Mucho se ha criticado al Gobierno por su tendencia a alimentar las expectativas. Resulta que buena parte del mundo político, dirigentes empresariales y varios analistas están tomando la misma medicina, y a borbotones. Ya sea por desconocimiento o aprovechamiento político, estamos siendo testigos de una hiperinflación de promesas. Y si parte de los problemas que enfrentamos se deben a expectativas insatisfechas, el futuro no se ve auspicioso.
En la última semana, es la cuestión fiscal la que ha tomado relevancia. La desesperación ha llevado a muchos a ofrecer la billetera sin restricción, casi como reconociendo una avaricia histórica de la cual hay que redimirse. Si hasta hace poco la situación fiscal era apretada y había que apurar el tranco para consolidar las cuentas fiscales, ahora la situación parece holgada y el discurso de la responsabilidad fiscal es solo eso: un discurso. Nada de eso. No olvidemos que llegamos hasta aquí con un aumento de 25% en la deuda pública en los últimos 10 años.
La situación fiscal de Chile es sólida, y hay espacio para un mayor gasto. Pero este espacio es bastante limitado. Por una parte, cualquier ejercicio de fuerte aumento en el gasto es sostenible si al poco andar comenzamos a gastar poco. Los números también convergen si gastamos mucho en algunas cosas, como pensiones, y poco en otras, como educación y vivienda. Hasta ahora, son pocos los dispuestos a reconocerlo —al menos públicamente— por miedo al paredón.
Una segunda razón de por qué el espacio fiscal es limitado es que no es fácil levantar tres puntos del PIB en impuestos en el próximo quinquenio. El gobierno pasado legisló para aumentar los impuestos en 3% del PIB, y solo recaudó 1,5%. ¿Por qué? En parte, porque la capacidad de subir impuestos a objetivos móviles, como el capital, tiene un límite. Es cierto que hay exenciones injustificadas, pero los países con más carga tributaria que Chile tienen, en general, mayores impuestos personales a la clase media. ¿Lo sabrán las personas a las que se les está prometiendo mayores gastos sin límite?
La gravedad de la situación exige un significativo esfuerzo fiscal, y a estas alturas es obvio que la inmovilidad no es una opción. Pero el sistema político, en su afán por empatizar, está ofreciendo una infinidad de cosas incumplibles. Con ello, en vez de acercarnos a la solución, nos estamos alejando de ella.
Urge un acuerdo transversal que establezca prioridades. Urge también una reforma profunda al Estado para que los pesos lleguen donde tienen que llegar. Y también urge crecer. Se avecinan números malos, y ninguna promesa es viable en esa circunstancia.
Cualquier otro camino es muy fácil. Demasiado fácil para ser cierto.