El Flagelo del Trabajo Infantil

Desde principios del siglo XIX las sociedades más avanzadas han hecho un gran esfuerzo para erradicar el trabajo infantil. De hecho ha sido un objetivo clave tanto de los gobiernos como de las cada vez más activas organizaciones que protegen los derechos de los niños. Sin embargo, a pesar de la espectacular prosperidad económica generada en este período, el problema está lejos de haber sido solucionado: según estimaciones recientes hay aproximadamente 200 millones de niños (en edades de 5 a 17 años) que realizan algún tipo de trabajo (Basu and Tzannatos (2003)). Para el caso argentino, los datos del 2004 de la Encuesta de Actividades e Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA), registran que trabajan el 6,5% de los niños de 5 a 13 años mientras que en el grupo de adolescentes de 14 a 17 años trabajaron el 20,1%.

A nivel global, la evolución fue muy dispar. Dado que se ha evidenciado una importante reducción del trabajo infantil en las naciones desarrolladas, el problema se ha concentrado en los países menos avanzados. Como muchos autores interpretan, esto puede haber querido decir que simplemente se ha trasladado el trabajo infantil desde el primer grupo países al segundo.

A.     La Economía  del Trabajo Infantil

El argumento principal para comprender el trabajo infantil (TI) señala que las familias envían sus niños a trabajar por situaciones de pobreza; o sea, la utilización alternativa del tiempo de los chicos, escolarización y ocio, son bienes de lujo (Basu and Hoang Van (1998)). Entonces los padres hacen trabajar a sus hijos solo cuando son impulsados por circunstancias económicas muy desfavorables. Hay una cantidad sustancial de evidencia que parece justificar este afirmación (ver Basu and Tzannatos (2003)) y sus referencias).

En un ejemplo muy simplificado, supongamos que una familia necesita un ingreso mínimo de subsistencia s. Si el ingreso de los adultos está por encima de s, los padres no mandan los niños a trabajar; la oferta de horas de TI es cero. Si cae por debajo de s, sin embargo, comienza a enviar a sus hijos a trabajar. Cuanto más pobre, más tiempo de sus hijos es ofrecido en el mercado de trabajo.  Por último, la oferta se torna totalmente inelástica al nivel de total empleo de los niños del hogar. La peculiaridad de esta situación es que la curva de oferta de trabajo infantil tiene pendiente negativa. Dada una demanda de TI, pueden surgir equilibrios múltiples con diferentes niveles de TI e ingresos familiares totales. Como se discute abajo, esto daría margen para políticas públicas que puedan erradicar TI pero también pueden exacerbar la situación de pobreza de estas familias.

Los beneficios de enviar un chico a trabajar son obvios: generan un ingreso familiar extra. Lo que no es tan fácil de medir o identificar son sus costos. Por un lado, un niño que trabaja adquiere menos capital humano y consume menos ocio. La evidencia sugiere que este es el caso en economías en desarrollo. El siguiente grafico muestra la performance relativa en exámenes de lengua y matemáticas de alumnos en América Latina que trabajan con respecto a los que no trabajan.

Cuando los niños son enviados a trabajar en vez de educarlos (o los jóvenes deciden trabajar en vez de educarse), estas decisiones dependen de la percepción de la calidad de las escuelas y de su impacto en el futuro ingreso en el mercado laboral. En Argentina, por ejemplo, a partir de los 14 años los adolescentes ven más atractivo incorporarse al mercado laboral que seguir con sus estudios, más porque perciben que la escolarización a la que tienen acceso incide relativamente poco en lo que serán sus ingresos futuros que por lo atractivo de los trabajos a los que tienen acceso. De hecho, estos trabajos suelen ser muy precarios como resume el siguiente cuadro.

Finalmente, está el costo de la estigmatización social de enviar un hijo a trabajar, el cual se supone que es menor cuanto mayor es la cantidad de niños que participan y trabajan en el mercado laboral. La dependencia de una decisión individual de una norma social de este tipo hace posible la existencia de múltiples niveles de TI en equilibrio. Entonces, dos sociedades idénticas pueden terminar con niveles diferentes de TI, los cuales tienden a persistir.

B.     Restricciones al TI

En el simple ejemplo anterior donde la curva de oferta de TI tenía pendiente negativa, habíamos detectado la posibilidad de que potencialmente varias combinaciones de trabajo-ingreso resultaran un equilibrio, entonces las regulaciones eran un instrumento a ser considerado si el objetivo era erradicar el TI. Sin embargo, la situación es delicada porque si la demanda de trabajo de este tipo familias poco calificadas en relativamente baja, en realidad abolir el TI puede llevar más pobreza a estas familias poniéndolas en situaciones límites en términos de subsistencia. Entonces para garantizarse que no se está en realidad haciéndole más daños a quienes se quieren beneficiar, es necesario implementar políticas públicas complementarias que garanticen que estos hogares podrán lograr el nivel de subsistencia mínima sin necesidad del ingreso aportado por los niños.

Desde el punto de vista de la economía política, porque algunas economías adoptaron restricciones al TI mientras otras con características similares muestran una mayor tolerancia?  En un reciente trabajo, Doepke and Zilibotti (2005) estudian la economía política de las restricciones al TI. Estas por un lado favorecen a los trabajadores no-calificados ya que estos dos tipos de trabajos son sustitutos; por otro lado, sin embargo, el ingreso de estas familias con trabajos no calificados depende de lo que aporte el trabajo de los niños. Esto hace que las preferencias por distintas grados de restricciones no sean monótonas y así pueden surgir múltiples equilibrios.  Básicamente, equilibrios con bajo ingreso per cápita, desigualdad y pocas regulaciones al TI coexisten con otros con mayor ingreso distribuido mas igualitariamente donde el TI está legalmente restringido. Estos autores muestran que, por ejemplo, una alternativa para la selección política endógena del primer tipo de equilibrio sería  una mejora en la calidad de la educación que los niños de estas familias pueden acceder.

El mensaje general seria, entonces, que hay un consenso sobre que la voluntad de erradicar el TI tiene que ir acompañada de políticas públicas cuidadosamente seleccionadas para que provean los incentivos correctos para que estas medidas sean efectivamente seleccionadas por los votantes y que además cumplan con su propósito que es el de proteger a los niños del TI.

C.     Conclusiones (¿?)

Un sociedad realmente más igualitaria, con un mayor grado de movilidad social, con políticas de estado enérgicas para proteger a los más desamparados como pueden ser los menores de edad es, en mayor o menor medida, el ideal de sociedad que todos tenemos.

Aislar las restricciones legales al TI infantil de otras políticas públicas puede ser un gran error y llevar a una frustración.  Es necesario combinar restricciones en TI con la provisión de los incentivos correctos más la asistencia del estado a las familias más vulnerables a estas situaciones. Programas de asistencia social atados a la obligatoriedad de retirar a los niños del mercado de trabajo, mandarlos a la escuela responsablemente, someterlos a chequeos médicos periódicos, etc. deberían ser combinados con una política educativa responsable que tenga como prioridad la educación seria de las generaciones futuras.  El reciente programa de Asistencia Universal por Hijo (discutido en FE por Cruces y Gasparini) parece una oportunidad histórica. Si bien fue implementado de una manera desordenada, no deberíamos dejarlo fracasar y sumar una nueva frustración. Es necesaria una urgente y responsable discusión sobre las reformas necesarias de este programa más medidas complementarias en el sector educativo que logren atacar de lleno el flagelo del TI.

Espero que la próxima vez que le de unas monedas a ese chico de la edad de mi hijo que tira pelotitas por el aire, en vez de sentir alivio, sienta vergüenza.

Referencias

  • Basu, Kaushik and Pham Hoang Van, 1998. “The Economics of Child Labor.” American Economic Review 88 (3): 412–427.
  • Basu, Kaushik and Tzannatos, Zafiris, 2003. «The Global Child Labor Problem: What Do We Know and What Can We Do?,»  World Bank Economic Review, 17 (2): 147-173.
  • Doepke, M., & Zilibotti, F., 2005. “The macroeconomics of child labor regulation.” American Economic Review, 95(5): 1492–1524.
  • “El trabajo infantil en la Argentina. Análisis y desafíos para la política pública”, 1ra edición. Buenos Aires, Oficina de la OIT en Argentina. Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, 2007.