El “Canal de Suez” chileno

Las imágenes del monumental carguero “The Ever Given” (400 metros de largo), atorado en el Canal de Suez, han dado la vuelta al mundo. Deben ser los 12 meses de encierro, pero por alguna razón, a pesar de la distancia, me lo imagino bloqueando un paso chileno. Y como si no fuera poco, también se mezclan las tomas con las del “Costa Concordia”, esa nave que gracias a un torpe capitán que quería impresionar a una dama, terminó varada frente a la isla del Giglio. ¿Algo parecido en este caso? No mucho, excepto inmensos errores de cálculo.

Antes de analizar lo ocurrido, hagamos un poco de historia. El Canal de Suez es una construcción humana que cubre 193 kilómetros, una ruta que conecta Europa y Asia. Fue abierto en 1869. En ese entonces, era un humilde paso con un mínimo ancho de 22 metros y 8 de profundidad. Para abaratar costos no fue diseñado como una línea recta, sino que se aprovecharon los tres lagos entre el Mediterráneo y el Mar Rojo. En ese entonces se estima que pasaban por ahí solo dos barcos al día. Las cosas, claro, cambiarían.

Desde temprano quedó claro el potencial de la obra. En 1876 comenzaron los planes para ampliarla. En 1960 ya contaba con una profundidad de 10 metros y 55 metros de ancho, permitiendo el tránsito de navíos de mayor envergadura. Entrado el nuevo milenio, más de 50 navíos lo cruzaban a diario y el Estado de Egipto, dueño y administrador, generaba más de US$ 5.000 millones anuales por su operación. En 2015, y luego de una inversión millonaria, se habilitó su más reciente renovación. El “nuevo Suez” permitiría doblar el tránsito y dar entrada a la nueva generación de megacargueros. El “Ever Given” era uno de ellos. A cambio, por supuesto, recursos para seguir progresando.

La idea rindió, pero esta semana se comprobó que todo paso en falso tendría impacto. Se sospecha que fuertes vientos desviaron la inmensa nave, que tocó fondo, para luego girar y quedar cruzada en el paso que utiliza el 12% del comercio del mundo. Los mercados han reaccionado. El precio del petróleo, por ejemplo, respondió al alza. Mientras tanto, las tareas de despeje han fracasado. Arriesgando el colapso, se ha tratado de sacar la nave a la fuerza. ¿Excavar o remover carga para hacerla flotar? Son ideas más ponderadas que se evalúan. Como sea, a la espera de un liderazgo que la ponga en movimiento, los costos del tropiezo —US$ 400 millones por hora— siguen sumando.

La economía chilena está encallada. El 2020 cerró con un PIB (real) per cápita en pesos levemente superior al del 2012. Si el ejercicio lo hacemos en dólares (no PPP), habría que remontarse al año en que Chile ingresó a la OCDE (2010), uno de los honores más grandes ever given (jamás dados) a un país latinoamericano. ¡Qué tiempos aquellos! El 2021 luce más prometedor, pero aun creciendo al 6% apenas se alcanzaría lo que generaba por persona el 2014. La pandemia agrietó el casco, pero convengamos que el buque lleva más de media década varado.

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