ADOLFO MARTIN PRUDENCIO CANITROT (1928 – 2012)

Esta reseña sobre la vida, personalidad y relevancia científico-académica del Prof. Dr. Adolfo Canitrot fue escrita por Juan Carlos de Pablo para la Asociación Argentina de Economía Política [1]

Nació en la ciudad de Buenos Aires, cosa que no tenía que probar mostrando algún documento, porque era recontraporteño.

Como Alvaro Carlos Alsogaray, Alejandro Ernesto Bunge, Guido José Mario Di Tella, Francisco García Olano, Héctor Juan Carlos Grupe y Santiago Pascual Palazzo, Canitrot primero estudió ingeniería (en la Universidad de Buenos Aires) y luego economía (en la Universidad Stanford). Se doctoró en esta última con una tesis titulada “Aranceles aduaneros en un modelo neoclásico de crecimiento de 2 sectores” (se reía, cada vez que se lo recordaba, porque por lo que voy a decir más abajo, probablemente la debía calificar como un “pecado de juventud”), dirigida por el japonés Hirofumi Uzawa.

En el plano de la investigación trabajó en el Centro de Investigaciones Económicas (CIE) del Instituto Torcuato Di Tella (ITDT) y en el Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES); mientras que en el de la función pública fue secretario de coordinación económica (viceministro de economía), durante la gestión ministerial de Juan Vital Sourrouille, entre 1985 y 1989 (experiencia analizada en detalle en de Pablo, 2005).

Dirigió Desarrollo económico – revista de ciencias sociales, la publicación trimestral del IDES.

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Lo conocí en el ITDT, durante la primera mitad de la década de 1960. Desde el punto de vista físico me llamaron la atención su pinta y su edad. Sobre lo primero, también Paul Anthony Samuelson había reparado en la pinta de Bertil Gotthard Ohlin (hecho no frecuente entre los economistas. Me refiero tanto a la pinta como a que los colegas reparen en ella); sobre lo segundo –con mis entonces ojos de joven- lo veía mucho más veterano que sus colegas, aunque Héctor Luis Diéguez también había nacido en 1928, Miguel Angel Almada en 1929, Di Tella y Alberto Petrecolla en 1931, Alieto Aldo Guadagni en 1932, José María Dagnino Pastore en 1933 y Mario Simon Brodersohn y Rolf Ricardo Mantel en 1934. A propósito: haciendo turismo por el interior de Inglaterra, a mediados de la década de 1990 me encontré con un hermano de Adolfo, médico (ya fallecido), con quien tenía un increíble parecido físico.

En la última década de su vida estuvo retirado, por problemas de salud. El resto de las acotaciones personales –propias y de terceros- aparecen al final de estas líneas.

¿Por qué los economistas nos acordamos de Canitrot? Por sus escritos empíricos, y por su personalidad. La profesión me dio la oportunidad de interactuar con tipos talentosos y entrañables. Adolfo era uno de ellos.

Lo de escritos empíricos merece un párrafo. Como dije, completada su tesis doctoral, cuya síntesis fue publicada en Canitrot (1965), Adolfo “metió las manos en el barro para amasar”. En otros términos, en sus trabajos las referencias empíricas no son un adorno sino que forman una parte esencial del análisis. Combinando, como corresponde, consideraciones políticas y técnicas. Al decir de alguien que lo trató mucho, “Adolfo prefería ocuparse de la realidad, aunque la información estadística fuera defectuosa, a la prolijidad irrelevante”. El carácter empírico de sus trabajos fue reconocido por la Fundación Konex, cuando en 1996 lo premió en la categoría “análisis económico aplicado”.

Ejemplos de lo que estoy diciendo: “Pocos acontecimientos en la historia argentina han sido tan dramáticos y de tan desoladoras consecuencias, como la corta trayectoria del tercer gobierno peronista… Hay una diferencia absoluta entre los movimientos políticos que llevaron a Perón al poder en 1945 y en 1973. En el primer caso Perón creó y condujo su propio partido, y definió los roles, atribuciones y jerarquías de cada uno de los grupos componentes. En el segundo estos eran previos a Perón. Cuando éste reinició su camino hacia el poder, quienes iban a integrarse a su movimiento ya estaban en la política activa, con representación, estrategia y objetivos propios… Perón subestimaba a la izquierda. También al activismo de la guerrilla. Hay una anécdota suya sobre este particular. Estando aún en Madrid fue visitado por un dirigente católico, el cual le expresó su preocupación por la actividad de los guerrilleros, entonces aliados políticos del peronismo. A esto Perón contestó con lo que llamaba la Teoría de la nata: cuando el café con leche está revuelto es imposible extraer la nata de la leche, una vez  aquietado la nata sube y se la puede sacar fácilmente. La izquierda, y en particular los   Montoneros, procuraron que jamás el café con leche dejara de estar revuelto… Perón llegó al gobierno con un programa político de centro: democracia política, conciliación nacional, participación popular, nacionalismo económico… El tenía una visión de la sociedad ideal, que definía con su concepto de Comunidad Organizada. Siempre pensó que el Estado debía cumplir un papel central. Dentro de esto el plan económico tenía 2 metas centrales: la redistribución del ingreso en favor de los trabajadores, y la recuperación de la  soberanía de decisión económica» (Canitrot, 1978).

 «El marco económico sobre el cual operó un proyecto de transformación como el peronista, impone condicionamientos muy rígidos, que sólo pueden ser superados por una respuesta política muy exacta y muy  elaborada, si es que la hay: la sociedad argentina y el peronismo en particular, no supieron proporcionarla… El desequilibrio entre la aparente incapacidad de controlar a los guerrilleros y la capacidad de controlar a los  empresarios preanunciaba, para algunos, el fin del capitalismo en Argentina. ¡Este era el clima que rodeaba el  plan económico en 1973!» (Canitrot, 1978).

«El plan de 1976 fue disciplinario y correctivo… El objetivo antiinflacionario permeó toda la acción del gobierno. A él quedó subordinada toda otra consideración, se refiriera al crecimiento económico, la redistribución del ingreso o, extendiéndose a lo político, los sustentos sociales con que el gobierno contó a la hora de su inauguración… El modelo vigente  hasta 1976 implicó una valoración positiva de la industrialización como medio más idóneo para el crecimiento económico… Una caracterización relevante de esta concepción industrialista es la baja confiabilidad otorgada al  mercado de capitales como instrumento eficiente para el crecimiento económico… El modelo industrialista es un  modelo estatista… La reforma financiera significó una ruptura completa con un pasado muy extenso en el cual el subsidio fiscal, el crédito de los bancos oficiales, el mecanismo de redescuento y la tasa  de interés [real] negativa, jugaron un papel predominante en el financiamiento de las  empresas… Representó una corrección positiva. El control del mercado financiero, que  teóricamente debía ejercer el BCRA, había sido desbordado desde 1975. Los bancos no habían sido, a partir de entonces, sino proveedores de fondos casi gratuitos a su clientela seleccionada, para que ésta los colocase a altas tasas nominales de interés en el mercado de corto plazo… La reforma financiera no alteró el comportamiento cortoplacista del mercado de capitales. La colocación típica fue a 30 días. Las inversiones de modernización de equipo que efectuaron las empresas, se hicieron con crédito externo» (Canitrot, 1980, 1981 y 1983).

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Es autor de “Aranceles aduaneros en un modelo neoclásico de dos sectores”, Desarrollo económico, 5, 17-19, abril-diciembre de 1965; “La experiencia populista de redistribución de ingresos», Desarrollo económico, 15, 59, octubre-diciembre de 1975; «La viabilidad económica de la democracia: un análisis de la experiencia peronista 1973-76», CEDES, Estudios sociales 11, mayo de 1978; «La disciplina como objetivo de la política económica. Un ensayo sobre el programa económico del gobierno argentino desde 1976», Desarrollo económico, 19, 76, enero-marzo de 1980; «Teoría y práctica del liberalismo. Política antiinflacionaria y apertura económica en la Argentina», Desarrollo económico, 21, 82, julio-setiembre de 1981; «La política de apertura económica 1976-81 y sus efectos sobre el empleo y el salario. Un estudio macroeconómico,» Dirección nacional de recursos humanos y empleo, abril de 1983; “El salario real y la restricción externa de la economía”, Desarrollo económico, 23, 91, octubre-diciembre de 1983; con P. Sebess (1974): «Algunas características del comportamiento del empleo en la Argentina, 1950-70», Desarrollo económico, 14, 53, abril-junio de 1974; y con J. Fidel, M. Juillerat y J. Lucángeli: “El empleo en la industria textil argentina. Análisis de comportamiento y de elección tecnológica”, Desarrollo económico, 16, 63, octubre-diciembre de 1976. 

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Almorzando el 16 de octubre de 1992, luego de leer la versión preliminar del capítulo dedicado al ITDT en de Pablo (1995), Canitrot aportó su visión del CIE: «nos veíamos como una élite intelectual, no comprendida por la sociedad. Terminamos haciendo desarrollos separados, no como grupo».

“En los seminarios y congresos organizados en el CIE Canitrot y Guadagni eran los investigadores jefes que, con preguntas o reflexiones, más participaban en las reuniones (¿o eran quienes, participando, hacían mejor uso del humor y/o la ironía?). De ellos aprendí apuntarle al núcleo de la cuestión que se estaba discutiendo. Sus posteriores trayectorias profesionales confirmaron mis expectativas de entonces: ambos integran la selecta minoría de economistas a los que les presto atención cuando hablan o escriben (como García Olano en la UCA, Guadagni me impactó vivamente cuando desde la titularidad de la Secretaríade Energía, en materia de gas hizo lo que como economista siempre dijo que había que hacer. Por eso titulé `El funcionario Guadagni aplica lo que el profesor Guadagni enseña´ el reportaje que le hice para Cronista, reproducido en La economía que yo hice – volumen II (El Cronista Comercial, 1986)” (de Pablo, 1995).

            “Uzawa dirigió la tesis de Miguel Sidrauski. Canitrot, quien a comienzos de 1965 estaba en Chicago, también completando su tesis doctoral con Uzawa pero para Stanford, relata el encuentro entre los 2: `al comienzo chocaron, porque para Sidrauski este japonés no sabe nada, en tanto que para Uzawa Miguel se ocupa de cuestiones que no son importantes. Pero palabra va, palabra viene, hubo boda´. Los terminó uniendo, no solamente su pasión por el análisis económico -que una vez los llevó a golpear la puerta del dormitorio de Canitrot a las 2 de una mañana, para exigirle que se vistiera y fueran los 3 hasta un bar, porque Hiro y Miguel no se ponían de acuerdo en cierto teorema-, sino también el hecho de que desde el punto de vista ideológico a ambos Chicago les resultaba hostil (Uzawa se sentía molesto por la falta de compromiso político de Miguel)” (de Pablo, 1995a).

            “Superando su timidez, a comienzos de 1965 Sidrauski le preguntó a Canitrot si conocía a `una piba que trabajaba en el Di Tella, Marta Sanjurjo´. Como Adolfo contestara afirmativamente, Miguel le encargó que, ya que regresaba a Buenos Aires, le averiguara si tenía novio. Canitrot, mandado a hacer para estos menesteres, supo que Marta no tenía novio y se lo hizo saber. Entonces Miguel le pidió que le consiguiera una invitación para visitar el ITDT, visita que se efectivizó a mediados de dicho año (como consecuencia de este viaje, Sidrauski rindió el examen final anterior a la presentación de su tesis doctoral de Chicago… en Buenos Aires, en virtud de un poder escrito que el Departamento de Economía dela Universidad de Chicago le remitió a Julio Hipólito Guillermo Olivera, junto a un examen sobre economía monetaria internacional. Lo que es el amor). En Buenos Aires Miguel se las arregló para salir con Marta, luego de lo cual le confesó a Canitrot que dicha salida había sido `un desastre´; Adolfo, recordando el comienzo de la relación de Miguel con Uzawa, esperó el desarrollo de los acontecimientos. Se casaron el 30 de diciembre de 1965, en los Estados Unidos” (de Pablo, 1995a).

            “Cuando pasé de Stanford a Chicago varios estudiantes me acompañaron para continuar su trabajo. Entre ellos el brillante y carismático Adolfo Canitrot, quien había llegado de Buenos Aires y rápidamente desarrolló una estrecha amistad con Miguel… Durante esos años Adolfo hizo arreglos para que yo pasara algún tiempo en Buenos Aires, en el legendario ITDT. Buenos Aires debe ser una de las ciudades más hermosas que conozco. La tasa de inflación era entonces astronómica, y Argentina se estaba recuperando de las ruinas causadas por el régimen peronista. Sin embargo la ciudad era serena y pacífica, la gente cortés y `amiguera´ y la comida deliciosa… En una de dichas visitas Adolfo también se las arregló para que Miguel me pudiera acompañar durante algún tiempo en el Instituto. Uno de los eventos más memorables de la visita fue un magnífico asado al que nos invitaron Ana María y Rolf Mantel. Devoramos, como refugiados japoneses recién salidos de la guerra, la carne que asó el padre de Ana María, junto a generosas cantidades de embocado vino” (Uzawa, en de Pablo, 1995 a).

            2 últimas, de las muchas anécdotas que me vienen a la cabeza. La primera: cuando –junto con Néstor Scibona, con quien entre 1982 y 1989 trabajé en El Cronista- terminamos de almorzar con Adolfo, éste se dirigió (caminando solo, sin custodia) al ministerio de economía, diciéndonos: “vamos a ver con cuántos incendios me encuentro” (anécdota que repito en los cursos de política económica). La otra: viéndome caliente porque a fines de 1983 me habían echado de la FCE de la UBA, Canitrot me dijo: “Juan Carlos, con los que alguna vez fuimos rajados de la UBA podríamos hacer la mejor facultad de ciencias económica del mundo”. Ambas afirmaciones transmiten sabiduría pura. 

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Hice circular la versión preliminar de estas líneas, recibiendo pareceres e informaciones que de inmediato sintetizo, sin haberlos ordenado según algún criterio específico.

            “Siempre me pareció uno de los tipos que reunía una síntesis perfecta de rigor académico con mucha `calle´ y sentido común. `Ud., mi amigo tiene razón, pero hay un problema. Eso que Ud. dice se puede hacer del otro lado de la Cordillera, porque allí gobierna Augusto Pinochet, pero nosotros estamos de este lado y el presidente es Raúl Ricardo Alfonsín´, contestó frente una crítica del plan Austral” (López).

            “Canitrot usaba en sus clases una cita de Arthur Cecil Pigou, que te trasmito de memoria: `celebro la presencia de algunos de ustedes, que hayan venido al curso por haber leído a Francis Ysidro Edgeworth y se hayan sentido atraídos por la precisión de sus análisis matemáticos. Celebro asimismo la presencia de quienes, al haber leído la teoría del interés de Irving Fisher, quieran estudiar economía para tener una visión más amplia al entrar en el mundo de los negocios. Pero celebro aún más la presencia de aquellos que, al caminar por las calles de Londres, hayan advertido la pobreza y hayan sentido el deseo de poder hacer algo para aliviarla. Así como ha sido dicho que el asombro es el comienzo de la filosofía, el sentimiento de solidaridad es el comienzo de la economía” (Marzana).

            “Adolfo, más que una gran mayoría de economistas, creía en la importancia de una economía abierta, pero la crisis y el ambiente intelectual no lo acompañaban. La apertura no comenzó con Carlos Saúl Menem sino hacia fines de la década de 1980, y mi experiencia atestigua que Canitrot fue un líder en este proceso: creía en la importancia de las reglas y los procesos transparentes” (Nogués).

“Como profesor llamaba la atención por lo irónico (ahora que lo pienso, tal vez no capté ni la mitad de las ironías que nos tiraba)” (Streb).

 “Perdimos a un tipo del cual se aprendía, aunque uno no compartiera su posición. Visto en perspectiva, es mucho” (Martínez).

 “Me escribió una carta de recomendación, para que ingresara a Stanford. No me aceptaron. Un día le pregunté si uno tenía que apuntar a las universidades o a las personas con quien formarse, y me contestó que eso era una lotería. Me contó que llegado a Stanford había tratado de acercarse a Paul Baran y que se había llevado una decepción muy grande, además de que Baran tenía un carácter podrido” (Navajas).

             “En la reunión organizada por la Asociación Argentina de Economía Política en Córdoba, en 1964, Canitrot comentó un trabajo presentado por Clemente Panzone, entonces economista en el Consejo Nacional de Desarrollo. Se suponía que el comentarista debía `destruir´ al autor. Con voz de porteño tanguero dijo que el voluminoso trabajo estaba lleno de cifras, pero que no contenía ninguna regresión que probara lo que se decía. Hace algunos años le recordé la anécdota. Adolfo también la recordaba y riéndose me dijo: `éramos tan jóvenes´” (Colomé). “En dicha reunión el trabajo que presentó Canitrot fue comentado por Ernesto Fontaine, quien lo criticó por tener demasiadas ecuaciones” (Elías).

             “Lo que aprendió en Stanford siempre estuvo presente en la forma de enfocar los problemas: búsqueda de un modelo sencillo, que sirva para entender lo fundamental del problema” (Elías).

Referencias

de Pablo, J. C. (1995): Apuntes a mitad de camino, Ediciones Macchi.

 de Pablo, J. C. (1995a): Héctor L. Diéguez, Miguel Sidrauski, y el nacimiento de la licenciatura  en economía en Argentina, Sudamericana.

 de Pablo, J. C. (2005): La economía argentina durante la segunda mitad del siglo XX, La Ley.

 Samuelson, P. A. (1981): «Bertil Ohlin, 1899-1979», Scandinavian journal of economics. Reproducido en Collected scientific papers, volumen 5, The MIT press,Cambridge.


[1] La versión preliminar de estas líneas se benefició con la información y los testimonios aportados por Jorge C. Avila, Osvaldo Emilio Baccino, Rinaldo Antonio Lauriano Colomé, Enrique Blasco Garma, Raúl Ernesto Cuello, Marcelo Dabós, Víctor Jorge Elías, Jorge Galmes, Pablo Gerchunoff, Pablo Andrés Lara, Jorge Horacio López, Alfonso José Martínez, Hugo Martini, Mario Teodoro Marzana, Fernando Navajas, Julio Jorge Nogués, Guillermo Sandler y Jorge Miguel Streb.