Las exportaciones chilenas han perdido dinamismo en los últimos años, fenómeno que ha sido señalado como muestra del agotamiento del sistema. Sin percatarse de que el dinamismo del comercio ha caído en todo el mundo, el paso siguiente es proponer que el Estado asuma el rol que los privados “no han querido tomar”. Pero antes de entusiasmarse con las capacidades del sector público para impulsar las exportaciones, es necesario preguntarse cómo nacen las empresas que logran conquistar mercados. Después de todo, son las empresas y no los países las que exportan. ¿Cómo surgen los exportadores exitosos?
Son muchas las empresas que cada año inician su periplo exportador, pero la gran mayoría queda en el camino al cabo de uno o dos años. Solo muy pocos son los que logran sobrevivir exportando. Este fenómeno no es exclusivo de Chile, sino que es un patrón global: exportar es incierto y caro, pues requiere de grandes inversiones en tecnología, redes y tiempo. Los que subsisten, eso sí, crecen con fuerza y, en pocos años, explican buena parte del crecimiento de las exportaciones.
Para aumentar la probabilidad de éxito, los gobiernos de todas latitudes intentan programas públicos de apoyo, pero, en el mejor de los casos, su efecto es marginal. Y es que el éxito de quienes la rompen saliendo al exterior va por otro lado. Los nuevos exportadores que conquistan mercados no son empresas que, después de largos años vendiendo en el mercado doméstico, logren saltar las barreras e internacionalizarse. Estas empresas existen, pero crecen poco. La diferencia la hacen empresas “nacidas para exportar”, que dentro de sus primeros años de existencia logran conquistar mercados externos y, rápidamente, igualan a los mejores exportadores.
¿Cómo nacen estos cracks? Quisiésemos que fueran grandes descubrimientos o inventos geniales, pero no. Mayoritariamente, estas empresas son fruto de inversiones extranjeras, que aprovechan su mejor tecnología y redes para potenciar la internacionalización de nuevas filiales, o son extensiones (spin-offs) de empresas domésticas, que deciden proyectar parte de sus negocios dando origen a nuevas empresas (Blum et al., 2020). Contrariamente a lo que se piensa, los éxitos exportadores son hijos de empresas domésticas o inversores externos que aportan tecnología, capital, clientes y redes de distribución.
El libre comercio y el sistema de reglas en el mundo están siendo cuestionados, lo que amenaza nuestra capacidad exportadora. Debemos tratar de compensar estas fuerzas. Ponerle la proa a la inversión extranjera, abrazar el proteccionismo o poner las fichas al Estado empresario no parecen ser una buena estrategia para fomentar el surgimiento de nuevos cracks.