¿Cuál era la diferencia entre un liceo emblemático y uno privado top? Hace unos años un histórico docente del Instituto Nacional que lo había dejado para irse a uno pagado respondió así: “Aquí, el 20% superior de los estudiantes es como el estudiante promedio del Instituto, no más. Y yo lo que mejor sé hacer y lo que me gusta hacer es enseñar a alumnos capaces y con hambre de aprender. Aquí el alumno tiene una vida demasiado entretenida, ¿sabe? Llegan los días oscuros y los jóvenes ya están mirando la nieve… allá hay más hambre de aprender y eso para un profesor como yo hace la diferencia” (Educación con Patines, de A. Fontaine y este columnista).
La Prueba de Transición para la Admisión Universitaria (PDT) confirmó un hecho estilizado: los liceos emblemáticos —instituciones republicanas que apuntaban a conformar una élite más diversa— fueron desmantelados. La memoria es frágil, así que vale la pena recordar cómo se vivió.
Remontémonos primero al proceso de admisión universitaria del 2005. En el ranking PSU de los 100 mejores colegios, el Instituto Nacional fue 9, el Carmela Carvajal 32 y el Lastarria 86. Ese año el ranking fue liderado por un colegio privado de una de las comunas más afluentes de la capital. Sin embargo, en ese entonces, con 747 egresados de 4.to medio, el Nacional contribuía con el 56% del total de estudiantes que egresaban de colegios top10.
La involución avanzó rápido. El 2010 el Instituto caía a la posición 20, el Carmela a la 64, mientras el Lastarria salía de los 100. ¿2015? Nacional fue 40, el Carmela 86. Y así llegamos al 2020: ningún emblemático en los top 100 de la PDT, mientras el mismo privado que lideraba el ranking el 2005 se repite el plato 15 años después.
Las acciones que facilitaron la debacle han sido expuestas una y otra vez, sin hacer mella en quienes activa o pasivamente contribuyeron a la caída de esos establecimientos. Las familias, por su parte, reconocieron la catástrofe y naturalmente se alejaron (3.800 alumnos postularon al Nacional el 2003; hoy las vacantes sobran). Todo esperable, pero hay un ingrediente de la tragedia que no deja de sorprender: el silencio del profesor.
Era inimaginable que comprometidos docentes guardasen silencio frente a una catástrofe de tal magnitud, pero con contadas excepciones así no más pasó. ¿Alguien los acalló? ¿El buenista discurso antimérito académico los hipnotizó? No lo sabemos, pero al menos no todo parece perdido. El 5.to lugar en la PDT del Augusto D’Halmar, el único municipal top 80, ofrece un rayito de esperanza. ¿Será su liderazgo docente precisamente lo que en los emblemáticos falló? Es la pregunta que ahora requiere atención.
La clase política no lo reconoce, pero con el fin de los emblemáticos la educación pública perdió. Bueno, al menos ese docente que pasó del Nacional a un privado top ganó, ¿o no? No lo va a creer, pero al poco tiempo el profe se devolvió. Quería dar la pelea por los institutanos. Me imagino su desazón con el desenlace. Como esos músicos en la cubierta del Titanic. Un minuto de silencio por esos buques del esfuerzo y movilidad social que Chile se farreó.