Incertidumbre, política monetaria y acuerdos

El Banco Central (BC) ha realizado un crudo análisis del escenario económico que se ha configurado a partir del reciente estallido social. En su evaluación, el BC ha señalado que el nuevo cuadro de mayores demandas sociales ha venido acompañado de dos factores que están afectando de manera significativa la marcha de la economía: episodios de violencia significativos y prolongados, junto con un aumento relevante en la incertidumbre.

Tal como lo señala el BC, los episodios de violencia han generado una importante disrupción en el sistema productivo, lo que se ha traducido en una fuerte contracción en la actividad económica en semanas recientes. Y la prolongación de estos episodios ha tendido a aumentar la incertidumbre, que ya se había incrementado de manera importante producto de la discusión de cambios institucionales significativos y de las presiones de gasto público asociadas a las demandas sociales.

El shock de incertidumbre que estamos enfrentando tiene su mayor expresión en la caída en la proyección del BC del ritmo de crecimiento de la inversión, que pasó de un esperado 4% para 2020 a -4%. En este contexto, las expectativas de crecimiento para el cuarto trimestre de este año y para el año 2020 se han ajustado significativamente a la baja y el BC ha advertido que la tasa de desempleo podría superar el 10% a inicios del 2020.

Los shocks de incertidumbre son, en su esencia, shocks de demanda agregada. Una mayor incertidumbre tiende a aumentar el valor de postergar decisiones de inversión y gasto, reduciendo a través de estos componentes la demanda agregada de la economía. En un esquema de metas de inflación flexible, como el que implementa el BC, un shock negativo de demanda agregada debiese venir acompañado de un mayor estímulo monetario.

Pese a lo anterior, en su reunión de diciembre el BC mantuvo la tasa de política monetaria y anunció que prevé que ésta se mantendrá en su nivel actual durante los próximos meses. ¿La razón? Que la significativa depreciación del peso tendría un efecto inflacionario que pone en riesgo el cumplimiento de la meta de inflación de ser acompañado de una mayor expansividad de la política monetaria.

El BC ha señalado que, dado que la actual depreciación del peso se debe a factores domésticos, el traspaso de la depreciación del tipo de cambio a precios (inflación) sería mayor en esta ocasión. Ese análisis parece no considerar que el tipo de shock que afecta al tipo de cambio es clave a la hora de determinar su coeficiente de traspaso a precios. A modo de ejemplo, el efecto en precios de una devaluación no es el mismo si ella se origina es un shock de demanda o en uno nominal. Si a lo anterior le sumamos que las holguras en materia de actividad económica y de mercado laboral aumentarán en el escenario más probable, no es descartable que la trayectoria de inflación sea menor que la proyectada por el BC. Con todo, el anuncio de un plan fiscal por parte del gobierno le entregó al BC un tiempo extra para calibrar el estímulo monetario.

No se debe perder de vista que, a pesar de que las demandas por una mayor protección y bienestar social han traído aparejado un mayor nivel de incertidumbre, se trata de peticiones legítimas que deben ser canalizadas adecuadamente. Pero lograr que los mayores grados de protección y bienestar en materia social que como sociedad acordemos sean sostenibles en el tiempo, requiere mantener la responsabilidad fiscal y fortalecer el crecimiento. Esto exige que las distintas autoridades políticas generen acuerdos.

Un acuerdo que es posible y urgente de alcanzar, que reduciría la incertidumbre y que fortalecería las expectativas, apunta a una agenda de desarrollo económico que permita potenciar el crecimiento, la creación de empleo y la productividad sobre la base del conocimiento, el emprendimiento y la innovación. Este debiese ser un pilar sobre el cual debiésemos construir nuestro nuevo pacto como sociedad. El actual escenario económico hace más urgente avanzar en esta línea.