De acuerdo con estimaciones recientes de la Organización Mundial de la Salud alrededor de una de cada tres mujeres en el mundo ha sido víctima de violencia física y/o sexual. Son numerosos los estudios que presentan evidencia sobre los amplios efectos que tiene la violencia contra la mujer en su bienestar en el corto y largo plazo, y los costos inter-generacionales que este tipo de violencia conlleva. El hecho de que las cifras sobre violencia de género se hayan mantenido estables en la última década resalta la necesidad de entender mejor sus determinantes y la efectividad de los programas y políticas públicas diseñados para proteger a las mujeres. En este contexto es también importante resaltar que, aunque en la mayoría de los casos estos actos violentos son perpetrados por sus parejas, las mujeres son también víctimas de agresiones violentas por parte de terceros, y es fundamental entender cuáles son los contextos que exacerban la violencia de género. Por ejemplo, contextos donde la posición económica de la mujer y sus oportunidades laborales se ven negativamente afectadas pueden intensificar abusos físicos y sexuales contra la mujer. Esto es particularmente relevante dado el impacto que la pandemia de COVID-19 ha tenido en la participación laboral femenina. En esta entrada me voy a concentrar en resumir evidencia empírica que ha mostrado cómo el crimen violento ha afectado diferencialmente a las mujeres y sus potenciales consecuencias en la intensificación de la violencia de género.
Una parte de mi investigación se ha concentrado en medir los efectos del crimen violento en México. El caso de México ofrece una oportunidad única para estudiar estos impactos dada la rápida e inesperada intensificación de la violencia observada desde 2007. No solamente las tasas de homicidios se triplicaron entre 2008 y 2010, sino que otro tipo de crímenes que afectan directamente a la población civil como robos, extorsiones, y secuestros aumentaron en paralelo durante este periodo.
Efectos del crimen violento en las decisiones laborales de la mujer
Aunque originalmente mi investigación no tenía como objetivo entender los efectos diferenciados que tuvo la violencia en México para hombres y mujeres, muy rápido los resultados me mostraron lo importante que era entender estas diferencias. Uno de los primeros efectos que quise estudiar fueron los efectos de la violencia en el mercado laboral. Uno de los primeros hallazgos de mi trabajo en México fue que el aumento en homicidios afectó, en el corto plazo, principalmente a trabajadores autoempleados. Sin embargo, hombres y mujeres en este sector de la economía no se vieron afectados de la misma manera. Aunque las ganancias económicas de los hombres se redujeron, esta reducción es explicada por una disminución en la demanda de los servicios y productos ofrecidos y no por una reducción en la oferta laboral. Por otro lado, las mujeres respondieron a los altos niveles de violencia reduciendo sus horas de trabajo o abandonando la fuerza laboral por completo. Una posible explicación de la reducción de la oferta laboral de las mujeres, que exploro directamente en mi trabajo, es el miedo a la victimización. Lo que encontré es que, si bien tanto hombres como mujeres reportan un aumento en el miedo a ser directamente victimizados en respuesta al aumento de la violencia, sólo las mujeres autoempleadas se ajustan disminuyendo su participación en la fuerza laboral, sustituyendo estas horas de trabajo por horas de producción doméstica. Este resultado es particularmente importante en una sociedad que ya presenta significativos niveles de desigualdad de género, ya que cualquier impacto que afecte de manera desproporcionada a las mujeres también debe ser reconocido como un determinante adicional de la brecha de género en el mercado laboral mexicano.
Efectos del crimen violento en el poder de negociación de las mujeres
Una reducción significativa en ingresos laborales puede tener consecuencias negativas duraderas para el bienestar de la mujer. Estudios recientes demuestran que este ha sido el caso en México. Con la reducción de los ingresos laborales de las mujeres, también se ha reducido su poder de negociación en el hogar, y de forma consistente con los resultados en el mercado laboral, las mujeres que reportan mayor miedo a ser directamente victimizadas son aquellas cuyo poder de decisión se vio más afectado dentro del hogar (Hernandez-de-Benito, 2022). La pérdida de poder de negociación puede tener importantes implicaciones de largo plazo que afectan decisiones de consumo en el hogar, por ejemplo, inversión en bienes específicos para el bienestar de la mujer y de los niños y niñas. Hernandez-de-Benito (2022) ofrece evidencia directa de esta hipótesis: las mujeres que perdieron poder de decisión como consecuencia de la violencia también cambiaron los patrones de gasto dentro del hogar, beneficiando el gasto de bienes que directamente aumentan el bienestar de los hombres (por ejemplo, ropa de hombres adultos), a expensas de gastos en comida y bienes básicos del hogar.
Efectos del crimen violento en la violencia doméstica contra la mujer
La pérdida de independencia económica y de oportunidades laborales, aunado a un ambiente de miedo y violencia puede afectar directamente la incidencia de violencia doméstica hacia la mujer. Un estudio reciente muestra que esto ha sucedido en México. Alamir (2022), encuentra que después de la intensificación de los homicidios en México, la violencia doméstica aumentó en los municipios más afectados por este tipo de criminalidad. Además, las tasas de divorcio como consecuencia de abuso físico y sexual disminuyeron, y las mujeres mostraron menor probabilidad de reportar la violencia doméstica como un problema importante. Alamir explica que los resultados sugieren que la violencia doméstica pudo haberse normalizado en este grupo de mujeres quienes además son aquellas con menores ingresos laborales, menores niveles de educación, y por lo tanto aquellas con menores opciones de alcanzar independencia económica por fuera de la relación con sus parejas. Los efectos de la violencia doméstica tienen graves consecuencias inter-generacionales y en la salud mental de las mujeres. En México, también se ha encontrado evidencia de estos efectos del crimen violento.
Efectos intergeneracionales del crimen violento
La salud mental de las mujeres ha sido negativamente afectada durante el aumento de la violencia en México (Balmori de la Miyar, 2019), y esta es un importante mecanismo a través del cual la violencia puede tener un impacto intergeneracional adverso. Por ejemplo, las tasas más altas de depresión entre los adultos están asociadas con impedimentos en el desarrollo físico, cognitivo y socioemocional de los niños (Moya, et al. 2021). Este conjunto de resultados es muy relevante para los efectos del COVID-19 y los confinamientos que observamos en los últimos dos años, dados los efectos negativos observados en la salud mental de las madres de niños pequeños. Otra vía a través de la cual el aumento de la inseguridad puede tener un efecto intergeneracional en el desarrollo económico es a través de sus efectos negativos en la salud de los recién nacidos. Brown (2018) encuentra, por ejemplo, que la violencia afectó negativamente la salud mental de las mujeres embarazadas, y redujo el peso al nacer de sus bebés. Esto tiene importantes implicaciones de largo plazo para esa generación de recién nacidos, ya que una amplia literatura ha relacionado el peso al nacer con la capacidad neurológica y cognitiva, lo cual a su vez puede afectar ingresos económicos y productividad en la adultez.
¿ Cómo responder a los costos adicionales que el crimen violento impone en las mujeres?
Un contexto con altos niveles de crimen y violencia puede afectar las oportunidades laborales de las mujeres, y por consiguiente su bienestar de maneras complejas y con importantes consecuencias de corto y largo plazo. Al considerar políticas destinadas a aliviar los efectos de la violencia sobre la población civil, los diseeñadores de políticas deben tener en cuenta tanto los efectos directos de la violencia que se generan por robos, extorsiones, secuestros y homicidios, como los efectos indirectos de la violencia que se generan por la carga psicológica y los efectos económicos de la inseguridad. Los programas destinados a ayudar a las víctimas de la violencia deben considerar estos efectos indirectos y diseñar programas dirigidos también a este tipo de víctimas.
En ese sentido, comprender los mecanismos a través de los cuales la violencia afecta directa e indirectamente a la población civil es clave para diseñar programas más eficientes. Por ejemplo, en el caso mexicano brindar condiciones que puedan aumentar y re-incentivar la participación laboral de las mujeres, y ofrecer mejores condiciones de seguridad en el espacio público es fundamental. Estas políticas pueden estar acompañadas por transferencias que aumenten el poder de negociación de la mujer dentro del hogar. En este sentido, sin embargo, los retos de diseño de políticas públicas son significativos, ya que el impacto de las intervenciones económicas en violencia doméstica ha arrojado resultados ambiguos.
Sin duda, tenemos un camino largo que recorrer para entender los determinantes de la violencia contra la mujer y la efectividad de las políticas públicas que pueden ayudar a reducir las alarmantes cifras de las ultimas décadas.