Uno de los temas recurrentes en la historia económica latinoamericana es el de la relación entre los recursos naturales y la industrialización. En particular, cómo la disponibilidad de bienes primarios exportados hacia economías industrializadas facilitó o impidió el movimiento de trabajadores de la agricultura hacia sectores más productivos. Por un lado, el comercio de bienes primarios incrementa el ingreso rural, haciendo que la demanda por manufacturas que se producen localmente también lo haga [1]. Dichas exportaciones también ayudan al sector industrial cuando este se beneficia directa o indirectamente de las inversiones de capital en el sector primario [2]. Por otro lado, periodos de alta demanda mundial por materias primas pudieron desviar hacia el sector primario factores de producción que estarían mejor utilizados en la industria manufacturera en el largo plazo [3]. En suma, dependiendo del canal que se quiera resaltar, las oportunidades exportadoras de principios del siglo 20 significaron buenas o malas noticias para el desarrollo de los países de la región. Mas aun, cuál de los canales domina sobre los otros depende del contexto, de las características de los bienes primarios y las condiciones geográficas en que se producen. Lo que Bulmer-Thomas llamó la “lotería de los commodities”.
Con el beneficio de verlo desde el presente, pareciera que Colombia estaba destinada a “ganarse” el cultivo del café en esa lotería. Sin embargo, alrededor de 1910 no era evidente que el café iba a convertirse en el principal producto de exportación. Otros cultivos como el caucho, el banano o el azúcar eran al menos igual de importantes. La consolidación de la economía cafetera en las primeras tres décadas del siglo coincidió con la aceleración de la actividad industrial en el país. Esto llevó a que numerosos estudios de historia e historia económica desde de los años 70s estudiaran la conexión entre ambas. El consenso académico (que se transmitió a la sabiduría popular) argumentaba que la producción de café ayudó a impulsar la industrialización. La historia que surge de ese consenso propone que el café generó ingresos laborales y rentas en las zonas cafeteras que impulsaron la demanda local de manufacturas y la inversión de excedentes en otros sectores de la economía, respectivamente, a la vez que el procesamiento y transporte del grano generaron encadenamientos y complementariedades de inversión [4]. Sin embargo, esas conclusiones están basadas en análisis comparativos entre regiones o de series de tiempo, enmarcados en análisis históricos generales sobre la economía cafetera. Por lo tanto, el papel del café en la industrialización del país merece ser revisado con más detalle, aprovechando los métodos computacionales y de análisis de datos modernos y teniendo en cuenta las discusiones recientes sobre los efectos distributivos del comercio.
En un trabajo en progreso muestro que, de hecho, la producción de café fue un obstáculo para la consolidación de la industria manufacturera. Al tratarse de un cultivo intensivo en mano de obra que empleaba fácilmente mujeres y niños, la oportunidad de producir café impidió que la fuerza laboral se educara y participara de sectores más productivos como la industria o los servicios. En el artículo documento cómo los municipios que adoptaron la producción cafetera hacia 1920 tuvieron una trayectoria de desarrollo durante el siglo 20 con menor empleo manufacturero, especialmente en industrias que usan intensivamente el capital humano (como la producción de bebidas o químicos como jabones). A pesar de no encontrar diferencias en los inicios del boom cafetero (1912), estos municipios tienen hoy en día menor densidad poblacional y mayor tasa de pobreza multidimensional.
Puede ser que incluso sin la llegada del café, los municipios no-cafeteros hubieran desarrollado un sector industrial más robusto que el de los municipios cafeteros. Por ejemplo, algunos municipios en terrenos difíciles, donde es caro importar maquinaria industrial, podrían haber encontrado en el café, de fácil transporte con mulas, una oportunidad beneficiosa. Dicho de otra forma: ¿Podemos atribuir las diferencias en los patrones de desarrollo entre ambos grupos de municipios al cultivo del café? O, por el contrario, ¿se deben a factores correlacionados con la adopción del cultivo? Este tipo de preguntas no había sido considerado sistemáticamente en la amplia literatura sobre el tema en la historia económica de Colombia. Para resolverlas comparo municipios muy parecidos en todas las dimensiones excepto en la adopción del café en 1920. Por ejemplo, comparo municipios justo arriba de 2.400msnm con municipios justo debajo. Ambos grupos de municipios deberían ser idénticos entre sí. Sin embargo, los panfletos que buscaban popularizar la producción de café (circa 1890) hacían énfasis en que los cafetales crecían mejor en lugares con temperaturas por encima de 16C, lo que equivale a alturas por debajo de 2.400msnm (Figura 1). De esta forma los lugares debajo de ese umbral adoptaron el cultivo del café en mayor medida que los lugares encima del umbral. Por consiguiente, desarrollaron menos su sector manufacturero y son hoy en día lugares con más pobreza.
Figura 1
[Nota: Porción de un panfleto promocionando el cultivo de café en 1880, escrito por Mariano Ospina]
A pesar de que iniciaron el siglo 20 con características similares a otros municipios, los municipios cafeteros se quedaron atrás rápidamente en términos de educación de la fuerza laboral. La recolección del grano y su clasificación son susceptibles al uso de trabajo infantil. La adopción del café, por tanto, cambió los incentivos de los hogares de invertir en educación para los hijos. El grafico 2 muestra los años promedio de educación de personas nacidas en municipios cafeteros menos los años promedio de educación de personas nacidas en la misma cohorte, pero en municipios no-cafeteros. Las cohortes nacidas antes de 1920 no se diferenciaban mucho en términos de la educación acumulada, mientras que las cohortes posteriores nacidas en municipios cafeteros tendían a ser menos educadas. Esta diferencia no solo se puede apreciar en el nivel educativo, sino también en la probabilidad de trabajar en el sector manufacturero o de servicios. En el documento muestro cómo las cohortes nacidas en municipios cafeteros que tenían edad escolar cuando el precio del café estaba alto adquieren menos educación y trabajan mas en el sector agrícola que personas nacidas en el mismo municipio pero que crecieron en cohortes expuestas a precios del café bajos. Estos resultados para la primera mitad del siglo 20 complementan los hallazgos de Carrillo (2020). También proveen evidencia a nivel sub-nacional de la relación positiva entre educación de la fuerza laboral e industrialización documentada por Porzio, Rossi y Santangelo (2020) para un conjunto de países.
Figura 2
[Nota: Censo de Población, 1973. Cada punto representa la diferencia de años de educación promedio entre personas nacidas en municipios cafeteros y no cafeteros para cada cohorte. La línea representa el promedio móvil ponderado sobre el tiempo.]
Esta evidencia resta importancia al canal de la demanda local de manufacturas y resalta el papel de la oferta laboral en explicar las diferencias en los patrones de desarrollo industrial [5]. Para explorar el canal de los encadenamientos productivos con otros sectores, es útil reconocer que no todos los municipios cafeteros participaban de igual forma en el proceso productivo. Algunos eran solo municipios productores mientras que otros eran también centros de acopio antes de la exportación. Allí tomaba lugar el proceso de la trilla, donde se remueve la “cascara” o pergamino del grano verde por medio de máquinas especializadas. Por consiguiente, en los municipios cafeteros con trilla el sector agrícola estaba más “encadenado” con el sector industrial. La presencia de trilladoras requería producción de repuestos de hierro, de costales para almacenar el café, uso intensivo de energía, entre otras. Sin embargo, en el artículo encuentro que los municipios cafeteros con y sin presencia de trilladoras sufrían el mismo efecto negativo del café en el desarrollo manufacturero.
Con nuevos datos a nivel municipal y haciendo un ejercicio de análisis causal, en este articulo busco contribuir al debate sobre el papel del cultivo del café en la historia económica de Colombia. El boom cafetero de principios de siglo cambió los incentivos para invertir en capital humano, lo que redujo el potencial industrial de los municipios que lo aprovecharon. Si bien el efecto neto a nivel de país es difícil de cuantificar, este artículo muestra cómo el comercio internacional tiene efectos distributivos en diferentes regiones. A pesar de que la evidencia presentada ayuda a descartar los canales de demanda y de complementariedades, es posible que el café haya afectado el proceso de industrialización a través de la reorganización de capital por medio del sistema bancario. En particular, los resultados presentados son compatibles con la idea de que los excedentes del café se invirtieron en el sector industrial de municipios no-cafeteros. Sin embargo, para evaluarla empíricamente se requieren datos detallados de depósitos y créditos bancarios a nivel municipal, que no parecen estar disponibles para la época [6]. De forma más general, también busco aportar al entendimiento del papel del comercio de materias primas en el desarrollo latinoamericano. La diversidad de la región implica estudiar cuidadosamente el contexto antes de generalizar. La experiencia colombiana con el café pone en un primer plano que las características de la función de producción de los bienes primarios juegan un papel importante en determinar el efecto de su exportación en el desarrollo de largo plazo. Materias primas intensivas en trabajo, con facilidad para emplear niños, pueden tener efectos adversos de largo plazo a través de cambios en los incentivos para invertir en educación. Afortunadamente también la región es líder en políticas basadas en evidencia, como las transferencias condicionadas, que buscan resolver esas distorsiones.
Referencias
[1] Murphy, Vishny, Shleifer (1989), Matsuyama (1992)
[2] Droller and Fiszbein (2020)
[3] Goldin and Sokoloff (1984)
[4] Por ejemplo: McGreevey, 1971; Ocampo, 1984; Ocampo and Botero, 2000; Palacios, 2002; Ocampo, 2015.
[5] Acemoglu and Guerrieri (2008); Franck and Galor (2019)
[6] Algo similar a Bustos, Garber and Ponticelli (2020)