Por Roberto Chang
El ascenso a la presidencia de Pedro Castillo y el proceso que culminó esta semana con su intento de golpe de estado y establecimiento de dictadura, para ser inmediatamente destituido por el Congreso con el apoyo masivo de otros muchos actores, es una tragedia que recién estamos comenzando a asimilar, y que con seguridad será objeto de muchos debates y estudios en años por venir. La historia tiene múltiples facetas, muchas de ellas reveladoras y fascinantes. En esta columna trataré de identificar y clarificar una de ellas: la narrativa de Pedro Castillo como una versión autóctona de Robin Hood.
De las diversas reacciones a la debacle de Castillo, resalta la posición del presidente de México, Andrés Manuel Lopez Obrador (AMLO), que de acuerdo a El Comercio[2] escribió via Twitter:
Consideramos lamentable que por intereses de las élites económicas y políticas, desde el comienzo de la presidencia legítima de Pedro Castillo, se haya mantenido un ambiente de confrontación y hostilidad en su contra hasta llevarlo a tomar decisiones que le han servido a sus adversarios para consumar su destitución.
A buen entendedor, el tweet basta: El presidente de un país amigo exime a Castillo no sólo de haber intentado romper la institucionalidad democrática del Perú, sino también de los graves crímenes de corrupción, nepotismo, y obstrucción de la justicia sobre los que se estaba revelando evidencia crucial al momento de dicho intento (proceso que muy probablemente fue la razón por la que Castillo pateó el tablero). Para AMLO, Castillo no decidió hacer un golpe. Más bien, fue “llevado a tomar decisiones”. Los culpables son “las élites económicas y políticas” que mantuvieron “un ambiente de confrontación y hostilidad en su contra”.
No me parece necesario explayarme sobre las deformaciones orwellianas de AMLO. Lo realmente preocupante, sin embargo, es que la narrativa subyacente, que Castillo era un adalid de los pobres que cayó al abismo empujado por élites que nunca aceptaron su “presidencia legítima”, es aceptada y reproducida con amplitud. No sólo es amplificada por otros políticos, incluyendo incluyendo Gustavo Petro[3] y Nicolás Maduro[4], sino también por analistas y comentaristas indepenientes, que gozan de reconocida y merecida reputación, y por tanto significativa influencia.
Un ejemplo notorio es el artículo que el martes último, día anterior al golpe de Castillo, publicó el New York Times con el título El lider izquierdista del Perú se enfrenta a otro intento de sacarlo del poder.[5] El artículo comienza describiendo la situación de la siguiente manera:
Last year, Pedro Castillo became Peru’s first left wing president in more than a generation after campaigning on promises to address the poverty that rural Peruvians have long disproportionately suffered, and which worsened under the pandemic.
But today he is engulfed in crisis with questions multiplying about whether his presidency will survive. The leader’s setbacks comes as Peru is saddled with economic travails that have hit Mr. Castillo’s rural base especially hard.
Habiendo enfatizado que Castillo llegó a la presidencia por sus promesas para los peruanos del campo, el NY Times observa que la presidencia de Castillo ha entrado en crisis. Pero el artículo no explica las razones principales de esa crisis. Más bien, sugiere que el problema principal de Castillo fue la pérdida de apoyo entre sus bases rurales debido a su inefectividad en el terreno económico, que ha exacerbado el impacto de la inflación, la pandemia, y la falla de suministros de fertilizantes.
Sobre la relación entre la crisis de Castillo y corrupción en Perú, el análisis del NY Times es:
In less than a year and a half in office, Mr. Castillo has named five different cabinets, faced six criminal investigations and, on Wednesday, confronts a third impeachment attempt in Congress, which the Peruvian leader has threatened to dissolve.
Prosecutors accuse Mr. Castillo of leading a criminal organization to profit off government contracts and of repeatedly obstructing justice, charges that the president has denied.
Peru’s young democracy has already been hobbled by years of high-level corruption scandals resulting in five presidents since 2016.
Es clave discernir lo que esto dice y, tanto o más importante, lo que no dice. Lo que el NY Times no discute aquí, ni en ninguna otra parte del artículo, es la existencia, ampliamente difundida, de evidencia y testimonios comprometiendo directamente a Castillo en graves delitos y crímenes. Es por esa evidencia que Castillo enfrentaba acusaciones e investigaciones por la Fiscalía y el Congreso. Si bien el NY Times mencionó que Castillo estaba siendo investigado y se enfrentaba a una nueva moción de vacancia, enfatizó solamente que “el presidente ha rechazado los cargos”, omitiendo que los cargos eran justificados y basados en evidencia fiable.
Vale notar cómo el NY Times menciona que el Perú ha sido afectado por “años de escándalos de corrupción a alto nivel”. Esto es cierto, pero el efecto de la mención en este contexto es sugerir una falsa equivalencia, esto es, inducir al lector a concluir que hay corrupción en Perú, por tanto es esperable (y hasta justificable, como Robin Hood) que Castillo sea también corrupto.
El artículo cita múltiples opiniones que el problema de Castillo era que las élites lo repudiaban por su origen:
María Núñez, 77, who lives in San Luis de Puña…blamed [Castillo’s] difficulties on the powerful elite. “Unfortunately they’re not letting him work like they should”, she added.
“They really hate him, don’t they? Because he is from Tacabamba,” Alicia Delgado, 77, a farmer who lives in Mr. Castillo’s home district, said while noting the president’s rural roots in a country where rural Peruvians have faced centuries of discrimination.
One congressman, Guillermo Bermejo, a close ally of Castillo, said the president’s opponents would not stop until they return power to traditional elites based in Lima, the capital.
En contraste, el artículo no incluyó ninguna cita de líderes de oposición, ni de representantes de prensa seria e independiente.
A final de cuentas, el artículo del NY Times elabora un cuento muy parecido al de AMLO: Castillo, el presidente de izquierda que prometía que no habría más pobres en un país rico, fue bloqueado por élites tradicionales que lo rechazaban por su extracción de clase, por lo que lo abrumaron con investigaciones y acusaciones de corrupción. [6]
Uno debería entonces inferir, de acuerdo a este tipo de narrativa, que la destitución de Castillo es una nueva derrota para las clases postergadas. Una vez más las élites dominantes habrían aplastado las reinvindicaciones legítimas de los más pobres.
Que la caída de Castillo se explique por sus propios errores y decisiones es, para esta narrativa, un detalle inconveniente. Como lo es el hecho de que en las últimas tres décadas el éxito de la economía peruana ha resultado en un aumento considerable del ingreso promedio de los peruanos, una reducción drástica de la pobreza, y una mejor distribución del ingreso y la riqueza.[7] Es más fácil y suena mejor, para los proponentes de la narrativa, repetir que “los peruanos del campo han sufrido de siglos de discriminación”.
La fábula de que Castillo ha sido victimado por los ricos es, en última instancia, nociva para el Perú, al llevar a la conclusión lógica que hubiera sido mejor para los peruanos más pobres si Castillo se hubiera mantenido en el poder. Los hechos, sin embargo, sólo pueden llevar a un veredicto: la crisis de Castillo se debió, no a sus humildes orígenes ni a su pretendido compromiso con clases postergadas, sino a sus propias decisiones en el poder, a su corrupción, nepotismo, e ineptitud. Es desde esta perspectiva que uno puede ver la salida de Castillo como un desarrollo favorable para el país, una oportunidad para el nuevo gobierno, en conjunto con el resto de la sociedad, de enmendar rumbos y, sobre todo, recomponer las instituciones dañadas por las malas decisiones y manejos de Castillo.
[1] Agradezco excelentes comentarios de Norman Loayza, César Martinelli, Miguel Palomino, Alberto Pasco Font, y María Cecilia Villegas.
[2] https://elcomercio.pe/mundo/mexico/pedro-castillo-amlo-acusa-a-las-elites-del-peru-de-forzar-destitucion-de-castillo-mexico-golpe-de-estado-vacancia-noticia/
[3] https://www.eltiempo.com/politica/gobierno/gustavo-petro-se-pronuncia-sobre-pedro-castillo-y-crisis-en-peru-724289
[4] https://elcomercio.pe/mundo/venezuela/pedro-castillo-maduro-excusa-golpe-de-estado-de-castillo-como-consecuencia-de-persecucion-sin-limites-venezuela-peru-rmmn-noticia/
[5] Las referencias aquí son de la edición impresa: “Peru’s Leftist Leader Faces Another Attempt to Drive Him From Office”, The New York Times, 6 de Diciembre 2022, página A4. Una versión similar está disponible en:
https://www.nytimes.com/2022/12/05/world/americas/peru-pedro-castillo-impeachment.html?action=click&module=RelatedLinks&pgtype=Article
[6] Menciono que me duele tener que escribir esto, ya que el NY Times me parece el mejor periódico del mundo, y usualmente lo defiendo. Pero al pan pan y al vino vino.
[7] Por ejemplo, https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/una-prosperidad-sin-precedentes-por-ivan-alonso-noticia/