Autoridades de la actual administración, políticos de los partidos de gobierno, dirigentes empresariales, e incluso alguno que otro académico, han aplaudido la reintegración de los impuestos a la renta que propone el proyecto de ley de reforma impositiva. Argumentan que con ello se conseguiría la equidad horizontal que se habría destruido al desintegrar parcialmente los impuestos.
Ni lo uno ni lo otro: con el proyecto no se recupera nada que se haya roto. En Chile no había ni hay equidad horizontal en los impuestos, y tampoco la habrá de aprobarse este proyecto de ley.
El «principio» de la equidad horizontal indica que las personas que ganan los mismos ingresos debiesen pagar los mismos impuestos. Uso comillas, porque hay buenos motivos de eficiencia por los cuales la deseabilidad de esta «regla» puede atenuarse. De hecho, no se cumple en ningún país.
Pero en esta ocasión, solo quiero centrarme en cuán ilusoria es la idea de que reintegrar reestablecerá la equidad horizontal.
El argumento de quienes aplauden la supuesta equidad horizontal es el siguiente: en un sistema integrado, los impuestos personales que paga el dueño de una empresa reconocen completamente lo que la empresa pagó a nivel corporativo. Esto es, los impuestos corporativos son solo una retención de los impuestos a la renta que deben pagar sus dueños.
En un sistema que no sea totalmente integrado, ese pago inicial se reconoce solo en parte (o en nada) al momento de calcular los impuestos personales. Así, un peso de ingresos puede pagar impuestos más de una vez: a nivel de la empresa y luego, nuevamente, a nivel de su dueño.
Para ilustrar la supuesta inequidad de cualquier sistema que no sea totalmente integrado, se usan ejemplos que motivan compasión: el dueño de una pyme y el jubilado que vive de los dividendos de las acciones que compró durante su vida activa, pagarían excesivamente porque no se les devuelve lo pagado en primera categoría (aunque no parece preocupar que las ganancias de capital de esas mismas acciones estén exentas de impuestos).
¿Dónde está la ilusión del argumento? En que la explicación teórica y los ejemplos tratan de los impuestos a la renta que pagan los dueños del capital y nada dicen sobre los que pagan los trabajadores.
Existe una brecha fundamental en la forma en que pagan impuestos la renta del capital y la del trabajo que hace que no haya equidad horizontal: la base sobre la que pagan sus respectivos impuestos.
Un trabajador paga impuestos por los ingresos que genera; un empresario paga por los ingresos que retira. En otras palabras, un trabajador obtiene sus ingresos, paga impuestos y luego puede ahorrar y gastar. Un empresario obtiene ingresos, ahorra, y solo entonces paga impuestos y gasta. El primero paga impuestos al ingreso; el segundo, al consumo.
El momento del pago tiene un efecto importante, sobre todo considerando que las empresas suelen repartir solo un 30% de sus utilidades. Los impuestos de ese otro 70% se pueden dilatar hasta el infinito. En cambio, los trabajadores a lo más cuentan con el APV para retrasar sus impuestos. Pero este tiene un tope que no guarda relación con las posibilidades que tienen los empresarios, y es ilíquido, pues retirarlo antes de la jubilación tiene costos.
A ello se suman otras ventajas tributarias a las que solo acceden los empresarios. Por ejemplo, pueden mover pérdidas en el tiempo y entre empresas, y pueden distribuir ingresos a familiares que tienen tasas marginales de impuestos más bajas.
Tampoco se habla del problema de que los fondos de pensiones, de propiedad de los trabajadores, no reciben las devoluciones de impuestos que reciben los demás dueños de las empresas.
Las pocas estimaciones disponibles indican que fácilmente un empresario puede pagar un tercio en impuestos que un trabajador de igual renta. Es más, diversos trabajos de Michel Jorratt y sus coautores estiman que la tasa de impuestos promedio que paga sobre sus ingresos el 0,01% más rico de Chile es del orden del 10%. Esto es, este pequeño grupo, dueño del 6% del total de las rentas, paga la misma proporción que un trabajador con una renta líquida imponible de 4 millones de pesos mensuales.
A ello hay que agregar que los espacios de elusión están principalmente abiertos para las rentas del capital, no las del trabajo. Ello hace que el sistema sea horizontalmente injusto incluso entre empresarios. Los que están dispuestos a ser agresivos en su planificación tributaria pagan menos que los que respetan el espíritu de la ley. No se puede aguar la norma antielusión si de verdad preocupa la equidad impositiva.
Así, si vamos a hablar de equidad horizontal, primero hablemos de las brechas tributarias entre trabajadores y empresarios, que probablemente crecerán con la reintegración.
Como dijo alguien estos días: puede haber razones para integrar, pero «no vendan la mula» de que restablece la equidad horizontal.