El martes 12 de noviembre el país fue azotado por una violencia que jamás habíamos visto. Chile entero ardía, las fuerzas de orden no eran capaces de contener el desastre y se intensifica la sensación de caos producto de la ausencia del Estado. Estoy segura que muchos sintieron rabia, miedo, pero sobre todo pena.
En estas horas críticas la clase política mostraba su peor cara. La oposición cerraba la posibilidad de diálogo con el Gobierno al igual que la UDI. El Presidente se quedaba cada vez más solo. A las 22:30 horas, el Presidente de la República salió a hablarle a los chilenos, que con angustia y ansiedad esperan sus palabras. El Presidente Piñera fue escueto; su intervención duró un poco más de 7 minutos. En horas tan críticas el Presidente se mostraba sereno y dialogante. Después de condenar enérgicamente la violencia sufrida, anunció como única medida para reforzar el orden y la seguridad la reintegración de carabineros que se habían retirado recientemente y llamó una vez más a todas las fuerzas políticas a unirse en torno a tres acuerdos nacionales: por la paz, la justicia y una nueva Constitución. Muchos chilenos no podían creer lo que oían, no podían creer que el Presidente no llamara a los militares para asegurar el orden y la seguridad que es la función más básica del Estado, otros esperaban anuncios en la Agenda Social y otros que finalmente cediera la Asamblea Constituyente.
En vez de decretar Estado de Emergencia y sacar a los militares, el Presidente llamó a la unidad. En vez de anunciar otro paquete de medidas sociales y condiciones de la nueva Constitución, el Presidente llamó a un diálogo sin restricciones en estas materias. “El Presidente no dijo nada”, fue lo que le escuché decir a muchos. “No tenemos Presidente, no hay liderazgo” comentaban otros. ¡Qué sordera! A veces el silencio dice más que mil palabras. El hecho de que el Presidente no optara por la fuerza ni por dotar de contenidos a los acuerdos, sino que buscara el camino pacífico y que el contenido de los acuerdos emanara del diálogo en el Congreso, sabiendo que sería criticado, sabiendo que su liderazgo sería cuestionado, permitió que hoy tengamos un gran acuerdo nacional. Las palabras y el silencio del Presidente abrieron un espacio de diálogo que hasta ese minuto era inexistente.
Ante la terrible violencia sufrida y un Presidente que todavía confiaba en el diálogo como forma de salida de la crisis, la oposición se allanó a dialogar, al igual que los partidos de gobierno. Gracias a la extraordinaria gestión del ministro del Interior, el liderazgo del Presidente de RN, y la buena voluntad de gran parte de los parlamentarios, en la madrugada del jueves el Congreso unido le comunicaba al país que había logrado un acuerdo para una nueva Constitución.
Este primer acuerdo es un gran primer paso en un largo camino para restablecer la paz. Habrá quienes intenten torpedear este acuerdo, como el Partido Comunista y parte del Frente Amplio, que revelan no creer en la democracia. Habrá académicos como Fernando Atria y sindicatos muy ligados al PC que buscarán enturbiar los ánimos, así lo reflejan sus mezquinas declaraciones respecto del Congreso al calificarlo despectivamente como cocina. Comentario de mala fe, pues el Congreso por definición es la cocina de la democracia. Habrá también quienes en la derecha consideren ilegítimo este acuerdo por nacer bajo la amenaza de la violencia, como si la actual Constitución no fuera producto también de ella.
La vida en comunidad es difícil y su equilibrio precario. Este nuevo camino de diálogo no será fácil, pero resultará imposible si no recuperamos de forma urgente la amistad cívica entre quienes creemos en la democracia.