Aprovechando la importante inmigración libanesa en Colombia, voy a parafrasear un dicho libanés que se usa en el país del cedro para burlarse de la complejidad de su país o de los autoproclamados expertos. Aplicado a la pandemia daría: “si crees haber entendido todo del COVID-19 y de sus consecuencias, es que alguien te lo explicó muy mal”. En efecto, en el Líbano conviven 17 comunidades religiosas diferentes y cada una pretende ser detentor de la “verdad absoluta” mientras deberían trabajar juntas. Con el COVID-19, me da la impresión de que algo parecido está pasando. Mientras que se requieren herramientas provenientes de la epidemiología, de la sociología, de la economía, de las matemáticas aplicadas y de la ingeniería para lograr entender este nuevo virus y minimizar sus consecuencias, estamos observando unas peleas entre diferentes disciplinas, y también al interior de ellas. En esta entrada, voy a retomar dos debates alrededor de los encierros que hacen eco a estas diferencias metodológicas. Después los mezclaré para resaltar sus interacciones.
Debate-1: ¿Los encierros han salvado vidas?
Una pelea reciente se generó por las proyecciones de los epidemiólogos del Imperial College de Londres. En sus estimaciones iniciales, este grupo de epidemiólogos nos anunciaban una mortalidad altísima que iba a suceder por el coronavirus en el mundo, la cual seguramente ha motivado a los países a tomar medidas de confinamiento estrictas. Ahora, si comparamos estas estimaciones con el número de muertos observado en los países que ya pasaron el primer brote, estos números son altos, pero afortunadamente mucho más bajos de que lo predicho. Por ejemplo, en Francia, la estimación del Imperial College era de 500.000 muertos sin medidas de confinamiento; mientras que dicho país ha tenido cerca de 30.000 muertos después del primer brote.
Dos hipótesis se enfrentan entonces para explicar eso.
La primera hipótesis es que, gracias a las medidas de confinamiento tomadas, se ha podido controlar la tasa de reproducción del virus y, por ende, la mortalidad fue mucho más baja de lo que se había predicho inicialmente (ver artículo en Nature acá). La implicación asociada a esta interpretación es que las medidas de confinamiento fueron útiles, han salvado vidas y justifican entonces su costo social y económico.
La segunda hipótesis, defendida por epidemiólogos de Oxford (como por ejemplo los del grupo de la Dra. Gupta -ver acá-), que además se encuentra respaldada por varios economistas e ingenieros, es que las estimaciones del Imperial College se equivocaron bastante en sus predicciones. Ahora que conocemos un poco mejor el virus, podemos entender que mucha gente debía estar inmunizada de manera natural, por ejemplo, por fenómenos de inmunidad cruzada. Esta visión implica que el virus estuvo en contacto con una fracción importante de la población, pero que solo iba a infectar un subconjunto relativamente pequeño de la población y no a la población entera (o el 50-60% como se decía para llegar a la inmunidad de rebaño). La consecuencia de eso, ya traído al terreno político, es que las medidas de encierro quizás no fueran tan necesarias, mientras que han generado costos elevados para las economías (volveremos a este punto después).
Si cree en la primera y no en la segunda hipótesis, entonces su sesgo de confirmación le inducirá a escoger países que han tenido políticas de confinamiento leves y argumentar que les ha ido relativamente bien. Por ejemplo, pueden comparar Países Bajos y Bélgica y mostrar que, a pesar de sus similitudes demográficas y culturales, a los Países Bajos les ha ido mejor que a Bélgica, a pesar de medidas menos estrictas. De igual forma, Perú se encuentra en una situación muy compleja para controlar el virus a pesar de medidas muy estrictas y adoptadas de manera temprana. Si, al contrario, cree en la segunda hipótesis, su sesgo de confirmación les conducirá a comparar Suecia con Noruega, o a invocar las experiencias desastrosas de Estados Unidos y Brasil en el manejo del virus.
Por mi agnosticismo estructural (¡unos podrían decir hasta patológico!), no descarto que ambas hipótesis tengan algo de razón, el problema siendo que todavía no sabemos cuantificar precisamente en qué proporción pueden ser ciertas. Los resultados preliminares que obtenemos con Manuel Fernández y Alexis Gravel a partir de datos de diversos países, es que los encierros si han permitido controlar mejor el número de contagios y la mortalidad en los países que las han adoptado de manera temprana. Sin embargo, no se puede olvidar que son resultados de corto plazo, pues la pandemia no se ha acabado todavía, y no estamos teniendo en cuenta todos los problemas de salud pública que pueden generar las medidas de aislamiento obligatorio y que pueden ser muy letales también. Dicho eso, puedo decir con tranquilidad que no compro la contabilidad que nos da el Imperial College en sus estimaciones de vidas salvadas que acabaron de publicar en la revista Nature. Por ejemplo, es difícil creer en las 450.000 vidas salvadas en España. Si uno toma una tasa de letalidad del virus de 1%, eso implicaría que toda la población española habría sido infectada. Es un eufemismo decir que no son datos creíbles.
En resumen, las dos hipótesis parecen ser ciertas en algunas medidas, exigen confirmaciones empíricas consideradas en diferentes momentos, pero tomadas literalmente (como es el caso también con los textos sagrados), se caen por el peso de sus propias caricaturas.
Debate-2: Los encierros generan consecuencias desastrosas para las economías
Un debate parecido se da a nivel económico. Unos economistas argumentan que las medidas de encierro están generando una crisis económica sin precedentes, la cual puede traer consecuencias terribles en términos de pobreza, pero también sanitarios. Otros pretenden que no son las medidas de confinamiento, sino el propio virus que genera esta crisis económica. De nuevo, mirando los datos disponibles, parecería que las dos hipótesis no son mutuamente excluyentes.
Por ejemplo, para respaldar la segunda hipótesis, uno puede observar que la reducción de movilidad y la recesión llegaron un poco antes de la implementación de las medidas de confinamiento en varios países. Obviamente esta observación por si sola es insuficiente para poder respaldar totalmente la segunda hipótesis en detrimento de la primera. También se puede argumentar escogiendo estratégicamente unos países, que no les va mejor en la dimensión económica a los países que han tomado medidas de confinamiento muy leves. De nuevo, es una observación interesante pero no tenemos el contrafactual, es decir, no somos capaces de determinar con precisión como les hubiera ido a estos países sin estas medidas.
El primer grupo de economistas pueden defender su punto de vista haciendo observar que las medidas de encierro bloquean directamente algunos sectores de la economía y que tienen mecánicamente efectos sobre el sector productivo. Además, por impactar de manera mucho más negativa a las clases socioeconómicas que son menos propensas a poder realizar sus actividades profesionales con herramientas de teletrabajo, entonces tienen consecuencias dramáticas en términos de pobreza en la medida que la destrucción masiva de empleo se da principalmente en sectores ya de por sí vulnerables. El documento liderado por Andrés Álvarez de la Facultad de Economía de la Universidad de Los Andes revela que en Colombia se están perdiendo dos décadas de consolidación de la clase media, la cual se puede devolver rápidamente a una situación de pobreza.
Mezclando los dos debates
Yo abordé estos dos debates de manera separada, pero obviamente la realidad es mucho más compleja. Sin embargo, esta separación tiene la ventaja de poder abordar la posible tensión entre salud y economía por etapas. En efecto, se pueden contemplar estos cuatros escenarios:
- Escenario 1: si creen que no hay impacto de los encierros sobre la salud y tampoco sobre la economía, en este caso, son más o menos indiferentes entre tener encierros o no. Seguramente prefieren no tener encierros por razones de comodidad.
- Escenario 2: si creen que los encierros ayudan a controlar la propagación del virus, pero que no afectan la economía, los apoyarán.
- Escenario 3: si creen que los encierros no ayudan a controlar el virus y que afectan la economía, entonces estarán en contra de las medidas de confinamiento.
- Escenario 4: si creen que los encierros ayudan en algo a controlar el virus, por lo menos en el corto plazo, pero que afectan la economía, entonces se debe reconocer que existe una tensión entre la salud y la economía y, por ende, apoyarán medidas de encierro balanceadas.
Creo que me identifico bastante con el escenario 4, pero con una preocupación de salud pública que va más allá del coronavirus, es decir que me preocupan mucho las consecuencias sanitarias indirectas del coronavirus. Pensando en las campañas de vacunación paradas, o los cánceres detectados de manera tardía, o incluso sus tratamientos sin poder realizarse en medio de la pandemia, temo que las medidas de encierro agraven el panorama sanitario con consecuencias dramáticas en el mediano plazo. Por otro lado, existe una gran incertidumbre sobre la dinámica de esta pandemia. Si tenemos un solo brote, entonces en términos de la sola pandemia, los ganadores de corto plazo en la dimensión sanitaria serán también los de largo plazo (escenarios 2 y 4). Por el contrario, si la pandemia tiene varios brotes, ya es mucho más complicado identificar y pronosticar “los ganadores”. Además, no se puede descartar que los países exitosos en la contención del virus en los primeros meses tengan más brotes, ni que los países que han tenido más contagiados en los primeros meses tengan solamente uno. De nuevo, eso tiene implicaciones económicas muy importantes, porque manejar varios brotes puede ser devastador para las economías.
Tener certezas en este momento me parece imposible. Lo mejor que se puede hacer es analizar los datos sin prejuicios y, al mismo tiempo, entender que son datos parciales hasta que esta pandemia se termine.