Sobre el costo de (nuestra) inestabilidad política

Desde el 2018, los países de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México, y Perú) experimentamos diversos niveles de incertidumbre en el quehacer económico. Sea por cambios de régimen (México), cambios continuos de presidente (Perú), los 30 pesos que se leyeron como 30 años y una asamblea constituyente (Chile), o movilizaciones sociales protestando por cambios de políticas (Colombia), una de las características que hoy nos une como grupo de países es la inestabilidad política. A continuación, haciendo referencia solo a un pequeño subconjunto de artículos y aproximaciones, comparto lo que considero un punto de partida para una discusión más amplia.

En la literatura de ciencias sociales, la inestabilidad política puede ser comprendida de varias maneras: golpe de estado, huelgas, movilización social, cambio de gabinete, asesinato de líderes, cambio de periodo presidencial o congresal -con o sin cambio de orientación política o de concepción del desarrollo-, tensión religiosa, conflictos internos, conflictos socio ambientales, conflictos raciales, etc. Asimismo, se puede entender como una combinación de estas. Cuando los economistas queremos utilizarla como variable en un ejercicio econométrico que apunte a encontrar relaciones entre la inestabilidad política y alguna variable económica, se puede crear un índice que combine variables, utilizar métodos como los de componentes principales, tomar cada variable de manera dicotómica, o alguna combinación de aproximaciones.

¿Cómo así asociamos incertidumbre económica con inestabilidad política? ¿Es esta asociación causal? ¿Cuál es la dirección de la causalidad? El postulado más tratado en la literatura es aquel que afirma que la inestabilidad política reduce la tasa de crecimiento económico. Son varios los canales de transmisión que explicarían esta causalidad. El más conocido es aquel que relaciona inestabilidad política con riesgo a los derechos de propiedad y así a una reducción de inversiones. Otro canal apunta a los efectos de reducir la disponibilidad de factores de producción, sea por la mano de obra que migra o por el capital que exige retornos mayores. Otro de los posibles canales de transmisión descansa en el efecto de miopía fiscal (Edwards & Tabellini 1991): un ejecutivo inestable tenderá a prestarse dinero más intensamente que uno estable. Finalmente, se postula el posible efecto negativo sobre la inflación.

Lo siguiente que debemos dilucidar es si la inestabilidad política causa menor crecimiento -por los canales de transmisión ya explicados- o se trata del otro sentido de la causalidad: la inestabilidad política es un resultado del menor crecimiento económico. Ello sería porque un menor crecimiento reduce las posibilidades de bienestar de la población que, a su vez, estaría descontenta de su gobierno y se movilizaría para cambiarlo. Sea cual fuere el canal de transmisión, es posible afirmar que la inestabilidad política está asociada a menor crecimiento económico.  ¿Qué dice la evidencia?

Estudios sobre la relación entre inestabilidad política y crecimiento económico antes de la década de los noventa, utilizan datos que se concentran en los años de la posguerra, y en la emergencia de nuevos países a raíz del proceso de descolonización a que dio paso. Más aún, no solo era complicado contar con extensas bases de datos de países junto con largos periodos temporales, sino que el énfasis del indicador de inestabilidad estaba en los golpes de estado.

El estudio de Barro (1991) constituye un aporte muy relevante en la literatura. Con una clara preocupación por el crecimiento económico, utiliza una base de datos de 98 países para el periodo 1960-1985, encontrando una relación negativa entre la inestabilidad política y la tasa de crecimiento del PBI per cápita. En su ejercicio, las medidas de inestabilidad política son dos: el número de asesinatos políticos por año y el número de revoluciones y golpes de estado por año.

Entre 1994 y 1996, se publicaron dos trabajos importantes: Alesina y Perotti (1994) y Alesina et al (1996).  En ellos, se amplía el número de países analizados a 113, así como el periodo comprendido: 1950-1982. Junto con ello, afinan el indicador de inestabilidad política, y discuten y prueban econométricamente el sentido de la causalidad. Así, utilizan un indicador de cambio de gabinete como una buena aproximación a inestabilidad política y concluyen que el sentido de la causalidad va de inestabilidad política hacia crecimiento económico. De acuerdo a sus estimaciones, la tasa de crecimiento del PBI per cápita es de 2,8% para años sin inestabilidad; y de 1,3% para años con inestabilidad. De manera simple y, por supuesto perfectible, la inestabilidad, en la forma de cambio de gabinete, cuesta 1,5% de crecimiento del PBI per cápita, en un año.

Jong-A-Pin (2009) con una base de datos de 90 países para el periodo 1974-2003 confirma el sentido de la causalidad de los estudios de Alessina y asociados. Junto con ello, precisa la definición e indicador de inestabilidad alrededor de la incapacidad de un gobierno de implementar sus políticas y, por consiguiente, su habilidad de permanecer al mando.

Ese es el efecto directo de corto plazo. Pero, ¿qué puede pasar a mediano plazo? Este efecto fue estimado por Bernal-Verdugo et al (2013) con un panel de 183 países para el periodo 1980-2010: un cambio de gabinete tiene el efecto de reducir la tasa de crecimiento del PBI per capital real en 1%. De acuerdo a sus estimaciones, los efectos negativos en la tasa de crecimiento del PBI per cápita como resultado de inestabilidad política pueden ser contrarrestados por la implementación de reformas dirigidas a mejorar la gobernanza. El indicador que utilizan es uno que combina cambios posibles en la rendición de cuentas, la efectividad del Ejecutivo, calidad regulatoria, fuerza de la ley y control de corrupción.

La evidencia muestra una relación negativa y causal importante de la inestabilidad política, medida como cambios en el gabinete, en el crecimiento económico, medido como cambios en el PBI per cápita. En el caso del Perú, cuatro gabinetes en 6 meses de periodo presidencial indican pérdidas de crecimiento económico, de acuerdo a la evidencia disponible. Juntemos el efecto de la pandemia, particularmente en la inversión en capital humano en el país que mantuvo las escuelas cerradas por más tiempo (2 años), y tenemos un panorama sombrío si no tomamos acción inmediata. Y esa acción inmediata apunta a fortalecer el servicio civil y los mecanismos de gestión pública que, poco a poco, se han venido implementando en el Perú pero que se encuentran actualmente bajo fuego cruzado.

Bibliografía

Aisen, A., & Veiga, F. J. (2011). How Does Political Instability Affect Economic Growth? IMF Working Papers, 2011/012.

Alesina, A., Özler, S., Roubini, N., & Swagel, P. (1996). Political Instability and Economic Growth. Journal of Economic Growth, 1(2), 189-211. https://doi.org/10.1007/BF00138862

Alesina, A., & Perotti, R. (1994). The Political Economy of Growth: A Critical Survey of the Recent Literature. The World Bank Economic Review, 8(3), 351–371. doi:10.1093/wber/8.3.351

Barro, R. J. (1991). Economic Growth in a Cross Section of Countries. The Quarterly Journal of Economics, 106(2), 407-443. doi:10.2307/2937943

Bernal-Verdugo, L., Furceri, D., & Guillaume, D. (2013). The Dynamic Effect of Social and Political Instability on Output: The Role of Reforms. IMF Working Papers, 2013/091.

Edwards, S. & Tabellini, G. (1991). Political Instability, Political Weakness, and Inflation: An Empirical Analysis, NBER Working Paper 3721.

Jong-A-Pin, R. (2009). On the measurement of political instability and its impact on economic growth. European Journal of Political Economy, 25(1), 15-29. doi:10.1016/j.ejpoleco.2008.09.010