Por Roberto Chang [1]
Marzo 2020
Hace ya más de una década, hacia 2005 o 2006, cuando la economía mundial parecía fuerte y robusta, un vecino del barrio, Drew Harris, me preguntó si estaba interesado en conversar sobre la posibilidad de una pandemia de magnitudes colosales, y sobre cómo prevenirla y prepararnos para ella si llegaba. Harris estaba muy preocupado por el surgimiento de la influenza aviar en Asia desde el 2003, y por los pronósticos de lo que sucedería en caso de que esa epidemia se propagase al resto del mundo. Alguno de nuestros amigos comunes le había comentado sobre mi trabajo sobre crisis financieras, mencionándole que yo andaba preguntando, desde esa perspectiva, de dónde vendría la siguiente crisis mundial.
Nos reunimos un par de veces en New Brunswick, donde ambos teníamos oficinas, y empezamos a hacer planes para organizar algún evento o seminario sobre el tema. Pero nuestras ideas se fueron posponiendo, en parte porque la amenaza de la influenza aviar se fue diluyendo, y también por la llegada de la crisis financiera global, por razones obviamente diferentes a la influenza.
He recordado esta interacción porque, como quizá algún lector sabe, Harris se ha vuelto mundialmente conocido por ser él quien, al parecer, diseñó el hoy ubicuo gráfico de las dos curvas que necesitamos “aplanar”. [2] Me he quedado pensando en esto en relación con la crisis actual, preguntándome si hay lecciones que aprender. Aquí menciono algunas posibilidades (agradeceré vuestras reacciones):
- Ex post es claro que Harris tenía mucha razón, allá por el 2005, en decir que los gobiernos de los Estados Unidos y otras naciones debían ser conscientes del problema y hacer planes contingentes para prevenir y combatir una pandemia mundial como la que estamos enfrentando. Lo desafortunado (para todos nosotros) es que tuvo la razón demasiado temprano. Esto resulta aumentar la dificultad de convencer a los gobiernos y al público de la necesidad de invertir recursos hoy para prepararse para una catástrofe que tiene poca probabilidad de materializarse (pero que es muy costosa si al final ocurre).
- A pesar de los recursos y esfuerzos que podemos invertir, predecir cuándo va a ocurrir una pandemia es un objetivo quijotesco. No por eso decimos, sin embargo, que Harris y sus colegas dedicados a las políticas públicas de salud han fracasado. De hecho, ellos habían descrito con precisión razonable y por adelantado la dinámica de pandemias como la actual, y también habían elaborado propuestas de acción que habrían reducido mucho el impacto.
- Vale la pena enfatizar el punto anterior, porque la crisis financiera global originó muchas críticas a los economistas por no haberla pronosticado. Incluso algunas figuras notables escribieron que ese error significó que la investigación macroeconómica de las últimas décadas había sido una gran pérdida de tiempo. Obviamente, tengo que discrepar, en gran parte por lo que argumento en el párrafo siguiente. Pero antes observemos que hay un gran costo de devaluar injustificadamente el consejo de los expertos, incluidos científicos como Harris y economistas como vuestro servidor. Pero eso es lo que ha estado haciendo la administración Trump (y otros líderes populistas) desde que llegó al poder, por razones políticas, con los resultados que tenemos.
- Discrepo porque creo que la investigación académica es clave para guiar la respuesta a crisis y conflictos que, si bien difieren en algunos aspectos a episodios anteriores (como el Coronavirus con respecto a la influenza aviar), se pueden usualmente entender mejor a la luz de los estudios existentes. En el caso actual, gracias a los resultados de la investigación, estamos en una mejor posición para combatir el impacto de la crisis sobre los mercados financieros, y sobre la economía en su conjunto. Por ejemplo, ayer la Reserva Federal de los Estados Unidos anunció que está dispuesta a inyectar hasta 1.3 billones [3] de dólares para estabilizar el funcionamiento de los sistemas de pagos, sectores bancarios, y mercados financieros. Esta es una lección que aprendimos, por supuesto, con las crisis de mercados emergentes alrededor del 2000, y luego con la de Lehman al final de la década pasada. Algún lector recordará, en este sentido, que el año pasado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en una charla titulada “La Próxima Crisis Global”, uno de mis slides decía: “Una lección crucial: en crisis como las de Lehman es vital reestablecer inmediatamente la liquidez del sistema financiero.”
- En la situación actual, al mismo tiempo que aciertos, ha habido errores en las respuestas de política. Los errores han sido diversos, a veces de comunicación, otras veces de concepto. Un caso de los primeros fue la declaración de Christine Lagarde, hoy jefa del Banco Central Europeo (ECB), afirmando que el ECB no necesariamente iba a continuar la política de su predecesor, Mario Monti, de proveer “toda la liquidez que se requiera”. Un ejemplo de los segundos ha sido la respuesta de la administración Trump, en particular el cierre de vuelos de Europa a los Estados Unidos, que es totalmente opuesto a las recomendaciones de los expertos (como las del World Health Organization) y asesta un duro golpe al comercio mundial. (La comunicación del gobierno de Trump también ha resultado un fiasco, a juzgar por el hecho de que, en vez de contribuir a estabilizar la situación y restaurar la confianza, los mensajes de Trump aceleraron el colapso de los mercados financieros).
- Desde esta perspectiva, hay malas y buenas noticias para el Perú. Las malas son parecidas a las del resto del mundo. La infraestructura, sobre todo en hospitales y centros de salud, es deficiente. El sistema de salud puede enfrentarse a una situación de emergencia extrema, poniéndolo en jaque. No parece haber existido un plan de contingencia que oriente la respuesta actual. Las buenas noticias vienen mayormente del lado macroeconómico. El Perú parte de una situación de deuda externa muy baja, equilibrio fiscal, inflación controlada, y fuertes reservas internacionales. Esto le da al gobierno de Vizcarra más espacio para reaccionar que el que tienen otros países de la región. Ese espacio podría y debería aprovecharse para implementar una rápida y decisiva respuesta, sobre todo en términos fiscales focalizados en aplanar la curva, como nos sugirió hace años mi vecino Harris.
[1] Agradezco al London School of Economics and Political Science, y en particular a Andrés Velasco, por acogerme este semestre como BP Centennial Professor. También muchas gracias a Luis Felipe Céspedes por comentarios y sugerencias muy útiles.
[2] Ver en particular: https://www.nytimes.com/2020/03/11/science/coronavirus-curve-mitigation-infection.html
[3] Estoy traduciendo “1.3 trillion” como “1.3 billones”.