Bruno Seminario falleció este sábado 29 de mayo de 2021. Su partida ha sido de gran dolor para su familia, sus amigos y sus alumnos. Bruno fue nuestro compañero de estudios en la facultad de economía de la Universidad del Pacifico en los años 1974-79, donde fue un amigo especial y un alumno brillante, y luego profesor, con una carrera académica excepcional durante 42 años de enseñanza e investigación.
Durante 2019-2020 tuve la suerte de pasar una temporada en Lima y apreciar nuevamente de cerca a Bruno frente a sus alumnos, amigos y nuestros mismos profesores. A todo momento, su gran personalidad humana, generosidad, y curiosidad siempre se hicieron presentes. Especial para mi fue verlo de comentarista en un grupo de estudio de destacados académicos nacionales donde, con gran tacto y delicadeza, guiaba o re-encausaba la discusión cuando era necesario. Sus comentarios reflejaban un conocimiento vasto de la historia y de la realidad nacional y mundial, con chipas intelectuales brillantes. Fue un gusto verlo como había madurado en su vida, conocimiento y habilidad de manejar situaciones difíciles. Todo un maestro.
Bruno deja un reto intelectual inmenso para los estudiosos de la realidad nacional. El libro que estaba en su mente a la hora de su partida era una intersección de historia económica, geografía y movimientos poblacionales como bastiones fundamentales para entender la historia del Perú. En su opinión, solo un enfoque de largo-plazo que mire la intersección de estos baluartes puede darnos la respuesta de dónde estamos y a dónde vamos.
Su inquietud por la historia económica le llevó a Bruno a construir series del producto bruto interno (PBI) cuya trayectoria se inicia en la colonia. Su imaginación y habilidad numérica en usar censos poblacionales y otras fuentes secundarias como insumos para construir las series del PBI fue extraordinaria, así como también lo fueron sus inferencias. De ahí que las series muestren, entre otras cosas, que las brechas actuales en niveles de PBI per-cápita entre Perú e Inglaterra, España o Chile solo aparecen en el periodo republicano nacional y se acentúan en momentos históricos específicos, que Bruno califica como “catástrofes económicas”. Ejemplos de estas calamidades incluyen la guerra de independencia y la guerra con Chile, con sus efectos desastrosos sobre el producto y bienestar nacional. Demoras en el diseño de planes de acción frente a las crisis perpetuaron aún más el rezago económico nacional. En resumen, el retraso económico relativo del Perú, medido por su nivel de PBI per cápita, no es un fenómeno antiguo (pre-determinado) y continuo, como parecen sugerir algunas teorías de desarrollo, sino más bien un fenómeno nuevo de la era republicana, gatillado por caídas abruptas en ingreso per-cápita nacional en momentos históricos específicos y de corta duración de los cuales toma tiempo recuperarse.
Los datos de PBI también muestran ciclos económicos de corto y largo plazo (de 54 años) de la economía nacional que coinciden, grosso modo, con los vaivenes de la economía mundial, aunque magnificados por los eventos catastróficos nacionales. Bruno identifica una coincidencia entre las fases de desaceleración de los ciclos de largo plazo con la ocurrencia de catástrofes económicas que acrecienta las crisis económicas. Los malos tiempos parecen pues ocurrir en “clusters” o grupos. De allí, la importancia de una respuesta rápida de contención/reacción ante la crisis, a fin de minimizar los efectos de largo plazo de las catástrofes económicas sobre el empleo, ingreso y bienestar de la economía nacional.
Subyacente a la evolución del PBI per-cápita–con sus caídas abruptas durante catástrofes económicas –se desarrolla una distribución altamente desigual del PBI dentro de la economía nacional ocurrida a lo largo de la vida republicana. Los coeficientes Gini estimados por Bruno son testimonio de una creciente desigualdad en distribución del ingreso, magnificada durante el periodo de la posguerra con Chile hasta aproximadamente 1930. La desigualdad de ingresos refleja el dualismo estructural de la economía nacional que es producto de diferencias significativas en productividades del sector moderno y tradicional; una economía de “dos modas,” como decía Bruno. Vaivenes registrados en la concentración del ingreso a lo largo del tiempo a nivel nacional o regional reflejan, en gran parte, agotamientos en la canasta de exportación de regiones geográficas (como fue el caso de la decadencia del sur minero Perú-Bolivia y otras regiones andinas sudamericanas al final de la colonia), además de características individuales del desarrollo interno de dichas regiones.
Pero la creciente desigualdad en la distribución del ingreso durante la república no ha afectado a todas las regiones (norte, centro, y sur) y sus sub-regiones por igual, según Bruno. Estimados históricos de coeficientes Gini de PBI por kilometro cuadrado (ojo, no coeficientes Gini midiendo la distribución del PBI en una población) muestran que la desigualdad en términos de concentración geográfica de la actividad económica es aún mayor que la desigualdad en términos de la distribución del ingreso nacional. Una marcada concentración de actividad económica en Lima y/o provincias es producto de la densidad poblacional en pie, que a su vez depende de la geografía del lugar y el desarrollo agrícola. El desarrollo agrícola es afectado por la magnitud (anchura) del macizo andino de la zona y la pendiente del territorio cultivable que compromete la implementación de tecnología de producción y transporte inventada durante la segunda revolución industrial (1870-1914). El temprano desarrollo del norte del Perú durante el siglo XX se debe, en gran parte, al angosto macizo andino de la región y una baja pendiente de sus zonas agrícolas que facilitó la implementación de la tecnología moderna y aumentó la productividad del trabajo en los grandes latifundios de la región. En suma, la geografía afecta la concentración poblacional que a su vez afecta la concentración territorial de la producción y del ingreso. La difícil geografía peruana limitó, en casos, la implementación de tecnología moderna de comienzos del siglo XX, gestando así el dualismo estructural del Perú de hoy. Según Bruno, la combinación de una economía altamente concentrada geográficamente y expuesta a eventos extremos es un riesgo categórico latente a nivel de política económica y social nacional.
Mirando a futuro, Bruno identificó un número fuerzas globales alterando patrones de producción mundial y nacional que han de ser de interés nacional en el siglo XXI. En el área económica, está el evento de “tránsito hegemónico,” resumido en el creciente tamaño de la economía china y su papel como la principal fuente de exportación mundial y su rol emergente de acreedor soberano, superando a los Estados Unidos de Norteamérica en el liderazgo del comercio internacional e, incluso, como fuente de inversión directa extranjera en el Perú y en el mundo. De notar, un tránsito hegemónico también ocurrió a comienzos del siglo XX, cuando Estados Unidos reemplazó a Inglaterra en términos de poder económico y tecnológico mundial, y las finanzas monetarias internacionales se movieron del patrón oro hacia la hegemonía del dólar fiduciario y el sistema de tipos de cambio fijo de Bretton Woods.
Los patrones de producción mundial y nacional están también evolucionando. Puntales de dichos cambios son: (i) la revolución de la información, con sus redes de alta velocidad en conectividad (léase 5G) en beneficio de cadenas de producción eficientes y dispersas geográficamente, además de un aumento significativo en las opciones de tele-trabajo; (ii) una descongestión gradual de los grandes centros urbanos a favor de centros poblados de menor tamaño dada la mejor conectividad y el riesgo de nuevas pandemias—muchas de ellas resultado del cambio climático subyacente–afectando aglomeraciones humanas en las grandes urbes; y (iii) extensos movimientos migratorios entre países y/o dentro de países que han de afectar la viabilidad económica de ciudades, regiones, e incluso países enteros. En el caso de Lima Metropolitana, por ejemplo, la tasa neta de crecimiento de la población se ha vuelto variable y muy baja en años recientes dada la migración venezolana y el éxodo de inmigrantes nacionales a sus lugares de origen a raíz de la crisis sanitaria del COVID, potencialmente afectando la viabilidad de la ciudad en el largo plazo.
Las contribuciones intelectuales de Bruno no solo cubren el análisis histórico, sino también el análisis de la coyuntura económica con sus picantes y certeros comentarios publicados en Facebook y compartidos por miles de seguidores. Testimonio de esa vasta audiencia ha sido una lluvia de condolencias enviadas a su familia, a sus amigos, alumnos y coautores por la pérdida de alguien tan especial. Una recata fila de libros y estudios de investigación del CIUP son igualmente testimonio de su vasto conocimiento del problema económico nacional.
Les decía a unos amigos, y lo he escrito en otras partes, que hay gente inteligente, pero hay un grupo de gente especial que es sabia. Sin lugar a dudas, Bruno fue un sabio. La capacidad de explicarnos la lógica de lo que vemos a ojo calato, valga la palabra, fue lo que marcó su diferencia frente a otros académicos. Una combinación única de intuición económica, conocimiento de la realidad nacional y mundial, y una lógica impecable fue su regalo a todos aquellos que lo conocimos de cerca.
Bruno, te vamos a extrañar en nuestro chat de whats-up de compañeros de la UP 74’. Pero no solo vamos a extrañar al economista genio, sino también al tío abuelo querido del infante Mikel, al amante del cine, la literatura y fotografía, al ameno compañero de caminatas por las avenidas Pardo y Arequipa de regreso de la casa de María Amparo, siempre listo para reunirse a charlar y cenar con los amigos: al amigo Bruno.
Abrazo al cielo Bruno.