La pandemia da una base común para comparar las distintas reacciones de política en las diferentes naciones. Una de sus dimensiones es lo ocurrido con los ahorros previsionales. Todos los países tienen sistemas previsionales y en todas partes las medidas de restricción sanitaria han tenido consecuencias sobre el ingreso de las familias. No obstante, junto a Perú, Chile es el único donde se ha producido un masivo retiro de fondos, al punto que ya un quinto de los cotizantes se ha quedado sin saldo. Y tantos han quedado con tan poco que, de materializarse un cuarto retiro, el porcentaje se elevaría a la mitad de los afiliados. Sólo Australia, entre los países desarrollados, ha permitido el retiro de fondos, pero condicionado a pérdidas efectivas de ingreso.
¿Qué explica esta singularidad, cuando nos preciábamos de nuestras políticas? Es bueno reiterar que las contribuciones previsionales son siempre obligatorias, por buenas razones. Por lo mismo, el retiro anticipado generalizado va en contra de la naturaleza misma de los esquemas previsionales.
Una explicación plausible es la tardanza que hubo en implementar ayudas a las familias, que fluyeron a cuentagotas, en diseños complejos y en montos insuficientes. Pero, para ser justos, últimamente las ayudas se han masificado y los montos involucrados han sido sustantivos. Resta clarificar cómo continuará el Ingreso Familiar de Emergencia, pero la presión por retiros adicionales no cede.
Otras explicaciones apuntan a la crisis económica -que siendo severa, lo es menos que en muchas otras naciones-, o al momento del ciclo político; pero muchos países han enfrentado elecciones.
Parece ser entonces que es el actual descrédito de nuestro sistema previsional lo que explicaría la diferencia de resultados con otras realidades. Bajas pensiones y tasas de reemplazo -en parte derivadas de la baja cotización, que fue como se “vendió” el sistema en la dictadura-, junto a cuantiosas utilidades de las administradoras de fondos, entre otras críticas, han situado al sistema previsional entre los temas más cuestionados en la actualidad.
Las ganancias de las administradoras, junto a solo modestas rentabilidades netas de los fondos, derivan de la concentración oligopólica, donde actualmente solo sobrevive un puñado de ellas. En los últimos quince años la rentabilidad real neta para los cotizantes fue de sólo 3% si se consideran las comisiones, la que se compara muy desfavorablemente con rendimientos de entre el 7% y el 9% real de los fondos previsionales en Canadá y Suecia, por ejemplo (que tienen una lógica de inversión colectiva y no individual como la nuestra).