nótese que en Argentina, hasta los subsidios al consumo de servicios públicos, que de por sí eran irracionales, terminaron siendo pro-cíclicos). Si hubiésemos seguido una política de balance estructural como la chilena, entre 2005 y 2007 hubiésemos ahorrado aproximadamente entre 5 a 6% del PBI (ver Economista Serial Crónico, 24 de Noviembre de 2008). Si durante la crisis de 2008-2009 hubiésemos dispuesto de ese ahorro en un fondo de estabilización (como si lo dispuso Chile), otro hubiese sido el escenario económico y político del país.
¿Un lector podría preguntarme, pero a Argentina no le fue tan mal? ¿También hizo política expansiva durante la crisis mundial, y aun después de lo peor de la misma –hasta ahora? Si, pues encontró un “fondo de estabilización” —que quede claro, no lo era–, llamados fondos de pensión, y paso a usar no solo el flujo del mismo, sino también parte del stock en gasto corriente. Ya enfrentaremos los costos de esto en el futuro … y además, pasamos a un régimen de alta inflación que financia parte del gasto de gobierno!
eclac.orgAl respecto de lo que plantea el Prof. Galiani para el caso argentino, aporto una contribución al debate que elaboramos a fines del año pasado en la Universidad Nacional de Córdoba junto con el Dr. Alejandro Gay. http://www.eclac.org/ilpes/noticias/paginas/1/41751/Gay_Escudero_2010_ARG_doc.pdf
En el trabajo no sólo se observa la rápida erosión del resultado estructural positivo a lo largo de los últimos años sino que también se introduce una breve discusión acerca de la posibilidad de implementar esta regla en el país. Saludos!
Eduardo, me permito agregar a tu excelente entrada que la acumulación de activos en el largo plazo por parte de los gobiernos en países emergentes es en si misma una fuente de crecimiento como lo destacamos al inicio de Foco Economico (https://dev.focoeconomico.org/?p=72) citando un artículo de Manuel Amador y Mark Aguiar (Growth in the Shadow of Expropriation).
Dada la coyuntura internacional también surgen otros interrogantes no menores. Invertimos el ahorro público en deuda pública de EEUU? En una cartera diversificada de acciones globales? o en el capital humano de los chilenos? Yo me inclino por una cartera de títulos públicos de bajo riesgo y alta liquidez dado que en períodos de crisis la liquidez es la reina, pero estoy seguro que mas de una persona argumentará que ese seguro es muy caro. Una buena respuesta a este debate es que el sovereign wealth fund con el rendimiento mas alto de 2008 creo que fue el chileno (justamente por no ser negativo).
[…] Desde 2001, la política fiscal chilena se ha guiado por una regla de balance estructural (aunque en los últimos años esta política parece haberse relajado). El balance estructural del sector público refleja el balance presupuestario que se produciría […]