Los nuevos casos de covid-19 han caído a la mitad desde comienzos de junio. Las cifras siguen siendo altas (un promedio de 3.600 casos diarios durante la última semana), pero la velocidad a la que están bajando es apreciable. Solo después de la primera ola, a mediados del año pasado, se observó un fenómeno similar.
La explicación más obvia para la reducción de infecciones es que estamos cerca de la inmunidad de rebaño. La autoridad anunció esta semana que se había llegado a un 83% de vacunados, un porcentaje que se encuentra en los rangos en que podría esperarse esta inmunidad. Desgraciadamente, el 83% es la fracción de vacunados en la población objetivo del programa de vacunación, un concepto que pasa un tanto inadvertido en las conferencias de prensa. Como el virus no distingue entre la población objetivo y el resto, lo relevante es la fracción de toda la población que ha sido vacunada. Además, el 83% incluye a quienes han recibido solo una dosis de la vacuna Sinovac, cuando es bien sabido que se requieren dos dosis para tener una protección significativa. Hechas estas correcciones, el 83% pasa a un 47%, un porcentaje que sitúa a Chile entre los países que más han vacunado, pero lejos de la inmunidad de rebaño.
Habiendo descartado la inmunidad de rebaño, el dramático cambio de tendencia en los contagios tampoco se explica por variaciones semanales de la fracción de la población protegida por las vacunas. Esta fracción fluctúa poco de una semana a otra, algunas semanas sube 2%, otras sube 3%, lo cual no puede explicar por qué a fines de mayo los casos crecían un 15% semanal y dos semanas después caían un 15%. Es como si alguien reemplazara el azúcar por endulzante en la tasa de café que toma diariamente y dos semanas después su peso bajara 10 kilos. Pasar a endulzante puede reducir el peso, pero no en esa magnitud.
Una explicación alternativa es que la percepción del riesgo de contagiarse creció durante la segunda quincena de mayo y junio. La crisis hospitalaria se acentuó y la pandemia regresó a los matinales, informando que no había cupos para atender emergencias en muchos hospitales. Los casos que cada uno de nosotros conoce de cerca comprometidos con covid-19 crecieron. Lo anterior junto a la imposición de cuarentenas en buena parte del territorio, probablemente, puede que expliquen la caída de infecciones.
La buena noticia de la baja de infecciones viene acompañada de una creciente preocupación, porque la protección que otorga la vacuna Sinovac duraría menos de lo esperado. Sebastián Ugarte, jefe de la Unidad de Paciente Crítico de Clínica Indisa, lo resumió así: “En las últimas semanas hemos visto llegar a la UCI pacientes mayores, graves, con las dos vacunas. Podría ser que los adultos mayores que se vacunaron muy al comienzo (…) empiezan a tener menos respuesta según van pasando los meses. Y a esta altura podría estar disminuyendo, porque en algunos adultos mayores estamos viendo no la enfermedad leve, sino casos graves”.
Un estudio de un grupo de académicos de la Universidad de San Sebastián concluye que para personas mayores de 70 años “la protección (de la vacunación) contra la infección y el desarrollo de la enfermedad grave tuvo carácter transitorio, y a la fecha del reporte, se habría perdido”, mientras que para personas de entre 60 y 69 años, “a la fecha del reporte, aún persiste, pero se encuentra a la baja”.
No es ideal llegar a conclusiones con base en evidencia anecdótica, porque lo que se observa en una unidad de paciente crítico no necesariamente representa la realidad del país. Y debo confesar que el análisis de los académicos antes mencionados me pareció un ejercicio valioso, dada la poca información disponible, pero lejos de convincente.
El problema de fondo, sin embargo, es que el Gobierno ha optado por no dar acceso a la comunidad científica a los datos necesarios para realizar evaluaciones precisas de la efectividad de las vacunas. No se publican los nuevos casos separando por vacunados y no vacunados, tampoco las hospitalizaciones, los ingresos UCI y los decesos. Lo cual promueve especulaciones y lleva a la ciudadanía a desconfiar de las cifras e información que da la autoridad. Si a esto se agrega que varios líderes de opinión con acceso a información que no es pública han comenzado a abogar por que se administre una tercera dosis a la brevedad, no se puede descartar que sea cierto que la efectividad de la vacuna Sinovac dura menos de lo que se esperaba.
La segunda mala noticia es que hace poco más de una semana se detectó el primer caso de la temida variante Delta en Chile. La evidencia disponible sugiere que esta variante es mucho más contagiosa, de modo que es probable que en las semanas (o meses) que vienen tengamos un nuevo brote producto de esta variante. Solo una actitud decidida, que convoque un acuerdo transversal, tiene alguna posibilidad de prevenir un nuevo brote.
Estamos, entonces, en medio de un veranito de San Juan en lo que a la pandemia se refiere. En lugar de negar la realidad y creer que los contagios continuarán a la baja indefinidamente, debemos aprovechar este interludio para revisar cómo enfrentamos la pandemia. El Gobierno debiera comenzar por revisar su estrategia y plasmarla en un documento coherente que se haga cargo de los nuevos desafíos. Otras organizaciones expertas podrán comentar la propuesta del Gobierno y hacer sus propias propuestas, como ya lo hizo el Colegio Médico en un documento con ideas valiosas.
¿Cómo comunicamos los riesgos de manera consistente a una población fatigada? ¿Cómo combinamos de manera inteligente, estableciendo prioridades basados en evidencia sobre actividades de alto y bajo riesgo, la protección de la salud de los trabajadores y estudiantes con la necesidad de mantener la actividad económica y educativa? ¿Qué hacemos para terminar con la opacidad en los datos de la pandemia y sacar este tema de la arena política? ¿Cómo lo hacemos para tener estimaciones confiables, obtenidas por instancias independientes, de la efectividad de la vacuna Sinovac para distintos grupos etarios? ¿Qué hacemos para mejorar la trazabilidad y así evitar (o controlar más rápido) futuros brotes? El veranito puede terminar siendo breve, no podemos dejar pasar esta oportunidad para llegar a acuerdos amplios sobre cómo enfrentar lo que viene y tomar las medidas más urgentes de inmediato.