n el cuento de Hans Christian Andersen, “El emperador está desnudo”, nadie se atreve a señalar que el jefe de Estado, el hombre más poderoso de la región, se pasea sin ropas. Al pueblo le han dicho que el emperador se viste con un traje elegantísimo, y que sólo los tontos y quienes no confían en el monarca, en su infinita bondad y en su habilidad para gobernar, no ven tan magnífica vestidura. Pero un día, un niño inocente, que no sabe mentir, ve pasar al emperador en pelotas, y espontáneamente grita ¡El emperador está desnudo! Ese niño, que hablaba con la verdad, rompió un embrujo nacido del miedo colectivo, del temor a contradecir la visión fomentada por el reyezuelo y sus acólitos.
Recordé esa historia luego de leer una muy buena entrevista a María Soledad Font, la madre del Presidente, Gabriel Boric. Dice María Soledad que se sorprendió al ver que los miembros de la Convención Constituyente no estaban preparados para cumplir con su labor: “Me preocupé cuando me di cuenta que no todos eran eruditos… ¡lo importante es que el que redacte y el que escriba sean tipos con conocimientos! … Pero no todos tenían los requisitos…”
En clave de Carlos Peña, preguntamos: Y, ¿es importante que los que redactan la nueva constitución no sean eruditos?
Y, en la misma clave, la respuesta es: Desde luego que importa.
Las constituciones son el ordenamiento jurídico y político superior de un país. Son textos poderosos y delicados a la vez. Las buenas constituciones – aquellas que protegen la libertad y la democracia, y aseguran los derechos de la población – responden a las aspiraciones mayoritarias de la ciudadanía, pero son redactadas por expertos y expertas con conocimientos de la experiencia histórica e internacional. Son textos breves, claros, bien escritos. Son textos consistentes, donde las distintas partes se complementan, armando un todo armónico y coherente.
Esto es exactamente lo opuesto a lo que está haciendo la Convención. Los más de 200 artículos ya incorporados al borrador proveen ejemplo tras ejemplo de mala prosa, de normas contradictorias, y de ideas superfluas y vagas. Son platos a medio cocinar. Esto, a pesar de que se suponía que algunos de los 59 abogados/as elegidos tenían conocimientos de derecho constitucional y habían estudiado la experiencia internacional. Mientras más conocemos los devaneos de la CC, más pertinente se hace la pregunta de María Soledad Font: ¿Dónde están los eruditos?
Pero más allá de la falta de erudición, lo que más llama la atención es la soberbia de tantos convencionales. Quizás lo más grave ha sido el intento por acallar toda crítica, usando el argumento pueril de que el texto final aún no está disponible. Es preocupante que muchos convencionales – incluyendo Patricia Politzer, Jaime Bassa y la doctora Elisa Loncón – no entiendan que la libertad de expresión es sagrada en cualquier circunstancia, y que todos tenemos derecho a opinar sobre cualquier cosa, sobre procesos en marcha, sobre textos mal escritos y a medio cocinar, sobre textos incompletos. Querer silenciar estas críticas no solo es antidemocrático, sino que además es absurdo. Es como si uno no pudiera opinar sobre un partido de la selección antes de que éste termine.
En un paralelo futbolero, lo que hemos visto hasta ahora en la CC es un equipo que juega mal, que se enreda, que es mañoso, que se contradice, y que ha metido dos o tres autogoles. Puede ser que el partido no haya terminado, pero es legítimo opinar que el equipo va mal, y que con un altísimo grado de probabilidad va a perder el partido. Y, desde luego, es válido opinar que sería bueno empezar a pensar en un cambio de entrenador y seleccionados. Estos comentarios son legítimos, aun cuando antes del partido, el 78% de los consultados hayan apoyado al director técnico y a la oncena titular.
Los “no eruditos” de la CC también están siendo irresponsable. Están lanzando a Chile por un camino desconocido y peligroso, sin informarle cabalmente a la población los antecedentes de lo que están haciendo. Uno hubiera esperado que explicaran qué significa, exactamente, que Chile sea un país “plurinacional”. Pues, como dos miembros de la CC lo han afirmado en el podcast “Sin Fronteras”, ni los mismos convencionales que lo promueven entienden el significado preciso de “plurinacional”. Nos dicen que es un concepto “en construcción”. Nos vamos a casar con un concepto desconocido. ¡Mala idea!
Tampoco han dicho que hay tan solo dos países cuyas constituciones incorporan el concepto de país “plurinacional”: Bolivia y Ecuador. No parecen estar informados de cuál ha sido el destino político y social de estos dos países desde que aprobaron sus constituciones (2009 y 2008). No parecen saber – o quizás no quieren contarnos – que desde esas fechas ha primado la inestabilidad política y que los niveles de satisfacción de la población con la calidad de vida han caído estrepitosamente. Desde luego que no podemos culpar exclusivamente a las constituciones por esos desarrollos, pero lo que está claro es que la adopción de la plurinacionalidad no ha mejorado la realidad política y social de Bolivia y Ecuador.
Esto debiera ser una voz de alerta para chilenos y chilenas, voz de alerta que, tristemente, muchos de los convencionales no quieren que los ciudadanos escuchen.