De todas las duraderas (y son muchas) contribuciones del economista Milton Friedman, la que inmediatamente acude a nuestra mente es la simple frase: “There ain’t no such thing as a free lunch”. La frase la escuché por primera vez cuando terminaba la universidad y llegué a mi primer empleo como economista, en el BCR. Allí me di cuenta de que nunca me la habían mencionado en la Universidad Católica; en cambio, los que provenían de la Pacífico la celebraban a menudo, ya que (me contaban jóvenes Renzo Rossini y Javier Hamann) la repetía una y otra vez Folke Kafka en sus clases de Principios de Economía, en la versión peruanizada: “No hay lonche gratis”.
Kafka acertaba claramente, porque la frase expresa de manera sucinta y memorable uno de los principios más fundamentales de la Economía: todo tiene un costo, no hay nada gratis, aunque parezca a veces que lo hay, o quisiéramos creer que fuera así. El mensaje es sutil, también, porque Friedman (y muchos otros, aunque Friedman quien lo enunció más diáfanamente) añadió un argumento de por qué es improbable que uno encuentre un bien genuinamente gratis: si existiera, veríamos que ese bien ya es consumido hasta la saciedad (con lo cual cesaría de proveer utilidad, o ser un “bien”). O en peruano, si hubiera un lonche gratis, ya tus vecinos se lo habrían almorzado.
Aceptar que no hay lonche gratis significa también aceptar que la Economía es una disciplina difícil, en el sentido que, en gran medida, mucho de lo que hacemos se trata de identificar y cuantificar los términos de intercambio, esto es, los costos y beneficios involucrados en alguna decisión social. Nuestra contribución no es sólo indicar que el lonche está muy rico, sino también decir cuándo vamos a tener que pagar por el lonche. Con esa información podemos decidir mejor si comernos este lonche, y pagar lo que cuesta, o buscar otro restaurante, o entrar en dieta.
De cuando en cuando, sin embargo, aparecen de nuevo voces arguyendo que existe un lonche gratis. Estas voces reciben más atención, naturalmente, cuando la sociedad tiene hambre. El mensaje tentador entonces es: “Cómete este lonche, es gratis”. O bien: “Almuérzate el lonche ahora, y no te preocupes por la factura, preocúpate después”.
El momento actual parece ser uno de aquellos, en el que nuestras sociedades confrontan grandes problemas y la necesidad y urgencia de grandes soluciones es más y más patente. Vemos entonces en la esfera nacional y mundial varios casos del lonche gratis. El caso más prominente es el del ala progresista del partido Demócrata de los Estados Unidos, que ha propuesto recientemente el llamado Green New Deal (GND), un conjunto de medidas para atacar simultáneamente el cambio climático y la creciente desigualdad económica. GND articula objetivos admirables y ambiciosos, incluyendo satisfacer totalmente la demanda energética de los Estados Unidos con fuentes “limpias, renovables, y de emisión cero”; garantizar empleos bien pagados a toda la población; y asegurar que toda la población de los Estados Unidos tenga acceso adecuado a educación, vivienda, y servicios de salud de alta calidad.
Uno no puede razonablemente estar en desacuerdo con los objetivos del GND. El problema es que quienes lo proponen (notablemente la joven congresista Alexandria Ocasio-Cortez, o AOC) no nos dicen, o se resisten a decir, cuáles son los costos estimados de las propuestas. Por ejemplo, Business Insider reporta que, en vez de tratar de analizar con claridad cómo se puede financiar el GND, la reacción de AOC es, desafortunadamente, que formular la pregunta “refleja el interés de degradar la agenda”. [1]
Quizás más peligrosamente, AOC y otros progresistas han sugerido que lo del financiamiento puede no ser un problema al final porque eso es lo que dice la “Teoría Monetaria Moderna” (Modern Monetary Theory, MMT). Esta idea me ha llegado de repente y de sorpresa, porque antes de este debate ni yo ni muchos otros colegas economistas habíamos escuchado que existía dicha escuela. Pero dado el éxito de la izquierda radical en los Estados Unidos, liberales moderados como Paul Krugman y Larry Summers se han encontrado embrollados (adivino que a su pesar) en un debate con los líderes de MMT. [2]
Krugman, en particular, ha demostrado tener una paciencia enorme para tratar de entender MMT y explicar por qué MMT sufre de importantes errores conceptuales. Por ejemplo, Krugman subraya que los defensores de MMT adoptan, o deben adoptar, el implausible supuesto de que un aumento del déficit fiscal lleva a una disminución de las tasas de interés. [3] Pero los defensores de MMT replican que el problema no es con su teoría, sino es con Krugman, que no entiende MMT. (No es relevante para ellos que, bueno, Krugman ganó el Premio Nobel una vez, y en una de esas lo gana otra vez.)
Confieso que no he dedicado mucho tiempo a revisar la MMT, en parte porque encuentro, como Krugman, que MMT no merece el nombre de “teoría”, y aparece más como una ensalada cerebral con la que no vale la pena argumentar racionalmente (por eso Krugman se queja de que en este debate los contrincantes le cambian las reglas a cada rato). Pero mi lectura, aunque rápida, me convence que la doctrina de MMT sostiene que el gasto fiscal, y por ende el GND, no es un problema porque, al final, todo se puede pagar con emisión monetaria. En otras palabras: la deuda del Tesoro de los Estados Unidos es una promesa que se paga con dólares; la Reserva Federal imprime dólares a costo cero; por tanto, el lonche del GND es gratis.
Los economistas peruanos y latinoamericanos reconocerán rápidamente que, en ese sentido, MMT no tiene nada de “moderna”. La idea de que el financiamiento del gasto fiscal no es una restricción porque el banco central puede imprimir la moneda necesaria para pagar el gasto es, por supuesto, la misma que nos vendió Alan García en su primer gobierno, y la que está tratando de vender el gobierno chavista en la Venezuela actual. [4]
La lección más esencial, me parece, es que tenemos que reconocer los espejismos económicos cuando estamos frente a ellos. Como otras, la combinación de GND y MMT es una idea que, en algún mundo, quizás podría funcionar bien. Pero en el mundo en el que vivimos no es suficiente señalar que la gente tiene hambre y darles lonche es importante. También es necesario decir cuánto va costar quién lo paga, porque nunca el lonche es gratis.
[1] La cita se encuentra en https://www.businessinsider.com/alexandria-ocasio-cortez-ommt-modern-monetary-theory-how-pay-for-policies-2019-1
[2] Para un rápido resumen de esta situación, véase https://www.nytimes.com/2019/03/07/upshot/modern-monetary-theory-small-country-first.html
[3] Krugman ha escrito varias veces sobre esto. Véase, en particular, https://www.nytimes.com/2019/02/25/opinion/running-on-mmt-wonkish.html
[4] Felizmente varios economistas respetados ya han señalado su desacuerdo con MMT. Kenneth Rogoff, por ejemplo, tilda MMT de “disparate”: https://www.project-syndicate.org/commentary/federal-reserve-modern-monetary-theory-dangers-by-kenneth-rogoff-2019-03