El debate acerca del modelo económico que debería seguir nuestro país parece converger, tanto en la opinión pública como entre los técnicos, hacia Nueva Zelandia. En efecto, al consultar a los chilenos sobre el modelo político y económico que les gustaría para nuestro país, la mayoría responde —por amplia distancia— Nueva Zelandia. Según la encuesta Cadem, esta preferencia se manifiesta tanto entre personas de derecha como de izquierda y supera por varios puntos de distancia a otras opciones, entre las que destacan Suecia, Australia y Estados Unidos.
Una columna reciente de Sebastián Edwards destaca que Chile comparte con Nueva Zelandia y Australia el no tener una estructura económica compleja y señala los factores estructurales comunes a estos países que explicarían esta similitud: su lejanía de los grandes mercados, su ubicación al sur del Ecuador y la abundancia de recursos naturales. Argumenta que el aislamiento geográfico de estos tres países haría que no sea una buena idea impulsar políticas industriales para nuestro país.
En un estudio reciente publicado en Estudios Públicos (“Diversificación de Exportaciones: ¿es Chile diferente a Australia y Nueva Zelanda?”), expuesto hace algunas semanas en este medio, abordamos precisamente esta temática. Utilizando datos de exportaciones desagregados y distintas medidas de concentración, comparamos a Chile con Australia y Nueva Zelandia. ¿Por qué usamos estos países como referencia? Porque se desarrollaron en un tiempo reciente, comparten características estructurales con la economía chilena y porque, cuando tenían el nivel de ingreso de Chile, mostraban mayores similitudes con nuestra economía que otros países avanzados que podrían usarse como modelos.
En particular, Nueva Zelandia y Chile son economías pequeñas que comparten el marco de política macroeconómica, la apertura comercial y la abundancia de recursos naturales. Ambos tienen una política monetaria de metas de inflación y un régimen cambiario flexible. También cuentan con reglas fiscales: Chile estableció un Consejo Fiscal autónomo en 2019, mientras que Nueva Zelandia está impulsando su creación. En exportaciones, predominan los productos vinculados a los recursos naturales, como es la minería en Chile y los productos lácteos y carnes en el caso de Nueva Zelandia. En apertura comercial, este último país ocupa el cuarto lugar y Chile el quinto (Global Competitiveness Report 2019).
En cuanto a la lejanía de los grandes mercados, nuestro estudio construye un índice que considera la distancia de cada país con los principales centros de consumo (China, Estados Unidos y la Unión Europea), ponderada por el tamaño de estas economías. De acuerdo con este indicador, en que 0 significa estar ubicado en un centro de consumo y 1 es la máxima distancia posible para un país, Chile alcanza un valor de 0,65 y Nueva Zelandia de 0,74, mientras que Corea del Sur alcanza un valor de 0,35. En pocas palabras, la lejanía de Chile y Nueva Zelandia de los grandes mercados es similar y en torno al doble que el caso de Corea del Sur, otro país que suele citarse como posible modelo de desarrollo. Si bien es cierto que los avances tecnológicos han disminuido los costos de transporte, estudios recientes muestran que la distancia geográfica continúa determinando significativamente los flujos de comercio internacional y los patrones de concentración de exportaciones.
Todas estas características comunes muestran que la opinión pública tiene buenos argumentos para mirar a Nueva Zelandia como ejemplo de modelo económico. ¿Qué significa esto para la estrategia económica que debe seguir Chile en los próximos años?
La experiencia de Nueva Zelandia (y de Australia) sugiere que la diversificación hacia bienes de mayor sofisticación económica, o la industrialización, no son condiciones necesarias para alcanzar el desarrollo. En cambio, la evidencia sugiere que la política comercial se debe enfocar hacia potenciar al sector exportador. En consecuencia, proponemos promover la diversificación de exportaciones dentro de cada sector productivo, lo que potenciaría a los sectores que cuentan con ventajas comparativas, al tiempo que aumentan las variedades exportadas. A su vez, consideramos necesario explotar las fortalezas institucionales que tiene Chile para diversificar la matriz hacia la exportación de servicios, donde nuestro país ya ha mostrado ser competitivo —por ejemplo, en los servicios financieros— y que son una muy buena fuente de empleos formales. Todo esto debe ir acompañado de una estrategia comercial de segunda generación centrada en la modernización de los procesos logísticos de exportación, que permitan a nuestro país fortalecer su competitividad internacional.