Pasar toda la vida en el mismo trabajo está siendo historia. Las oportunidades se multiplican, los empleos evolucionan, las personas se ajustan, la competencia por talento se intensifica, la tecnología revoluciona la oferta y demanda de trabajo. ¿Vivir en Chile y tener clientes hoy en Europa y mañana en EE.UU.? Es una realidad. ¿Haber nacido en Chonchi y emprender en Shanghái? Es cuestión de voluntad. ¿Arraigo al escritorio? ¿Hermosilla y Quintanilla? ¿Espina y Canitrot? Cambie de canal.
En Chile, los datos demuestran con claridad el nuevo escenario. Mientras en 2002 los trabajadores de entre 30 y 35 años reportaban en promedio haber tenido 5,9 empleos desde el inicio de su vida laboral, en 2015 la cifra superó los 8 para el mismo grupo (fuente: EPS). Este crecimiento es aún más notable si se considera que en el período la matrícula de educación superior más que se duplicó, atrasando la entrada de miles de veinteañeros al mercado laboral. Así, no solamente el número de pegas antes de los 35 aumentó un 40%, sino que lo hizo para una generación que estuvo menos tiempo activa.
¿Y está siendo rentable esta estrategia? ¿Será más conveniente juntar experiencia en muchas empresas versus en una sola? Depende. Si las habilidades que se adquieren en la empresa A son generales, es decir, pueden ser explotadas en la compañía B, no existiría castigo en cambiar de trabajo. Por el contrario, si el capital humano acumulado en A es específico y difícil de transferir, mejor ni pensar en irse a B. ¿En Chile? Entre trabajadores jóvenes (menores de 30), cinco años de trabajo en la misma empresa significan un retorno cercano al 22%. Por otro lado, cinco años de experiencia general pagan un 36%. Entonces, el crecimiento del número de trabajos sería una respuesta racional: en tiempos en que el cambio tecnológico obliga a adaptarnos, cambiar de pega paga al final.
¿Cuán importantes son las características de los trabajadores en este resultado? La evidencia indica que la búsqueda de oportunidades es más efectiva a medida que menos años de educación formal tiene el trabajador (quizás para ellos funcione más el esfuerzo y menos el pituto). ¿Y la regulación del mercado laboral? Mientras más rígida, menores los beneficios de probar suerte en distintas empresas (Rucci, Saltiel y Urzúa, 2019). Interesante combinación: la flexibilidad parece premiar más al trabajador con menos credenciales, pero más ganas.
Quien conozca esta tendencia sabrá que es vital modernizar el mercado laboral. Pero claro, la transformación no golpea a todos los trabajadores por igual. Por ejemplo, cerca del 40% de los diputados menores de 35 años no reporta en sus currículos oficiales o reseñas biográficas ningún empleo anterior al actual (menos del 10% reporta tres o más). Paradójico. Jóvenes parlamentarios llamados a potenciar desde su labor las oportunidades de las nuevas generaciones pueden desconocer la nueva realidad. ¿Será necesario también para ellos y ellas un cambio de empleo para entender las oportunidades que ofrece la cuarta revolución industrial?