Una salida, positiva y duradera, a la crisis político-social que atravesamos exige lidiar con diversos elementos. Hay demandas económicas, como mejores pensiones y salarios; existen abusos y privilegios que requiere de nuevas reglas y procedimientos; la distribución del ingreso, que mejoró algo en los 2000, continúa siendo injusta; y enfrentamos, también, problemas de participación y representación que requieren cambios institucionales profundos, incluso una
nueva Constitución.
¿Cuál es el rol de los impuestos en el nuevo contrato social que está por construirse? El más importante es aumentar la recaudación para financiar más y mejores prestaciones sociales, especialmente más transferencias (es decir, traspasos de dinero) a personas en necesidad.
Los impuestos deben ayudar, también, a mejorar directamente la distribución del ingreso (a través de quién los paga) aunque, como veremos, ello no debe hacernos perder el foco en recaudar y transferir más. Por cierto, también hay que procurar distorsionar lo menos posible el funcionamiento de la economía. Necesitamos que el tamaño de la torta aumente.
La ruta no es fácil. Pero es un camino que muchos países han recorrido, de manera gradual y persistente.
A menudo, se argumenta que lo primero que se debe hacer es mejorar la eficiencia del gasto y que la fuente más relevante de la nueva recaudación es el crecimiento. Ambas ideas son tan solo parcialmente correctas. Nuestro Estado puede, y debe, ser más eficiente. Y sin crecimiento es difícil imaginar una sociedad que prospere con equidad.
Sin embargo, a medida que la economía crece, las personas demandan más bienes públicos, lo que requiere de nuevos recursos. Además, el costo de proveer los mismos bienes también aumenta (por ejemplo, los sueldos del personal de salud). El crecimiento es necesario, pero no suficiente. Tendremos que aumentar la carga tributaria.
Los casos de Australia y España ilustran el punto. Estos dos países (y muchos otros) aumentaron la recaudación de manera sistemática, sin saltos bruscos, y con un norte claro.
En tan solo dos décadas, desde 1970 a 1989, Australia aumentó su carga tributaria en más de 7 puntos del PIB (de 20,7 a 28%). En 1970 el ingreso per cápita de Australia era igual al nuestro de 2010.
En el caso de España, en las 2 décadas que van desde 1982 a 2001, la carga tributaria aumentó en 9,3 puntos del PIB (de 23,5 a 32,8%). En 1982 el ingreso por persona de los españoles era similar al que teníamos nosotros en 2005.
Todo indica que estamos atrasados.
Hace una semana, este mismo diario, informaba que el rol de los impuestos como herramienta redistributiva tenía en Chile un reducido impacto.
En promedio, los impuestos y transferencias de los países OCDE mejoran el coeficiente de Gini (de ingresos) en aproximadamente 14 puntos. En Chile lo mejoran en sólo 3 puntos. Hace tiempo que se conoce esta información.
Lo que es menos conocido, sin embargo, es que el efecto redistributivo más importante en los países desarrollados no es el de los impuestos, sino que el de las transferencias. Los tributos no son irrelevantes, pero cambian el Gini en 4 puntos solamente. Las transferencias, en cambio, mejoran el Gini en 10 puntos.
En el caso de Chile, el efecto de los impuestos es de apenas 1 punto. El espacio de mejora es obvio, pero aún si lo logramos hacer como un país OCDE, (y gastamos los recursos en bienes y servicios, por ejemplo carreteras), nuestro Gini mejoraría en sólo 3 puntos. La mitad de lo que disminuyó en los 2000.
En cambio, si logramos fortalecer seriamente las transferencias, los efectos tendrán un potencial bastante mayor.
Por supuesto, para poder materializar estas ganancias se necesitan más recursos, además de un diseño apropiado. Recaudar más, por lo tanto, es indispensable. Si se logra que sea mayoritariamente desde los ciudadanos que tienen más recursos, tanto mejor. Pero no nos vaya a pasar que, por tratar de focalizar los impuestos, olvidemos lo importante que es fortalecer nuestro sistema de transferencias.
Ejemplificaré este punto con un tema coyuntural. La reforma de pensiones en discusión propone apoyar con rentas generales a las capas medias (a través del pilar de Apoyo al Ahorro de la Clase Media). El gobierno no ha entregado información específica pero todo apunta a que una parte relevante de este beneficio iría al quintil de mayor ingreso. Es decir, este gasto podría incluso empeorar el Gini.
Una alternativa más prometedora es usar estos recursos para suplementar la pensión básica y el aporte de pensión solidario. Incluido los esfuerzos de recursos ya anunciados, esto alcanzaría para llevar estas pensiones hasta la línea de pobreza en un plazo acotado. Sería un paso gigante.
En suma, la ruta lógica incluye elevar, gradualmente, la carga tributaria e implementar progresivamente un conjunto de transferencias más robustas. El ingreso mínimo garantizado que se ha anunciado es un paso en la dirección correcta.