Por Soulange Gramegna y Gabriel Natividad

Desde que Adam Smith fundara hace 250 años la ciencia económica moderna con su investigación sobre las causas de la riqueza de las naciones, la humanidad ha dado grandes saltos en diagnosticar los problemas de escasez aplicando criterios racionales para solucionarlos [1]. El Perú no es una excepción.
Como ha mostrado Foco Económico durante casi una década, buenos argumentos se han esgrimido para abordar problemas cotidianos en nuestro país, desde la estabilidad fiscal macroeconómica hasta las carencias empresariales en lidiar con la informalidad. Sin embargo, la perspectiva financiera del individuo en su contexto doméstico—en su hogar—para tomar decisiones de inversión que le permitan desarrollar sus capacidades humanas y alcanzar un mayor nivel de vida ha sido estudiada de manera indirecta o remota en nuestro país.
Nos preguntamos: ¿cómo invierten los peruanos y cuánto se endeudan? ¿Cómo se relaciona esa deuda con la riqueza personal individual? Se ha documentado muy poco de esa realidad económica hasta ahora. En consecuencia, los peruanos y peruanas que desean obtener una mayor rentabilidad por su capital financiero no parecen tener un recurso a la mano que les ayude al diagnóstico y a la toma de decisiones.
Ignorar el poder de las finanzas personales lleva a dos consecuencias claramente subóptimas. Por un lado, ocasiona el desperdicio de oportunidades atractivas de ganancia: si sabemos que algo nos da buena rentabilidad a bajo riesgo, pero lo desaprovechamos, habremos perdido. Por otro lado, puede llevar a la eventual exclusión del sistema crediticio: los errores financieros pueden desencadenar pérdidas pequeñas o grandes, que luego mancillan el historial crediticio personal y, en el extremo, causan la salida del individuo del mercado de créditos.
Una ilustración del equilibrio actual
Bajo la premisa de que las decisiones financieras son libres y se rigen por reglas de mercado, podemos estar tolerando actitudes y comportamientos poco competitivos que retrasan el despegue del país y siembran desconfianza en nuestro futuro. Casos concretos en contextos más desarrollados abundan. En EE.UU., desde la creación del Consumer Financial Protection Bureau, cuyo futuro es hoy incierto, los bancos y otras compañías de tarjetas de crédito han devuelto 20,000 millones de dólares a clientes tratados injustamente; de manera más amplia, 85% de norteamericanos resultan sorprendidos al encontrar cargos ocultos en los servicios que contratan; en Chile, el bajo nivel informativo de las cláusulas financieras de tarjetas de crédito ha ocasionado notorias consecuencias negativas [2]. ¿Cabe ser ingenuos y creer que esos problemas no existen en el Perú de hoy?
Pensemos en el producto financiero personal más fácil de usar: la deuda por tarjeta de crédito. Teniendo una línea de crédito aprobada, el cliente puede usar su tarjeta para comprar desde una botella de agua hasta una MacBook Air de última generación, dependiendo del límite de su línea. En cualquier caso, hay un fuerte empoderamiento financiero en quienes poseen una tarjeta de crédito. En nuestra investigación cuantitativa, identificamos a 5.7 millones de personas naturales que entre el 2019 y 2023 no tuvieron ningún otro producto de deuda en el sistema crediticio peruano: todas ellas fueron usuarias puramente de tarjetas de crédito.
Lo interesante es que, a pesar de estar ampliamente difundida, la deuda por tarjeta de crédito en nuestro país es extraordinariamente cara, como lo indica la página web del supervisor bancario ante consultas sobre el precio del crédito. Consideremos a un empleado con sueldo regular muy superior al promedio peruano y comportamiento crediticio impecable que es cliente del banco líder del sistema. Resulta que la tasa de interés efectiva anual (T.E.A.) que le cobra el banco a esta persona es 95.9% anual por deuda en tarjeta de crédito en soles. ¿Acaso este empleado es tan riesgoso para el banco como para merecer un punitivo 95.9% anual por intereses? Probablemente, no; de hecho, en EE.UU., la tasa de interés anual (A.P.R.) por tarjeta de crédito a inicios del 2025 fue de 24% en promedio. El individuo peruano de nuestro ejemplo no es tres veces más riesgoso que el norteamericano promedio, pero el banco líder peruano le asigna una tasa de interés mucho más elevada a su deuda por tarjeta de crédito.
Tratándose de un producto con precio tan alto en nuestro país, cabe preguntar si la deuda por tarjeta de crédito es ampliamente usada. En la muestra de 5.7 millones de usuarios de tarjetas de crédito que no tenían ningún otro tipo de deuda en el sistema crediticio, detectamos que un 90% de ellos hizo algún pago por intereses al banco, según nuestro análisis de la cuenta de rendimientos devengados de cada banco con cada cliente. Esa fracción tan elevada contrasta con la de EE. UU., que se ubica en 74% y con valores equiparables a los de EE. UU. en el Reino Unido y Australia. Al consultar con un analista de la entidad regulatoria peruana sobre si la frecuencia de 90% que encontramos era una fracción demasiado alta, no obtuvimos una negativa firme. Mantenemos, por tanto, nuestra apreciación de que demasiados peruanos usan con mucha facilidad un instrumento de deuda ampliamente difundido que es muy caro en nuestro contexto local.
Nuestro consejo financiero simple y concreto, basado en la realidad cuantitativa peruana comparada con el contexto internacional, puede ser útil para mejorar la inversión de millones de peruanos hoy[*]: evitemos pagar intereses por una deuda tan cara. Recordemos que la tarjeta de crédito tiene un periodo de gracia, desde el momento de la transacción hasta que se cierra el ciclo mensual del contrato de crédito. Si el cliente paga a tiempo su deuda—quizá usando una fuente de financiamiento distinta más barata o sus ahorros—, entonces no hace falta que el cliente pague nada por intereses. Pero si el cliente no paga a tiempo y empieza a acumular deuda, eso le costará altísimos intereses anuales. Por tanto, la inversión segura y sin riesgo es pagar la tarjeta dentro del periodo de gracia, evitando asumir intereses por deuda y obteniendo así un 95% de retorno gracias al buen orden financiero personal.
Cuánto más debemos saber y quién debe saberlo
El ejemplo de las tarjetas de crédito sugiere que hace falta conocer mucho más sobre las finanzas personales en el Perú. En nuestra economía globalizada, con conocimientos que viajan instantáneamente a todo el mundo, es natural que muchos peruanos deseen aprender más sobre cómo invertir, ahorrar, endeudarse, generar y acumular riqueza. Se podría pensar que para esto existen suficientes libros de autoayuda financiera escritos en EE. UU. y traducidos al castellano. De hecho, un profesor de finanzas de la Universidad de Yale recientemente se dio el trabajo de leer cincuenta de esos libros populares, para comparar sus recetas con los postulados de la ciencia económica, notando divergencias llamativas [3]. Lamentablemente, según nuestra evaluación, esas lecturas foráneas basadas en la realidad norteamericana no resultan útiles para el Perú, debido a nuestra bajísima posesión de instrumentos financieros—acciones y bonos—y de deuda hipotecaria.
Sí: hay que conocer mucho sobre finanzas personales, pero debemos usar fuentes confiables y verificables con el cruce de información estadística de gran escala. Recientemente, se ha estudiado la riqueza de los hogares peruanos utilizando encuestas oficiales anónimas de corte transversal sobre los ingresos de los hogares [4], pero esa información de ingresos no es verificable y no ha permitido iluminar cuestiones centrales sobre las finanzas personales. Un caso distinto es el de documentos de transparencia firmados como declaraciones juradas públicas de cerca de 195,000 peruanos en el periodo 2008-2023, que hemos digitalizado y validado cuantitativamente para nuestra investigación. Observar ingresos, inversiones y créditos a lo largo del tiempo para una muestra como esta ofrece una ventana luminosa para analizar decisiones financieras concretas y obtener lecciones útiles más generales.
Motivados por el grave vacío en el conocimiento financiero de la realidad peruana, hemos empezado a difundir nuestra propia investigación cuantitativa al respecto. En el verano del 2025, tuvimos la oportunidad de brindar nuestras primeras charlas a estudiantes y egresados universitarios, además de ejecutivos y analistas de la entidad supervisora del sistema crediticio en el Perú. Los resultados de nuestro análisis aparecerán, para un público general, en forma de libro de diseminación científica [5], y en este post nos hemos enfocado en el caso de la tarjeta de crédito, como anticipo de lo que será publicado de manera extensa. Otros temas de nuestra investigación incluyen los ingresos, créditos, hipotecas, ahorros, inversiones, la jubilación, la educación universitaria y la inclusión financiera; en nuestro trabajo, introducimos datos difíciles de encontrar en el contexto peruano, con miras a facilitar a nuestros lectores aprender algo que a nosotros nos costó descubrir y entender.
¿Cómo invertirán los peruanos en el futuro?: mejor, cuando conozcan más profundamente el contexto económico local, con sus retos y oportunidades, luces y sombras. Sin duda, una mejor inversión personal llevará a un mayor crecimiento económico, un anhelo de millones de personas que deseamos un Perú más próspero y equitativo para las nuevas generaciones.
Referencias
[1] Backhouse, R.; Medema, S. 2009. On the definition of economics. Journal of Economic Perspectives, 23, 221–233.
[2] Iberti, G.; Kulkarni, S.; Truffa, S. 2020. Removing the fine print: Standardization, disclosure, and consumer loan outcomes. (Working paper)
[3] Choi, J. 2022. Popular personal financial advice versus the professors. Journal of Economic Perspectives, 36(4), 167–192.
[4] Alarco, G.; Castillo, C.; Leiva, F. 2019. Riqueza y desigualdad en el Perú: visión panorámica. Oxfam.
[5] Natividad, G; Gramegna, S. 2025. Finanzas personales en el Perú: diagnóstico cuantitativo y propuestas para el crecimiento. Manuscrito de libro.
[*] En nuestro caso se aplica el financial disclaimer común.
Ilustración: Joaquín Torres García. 1931. Composition. The Museum of Modern Art. Gabriel Natividad.