El apoyo popular al proyecto de 40 horas revela que los trabajadores piensan que los favorecerá. Las críticas del empresariado podrían indicar que ellos perderán. La evidencia empírica disponible sobre una medida como ésta es limitada y, lamentablemente, menos concluyente de lo que se quisiera.
La teoría económica, en cambio, sugiere que la reducción de la jornada generará ajustes salariales que podrían atenuar tanto los impactos positivos que esperan algunos, como los negativos que temen otros. Nos parece útil revisarla.
Un primer caso es el de los trabajadores ya contratados. Los que mantienen su empleo se benefician del cambio pues verían un aumento del salario/hora cercano al 11% (o más, dependiendo del trato del horario de colación). Es un alza significativa en comparación al típico aumento de 2-3% anual. Algunos de estos trabajadores disfrutarán su tiempo libre, otros aumentarán sus ingresos trabajando horas extra o en un segundo empleo. Eso sí, sus salarios subirán más lento en el tiempo que sin reforma.
Para los ya contratados también es esperable algunos despidos. Cuántos depende críticamente de que las empresas tengan altas rentas y enfrenten costos de despido importantes.
Un segundo caso es el de los nuevos contratados. La teoría sugiere que el mercado reaccionará reduciendo inmediatamente los salarios de contratación, de manera proporcional a la reducción en horas, volviendo a un salario por hora similar al actual. Considerando que la duración promedio de la relaciones laborales en Chile es de sólo 40 meses, muchos trabajadores pasarán a ser de este grupo en los próximos años.
A la larga, gracias al ajuste salarial, las empresas contratarán un total de horas similar al escenario sin reforma. Lo que les pase a los trabajadores, sin embargo, dependerá críticamente de la relevancia del costo fijo de contar con un trabajador adicional (por ejemplo, costos como capacitación e indumentaria).
En industrias en que ese costo fijo es bajo (el comercio), la jornada más corta debería aumentar el número de trabajadores contratados. Pero como cada uno trabajará menos horas, cada trabajador recibirá un cheque a fin de mes que será menor al caso sin reforma.
En cambio, en las industrias en que ese costo fijo es alto (manufactura), en vez de contratar más personas, los empleadores contratarán horas extra. Pero los nuevos salarios que ofrezcan deberían ser aún más bajos que la baja proporcional de horas (ya que deberán pagar horas extra).
Un caso preocupante es el de trabajadores con contrato nuevo que quieren trabajar más, pero para su empleador no es rentable pagar el 50% adicional de horas extra.
En suma, las empresas pierden, pero menos de lo que a primera vista se cree. Los trabajadores que mantienen sus contratos vigentes ganan, aunque no para siempre. Los trabajadores con contratos nuevos tienen más tiempo libre, pero reciben salarios menores.
Los efectos anteriores reflejan un conjunto de supuestos, pero hay otras posibilidades. Si es difícil diferenciar salarios dentro de una empresa, los salarios nuevos se parecerán más a los antiguos. Si hay barreras al ajuste salarial o no es inmediato, puede existir un período de menor producción y empleo. Si los salarios se igualan a través de las industrias, los sectores con mayores costos fijos por trabajador serán perjudicados. Todo esto sin considerar otros márgenes de ajuste, como una mayor informalidad o la mecanización acelerada.
En un proyecto con ganadores y perdedores la decisión final es política. Ojalá el gobierno y el congreso consideren todas las implicancias, especialmente los efectos probables en salarios, antes de decidir.