La información recopilada por el Banco Central muestra que la economía ya se recuperó; esto es, el nivel actual de actividad económica supera el nivel previo al estallido de fines del 2019. El empleo formal también se recuperó. Según los registros del sistema de pensiones, a fines del año pasado, el número de cotizantes, hombres y mujeres, ya era más alto que el previo a octubre de 2019.
Por su parte, las encuestas de ocupación muestran una recuperación más tardía de los empleos informales, tanto asalariados como por cuenta propia, aun cuando las cifras más recientes apuntan a un importante dinamismo. La que sí permanece rezagada es la participación laboral de las mujeres, con una fracción de trabajadoras activas unos siete puntos por debajo que hace dos años. Ello equivale a unas 400 mil mujeres que han dejado la fuerza laboral.
Al mismo tiempo, el último informe del proyecto SABE (Sistema de Análisis de Bolsas de Empleo), dependiente del Sence, muestra un alto dinamismo en las ofertas laborales y vacantes de empleo en el país. El informe sugiere, sin embargo, que las postulaciones a esas ofertas laborales no se han movido a la par. En meses recientes se observa que el número de postulaciones que recibe cada aviso y vacante han ido retrocediendo. Esto es, las empresas están experimentando una mayor dificultad para llenar sus ofertas.
Consistente con este panorama, de acuerdo a la información que levanta mensualmente el INE, los salarios se han ido elevando. A ellos se agregan los subsidios temporales a la contratación que ofrece el Estado como el nuevo IFE Laboral.
Existen distintas hipótesis que intentan explicar esta coyuntura. Una es que las condiciones laborales que ofrecen los empleadores no son lo suficientemente atractivas, a pesar de las alzas salariales y los complementos (temporales) de ingresos que significan los subsidios estatales. Ello podría deberse a que, dados los recursos que están recibiendo hoy las familias desde el Estado (y quizá a la espera de un cuarto retiro de fondos previsionales), los trabajadores están en condiciones de demorarse en buscar un nuevo empleo más acorde a sus necesidades.
Otra hipótesis, en la misma línea, es que los requisitos que exigen los empleadores en las ofertas que realizan están descalzadas de lo que pueden ofrecer los eventuales postulantes. A ello se agrega que la pandemia no se ha acabado. Más allá de la importante caída de contagios en el país, el virus y sus distintas variantes siguen en circulación en Chile y fuera de Chile. Ello trae incertidumbre y riesgos, lo que también puede detener la búsqueda de empleo por parte de los trabajadores.
Asimismo, mientras la vuelta a clases presenciales en el sistema escolar no sea ampliamente extendida, ni se regularice la oferta de cuidado de personas dependientes, muchas mujeres se verán impedidas de volver a la fuerza laboral. En términos más generales, es posible que por sus condiciones de vida muchos no tengan opción de emplearse de manera formal, debido a que habitan localidades alejadas de las oportunidades, o porque deben cuidar a otros, o porque tienen bajas calificaciones y experiencia laboral, o porque son discriminados, entre otros factores. No importa cuán generosos sean los subsidios estatales, algunos no tienen cómo responder a ellos y permanecerán excluidos.
En resumen, los rezagos que hoy vemos en el mercado laboral se relacionan principalmente con la oferta laboral de las mujeres y la empleabilidad de trabajadores que se desempeñan normalmente en la informalidad. En este contexto, no pareciera que instrumentos como el IFE Laboral u otros subsidios a la formalidad sean la clave de la solución. Más bien, además del cierre de escuelas y los riesgos de contagio, lo que hoy observamos parece relacionarse con problemas estructurales del mercado laboral. El país ya lleva mucho tiempo discutiendo propuestas que razonablemente pueden atender estas dificultades: el sistema de financiamiento y provisión de salas cuna, los programas de capacitación y el diseño de los subsidios que los financian, el apoyo en la búsqueda de empleo y el sistema de intermediación, el enlace entre la formación de estudiantes en el sistema educativo y los requerimientos productivos del país”.
Así, es posible que los subsidios temporales al empleo formal no logren su objetivo, porque no estarían apuntando a los problemas actuales del mercado laboral. Más vale movilizar recursos fiscales a programas que van más allá de estos subsidios, como la entrega de apoyos condicionada a asistir a capacitación y la contratación temporal con recursos fiscales de empleos de alto valor social, como la trazabilidad de contagios y el cuidado de dependientes.
Por cierto, más vale también dedicar recursos y energías a buscar acuerdos en los temas estructurales que dificultan la plena inserción laboral de muchos. Ello permitiría no solo resolver los rezagos que quedan, sino además extender las oportunidades de todos.