De pequeño veía las caricaturas de Hanna-Barbera: Tom y Jerry, La Hormiga Atómica, El Correcaminos, Elmer, Bugs Bunny y Speedy Gonzales con absoluta ignorancia de lo que era el racismo. En ellas, los mexicanos aparecían caracterizados durmiendo la siesta con un enorme sombrero charro y apoyados en un nopal o a la salida de una cantina, reforzando el estereotipo de que eres pobre porque eres “flojo” y probablemente “vicioso”, estereotipo que se piensa no solo en México sino casi en cada país que he visitado, entre las regiones de un mismo país o incluso entre comunidades que comparten un mismo espacio.
De mayor dedico gran parte de mi tiempo a mirar datos como si se trataran de caricaturas de una realidad social y que nos cuentan una historia. Como en toda historia hay un espacio bastante grande para la interpretación porque el comportamiento de las personas y las sociedades es muy complejo y, además, el propio proceso de recolección de datos no está exento de problemas prácticos. No obstante, es la mejor caricatura que tenemos para confrontar nuestros prejuicios sobre la “realidad”. ¿Qué dicen los datos sobre el comportamiento laboral de los mexicanos?Cuando acudimos a las estadísticas que publican organismos internacionales, como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los mexicanos trabajan un 30% más en promedio que los trabajadores de Estados Unidos de América (EUA) y casi un 50% más que los alemanes. Éste hecho se manifiesta en las 43 horas a la semana que los trabajadores dedican a sus empleos en México frente a las 38 horas a la semana que le dedica un trabajador promedio en EUA. Cada trabajador mexicano dedicó 2250 horas al año en 2014, siendo el país en el que las personas empleadas trabajaron más, como muestra el gráfico 1. También fue el país en el que se trabajaron más horas de América Latina.
Trabajar mucho no es una virtud, trabajar poco no es un vicio, ni un defecto. Cuánto trabajan las personas es el resultado de su voluntad y de las circunstancias a las que se enfrentan y éstas dependen de muchas cosas, desde la oposición de algún familiar a la que se enfrenta un 6% de las mujeres mexicanas en la actualidad, hasta no tener quién le cuide a sus hijos como le ocurre a un 46% de las mujeres en edad de trabajar que fueron preguntadas en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). No obstante, voy a centrarme en factores puramente económicos y no en factores socioculturales como la actitud sobre la participación laboral de las mujeres en las familias mexicanas o la falta de políticas sociales que atiendan las necesidades específicas de las madres que quieren ser trabajadoras.
Desde un punto de vista económico y desde un punto de vista agregado, dado que soy un macroeconomista, podemos destacar dos factores de gran relevancia para explicar por qué se trabaja tanto en México. El primer factor es la falta de desarrollo económico o la pobreza, medida a través del Producto Interior Bruto por persona (PIBpc) relativo al de EUA. Ésta es una medida de desarrollo económico bastante común ya que está íntimamente relacionada con medidas del bienestar de las personas. El segundo factor sería la intervención del gobierno a través de la política fiscal. Ambos factores aparecen señalados una y otra vez en la literatura macroeconómica que estudia estos temas y por eso me voy a centrar en ellos.
El desarrollo económico es importante porque las personas tenemos necesidades de consumo básicas y las personas en los países menos desarrollados encuentran dificultades a la hora de cubrirlas, por lo que se ven orillados a trabajar más horas. Según indican los datos, el nivel de desarrollo en México es 1/3 del de EUA. Cuando comparamos a México con otros países miembros de la OCDE, vemos que existe una clara asociación negativa entre el nivel de desarrollo económico y las horas de trabajo. El gráfico 2 ilustra la posibilidad de que el bajo nivel de desarrollo económico sea causa de que los mexicanos tengan que trabajar tanto.
Un segundo factor que la literatura ha señalado como relevante es la política fiscal del gobierno que en esta ocasión mido a través de la presión fiscal, un estadístico que captura el efecto combinado de los impuestos al consumo, los impuestos a la renta y las cotizaciones sociales sobre el salario bruto real de un trabajador. Según la teoría, una mayor presión fiscal distorsiona los mercados laborales, desincentivando el esfuerzo laboral, ya que es de esperar que cuanto mayor porcentaje te quiten del salario menores serán tus incentivos a esforzarte en el mercado laboral. Esto no quiere decir que debiéramos derogar los impuestos, ya que el gobierno debe recaudar para cumplir con sus funciones, entre las que se encuentra diseñar políticas públicas para mejorar el bienestar de los ciudadanos, sobretodo en situaciones en las que el sector privado no cumple con sus funciones de forma eficiente como lo es la provisión de salud, de educación o de seguridad; entre otras.
México es el país con menor presión fiscal de la muestra, siendo esta la mitad de la de EUA y 3 veces menor que la de Alemania, cuyos trabajadores son de los que menos trabajan en el mundo. Generalmente pueden encontrarles dormidos con un sombrero bávaro, a la sombra de un ciprés. El gráfico 3 muestra que la relación que existe entre presión fiscal y horas trabajadas no es anecdótica y además es consistente con lo que predice la teoría económica.
Los datos también muestran que el nivel de desarrollo económico es dos veces más importante en magnitud que la presión fiscal. Las diferencias que encontramos de ambas explican un 60% de las diferencias en horas trabajadas, por lo que sólo las diferencias en desarrollo económico explican un 40% de las diferencias en horas trabajadas. En México se trabaja mucho porque México es relativamente pobre, además es el país con menor presión fiscal de los considerados, lo que contribuye a que la gente trabaje aún más. Si México tuviera el nivel de desarrollo económico de EUA, pero manteniendo su presión fiscal, los mexicanos deberían trabajar un 12% más y no un 30% más como así documento.
Que los mexicanos trabajen tanto tiene implicaciones relevantes sobre cómo distribuyen su tiempo durante la semana, ya que es muy complicado encajar 2250 horas en una semana de 5 días. Desde una perspectiva legal, el límite a la jornada laboral es de 8 horas diarias y de 6 días a la semana. Por eso sólo el 46% de los mexicanos empleados trabajan 5 días a la semana, mientras que el resto trabaja 6 o más días (un 5% de los trabajadores lo hace los 7 días de la semana). La típica semana de 5 días de los países europeos es un lujo de la clase media para arriba. El gráfico 4 muestra la distribución del número de días a la semana que los trabajadores laboran para el 10% de menores ingresos y el 10% de mayores ingresos al mes.
La semana de 5 días es también un lujo de los trabajos con prestaciones sociales, conocidos como trabajos formales. El 60% de este grupo trabaja 5 días a la semana, en cambio el 25% de los trabajadores informales lo hace, siendo más frecuente que trabajen 6 días a la semana. Este mismo sesgo se observa por nivel educativo, donde sólo el 12% de los trabajadores con educación primaria trabaja 5 días. En contraste, el 73% de los trabajadores con educación universitaria trabaja 5 días a la semana. En definitiva, los trabajadores informales con menor educación son los que disponen de menos tiempo libre.
A todo este tiempo de trabajo debemos añadirle el que emplean en transportarse a sus destinos, que también está relacionado con el nivel socioeconómico y educativo de los trabajadores. Por último, no debemos olvidarnos del tiempo dedicado al cuidado del hogar que recae en mayor medida en las mujeres empleadas (y no empleadas) en el mercado laboral que en sus parejas y es un trabajo ineludible. En ese sentido la ENOE indica que las mujeres trabajadoras trabajaron 18 horas adicionales en el hogar, mientras que los hombres solo 7, una hora al día.
En definitiva, existe una enorme desigualdad en la distribución del ocio entre México y el resto de la OCDE y entre los propios mexicanos. A grandes rasgos un hombre con estudios universitarios, prestaciones sociales y de clase media (o media-alta) le dedica 45 horas al trabajo de mercado y doméstico, mientras que una mujer pobre con educación primaria le dedica 63 horas al trabajo de mercado y doméstico. En mi opinión, una injusticia latente que necesita ser atendida porque no hay nada más importante para la felicidad de las personas que disfrutar de ocio.
Referencias:
- McDaniels, Cara. “Average tax rates on consumption, investment, labor and capital in the OECD 1950-2003”. Mimeo. Arizona State University (2007)