Vergonzosa. Grotesca. Así ha calificado la Organización Mundial de la Salud (OMS) a la falta de equidad en la vacunación contra la COVID-19. Esto, alega, como consecuencia del acaparamiento que los países ricos hacen del suministro de vacunas en detrimento de los países más pobres. Mientras los primeros han administrado cerca de 100 dosis de vacunas por cada 100 personas, los segundos solo han aplicado 1.5 dosis por cada 100 personas.
Desde el inicio de la pandemia, el titular de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, viene advirtiendo que esta no terminará a menos que la transmisión esté controlada en todos los países. Por eso, insta a priorizar el que cada país haya podido vacunar al menos al 10% de su población a finales de septiembre, que sean al menos el 40% a final de año, y 70% a mediados de 2022. La mortalidad y hospitalización global se reducirán únicamente cuando toda la población vulnerable esté vacunada con dos dosis.
La propuesta del Fondo Monetario Internacional es igual de ambiciosa: inmunizar al 40% de la población mundial para fines de 2021 y al 60% para mediados de 2022.
Pero, ante el aumento vertiginoso del número de infecciones causadas por la variante delta, altamente contagiosa del SARS-CoV-2, y los indicios de que la inmunidad de las vacunas COVID-19 podría desaparecer con el tiempo, algunos países han comenzado a administrar una tercera dosis a quienes ya tienen pauta completa de vacunación. Es el caso de Alemania e Israel, a quienes se les sumarán, por lo pronto, Emiratos Árabes Unidos, Chile y Rusia. El llamado de atención de la OMS se enfoca, ahora, en la enorme desigualdad que implica ofrecer dosis de refuerzo habiendo tantos millones de personas aún desprotegidas.
Queda claro que muchas veces lo anterior no solo se debe al déficit de vacunas, sino a la propia (in)capacidad logística de países menos desarrollados. Y a sus propios problemas políticos internos, que complican la adecuada toma de decisiones.
Según Our World in Data, el 30.4% de la población mundial ha recibido al menos una dosis de la vacuna. Sin embargo, mientras solo el 1.2% de quienes viven en países de bajos ingresos ha recibido una dosis, en los países de altos ingresos esta cifra llega a 56.6%.
En el Perú se ha vacunado a casi 9 millones de personas, aunque poco más de la mitad tiene ya dos dosis. El plan de vacunación contempla vacunar a todos los mayores de 12 años, lo que representa alrededor de 27 millones de personas. Esto en medio de un inestable cambio de Gobierno, lo que puede ralentizar el proceso.
Urge aumentar la capacidad de fabricación de vacunas. Evaluar con imaginación y amplio criterio las diferentes opciones de provisión y negociación con los laboratorios y países productores, como dice la OMS, “desde las licencias voluntarias y las transferencias de tecnología hasta la puesta en común de patentes y la flexibilidad en los derechos de propiedad intelectual”.
Creo que opciones más factibles de ser aceptadas por las multinacionales son modelos como el pago de regalías por producción en otros países o la transferencia tecnológica (pagada), pero sin perder la patente. El punto es que hay que poner sobre la mesa alternativas intermedias y, sobre todo, realistas. Y continuar insistiendo en, a la par, reforzar los sistemas de atención primaria y la cobertura universal de salud, con un enfoque de equidad y eficiencia.
Creíamos que, literalmente, al estar todo el mundo atravesando la misma situación, nuestros líderes actuarían con una visión global y solidaria. Nos equivocamos; esa batalla la ganó el virus. ¿Las fuerzas de las variantes harán que aprendamos la lección?