EL PRESUPUESTO 2021 SIGUE UNA ESTRATEGIA LAR A LA QUE EL GOBIERNO INICIALMENTE USÓ PARA ENFRENTAR EL COVID-19: APOSTAR FUERTE A UN SOLO ESCENARIO. En el caso de la pandemia, la autoridad supuso que duraría poco. Así se explica el exiguo primer Ingreso Familiar de Emergencia, el plan de apertura de colegios para fines de abril y la seguidilla de declaraciones desafortunadas. El Banco Central calculó que el ingreso de las familias cayó 27% en el segundo trimestre y los beneficios sociales no amortiguaron ese desplome. En el tercer trimestre, un cambio de rumbo permitió que los ingresos cayeran solo 3% gracias a un apoyo estatal de casi 20 puntos porcentuales. La estrategia que utilizó el Gobierno para combatir los efectos del covid-19 en la primera mitad del año guarda una peligrosa similitud con la del presupuesto 2021.
No se trata de que la expansión del gasto total esté equivocada, Crece 9,5% sobre el presupuesto original para 2020 (y 0% si se considera lo que el Gobierno espera gastar el presente año). Es exactamente lo que se pactó en el celebrado acuerdo de los US$ 12 billones en junio. Tampoco se trata de criticar los optimistas supuestos sobre la recuperación de los ingresos para 2021. Es probable que el déficit disminuya, aunque a un ritmo más lento del que supone el Gobierno. La apuesta arriesgada es que, excluyendo Salud y los programas del Ministerio del Trabajo, el presupuesto se juega casi por completo por la inversión pública. Puede resultar. O no.
Sin considerar el aumento de gasto en Salud (por razones obvias) y los programas del Mintrab (que crece fuerte por el apoyo que entregará al mercado laboral y por el aumento de las pensiones), queda un incremento presupuestario más acotado, aunque nada irrelevante de US$ 1800 millones.
Pues bien, 85% del aumento de esos recursos se destina a un objetivo: la construcción a través del MOP y el Minvu (el primero se lleva casi US$ 1.100 millones). Para poner en perspectiva: el presupuesto completo para la gratuidad en educación superior 2021 es menor que el incremento del presupuesto de estos dos ministerios. Se dice que esta concentración es necesaria para reactivar la economía y el empleo, pero no es nada evidente que este sea el caso. Detrás de los ciclos económicos hay causas que pueden ser muy distintas y, los remedios, por lo tanto, deben diferir. Existen casos en que el problema es la falta de demanda (si disminuye la inversión por falta de confianza, una expansión de OO.PP.
Podría ayudar); otros, en que la capacidad productiva se daña (pensemos en una helada que destruye los cultivos, para lo cual la política macro tiene un rol acotado que jugar). La pandemia actual tiene componentes de ambos casos. Pero el confinamiento y el distanciamiento, que son claves, se asemejan más al segundo ejemplo. De hecho, sin ellos, no se gatillaría el primer componente de falta de demanda. Esto no quiere decir que no exista falta de demanda, pero esta es una falla focalizada en algunos sectores que, además, obstruye la efectividad de una expansión fiscal.
En otras palabras, por muchas obras públicas que hagamos, si las personas no quieren ir a un restaurante o a una peluquería (o la autoridad permite un aforo reducido en ambos), el problema de esos sectores no cambiará. El futuro de los garzones o de los peluqueros depende más de si Disminuyen los contagios a un mínimo o de si aparece la anhelada vacuna. Es bueno recordar, también, que la evidencia muestra que el efecto de corto plazo de la inversión pública sobre la actividad es similar al efecto de las simples transferencias u tros gastos estatales.
Tampoco es claro que la inversión pública sea mucho más intensiva en empleo (un buen sistema de trazabilidad sería más intensivo). Y, por último, está el riesgo de que las inversiones no se puedan materializar por eventuales rebrotes o por las dificultades que habitualmente enfrentan los grandes proyec tos. Una muestra: a agosto, la inversión pública ha caído 9,3%, con un avance de ejecución 6 puntos porcentuales al del año pasado.
El Gobierno trabaja para disminnuir el riesgo de que pase nuevamente lo mismo, pero, ¿no sería mejor además diversificar la estrategia y destinar parte del aumento presupuestario a otras actividades? No hay duda, la reactivación pasa críticamente por mantener los contagios a raya. Y para eso, se necesita disciplina y conocimiento. El cemento quizás ayuda, pero no es central.
No olvidemos que, mientras tanto, el gasto total en educación disminuye, el apoyo directo a las Universidades del CRUCH (yo trabajo en una) cae de manera sustancial y los fondos para el Ministerio de Ciencias apenas se mueven. No nos sorprendamos si la productividad sigue estancada y el capital humano no avanza. Se puede defender la necesidad de apuntalar la inversión pública; sin embargo, no parece una estrategia sabia poner prácticamente todas las fichas en ese rubro. A un año del estallido social, mejor diversificar.