Sabemos bastante de los recursos monetarios y de los bienes materiales con los que cuentan los hogares. Pero sabemos menos del ambiente emocional, la violencia y las carencias psicosociales en la que se desenvuelven, y poco sobre las habilidades con las que cuentan ellos mismos y su medio para protegerse de y enfrentar riesgos y vulnerabilidades. La inactividad juvenil es un fenómeno multi-causal, por ello, la política pública hacia este problema debe abordar una mirada multidisciplinaria.
Chile ha recibido reconocimiento internacional por más de dos décadas de un notable desempeño económico general, con tasas de crecimiento sobre el 5% anual y progresos importantes en la reducción de la pobreza. Es así como el año 2010 el país ingresó al selecto grupo de economías OCDE, mientras que desde el 2013 el Banco Mundial clasifica a Chile entre los países de más altos ingresos.
Más allá de los promedios, Chile presenta rezagos relevantes en un sinnúmero de áreas que impiden pensar que hemos alcanzado el desarrollo, o siquiera que estamos cerca de aquello. La evidente desigualdad y la vulnerabilidad que afecta a muchos son desafíos urgentes para la agenda pública. Un desarrollo auténtico significa oportunidades reales para todos.
La inactividad juvenil –aquellos jóvenes que no estudian ni trabajan, también conocidos como “ninis”-es una de estas áreas de rezago. La inactividad juvenil es una forma de exclusión social, que conlleva costos presentes y futuros tanto para el joven y su familia, como para las comunidades y la economía. Estos costos no son únicamente financieros; también significan el costo emocional de planes, deseos y expectativas incumplidas.
La inactividad juvenil es una forma de exclusión social, que conlleva costos presentes y futuros tanto para el joven y su familia, como para las comunidades y la economía. Estos costos no son únicamente financieros; también significan el costo emocional de planes, deseos y expectativas incumplidas.
De acuerdo a información de la ENCUESTA CASEN del año 2011, en Chile hay más de 600 mil jóvenes entre los 15 y 24 años de edad que se encuentran inactivos; esto es, alrededor de un 20% del total de personas en este rango de edad no estudia ni trabaja.
Al interior de este grupo hay bastante heterogeneidad. Por una parte, hay una mayor incidencia de inactividad entre las mujeres: mientras que un 26% de las mujeres clasifica como “ninis”, un 15% de los hombres lo hace.
También existen diferencias relevantes por edad. Comparado con el promedio, el porcentaje de jóvenes de 15, 16 y 17 años de edad que son “ninis” es bajo. En efecto, las tasas alcanzan el 3%, 4% y 13%, respectivamente (Gráfico 1). A estas edades se espera que los jóvenes estén cursando la educación media. La tasa sube, sin embargo, de manera importante entre los jóvenes de 18 y más, alcanzando un máximo del 28% que comienza a declinar levemente a los 21 años de edad.
La incidencia de la actividad juvenil también se correlaciona con los ingresos del hogar. Si bien hay “ninis” en hogares a lo largo de toda la distribución de ingresos, la mayor concentración está sin duda entre los de menores recursos (Gráfico 2). Las diferencias son sustanciales. Entre los jóvenes de 15 a 19 años de edad, la incidencia de la inactividad entre los hogares del 10% de menores recursos casi triplica la incidencia en los hogares del 10% de mayores recursos. Una vez cumplidos los 20 años, la brecha se vuelve mucho más grande, casi de 11 veces. De hecho, alrededor de la mitad de los jóvenes entre los 20 y 24 años de edad que pertenecen a hogares en el quintil de menores ingresos no estudia ni trabaja.
La incidencia de la actividad juvenil también se correlaciona con los ingresos del hogar. Si bien hay “ninis” en hogares a lo largo de toda la distribución de ingresos, la mayor concentración está sin duda entre los de menores recursos.
La encuesta CASEN también indaga las razones por las cuales los jóvenes no asisten a un establecimiento educacional y también por qué no están ocupados. La razón que con mayor frecuencia indican los “ninis” para no estudiar es la falta de interés (cerca de un 31%), que incluye a todos quienes contestan que no estudian porque no les interesa, porque ya terminaron de estudiar o porque a su edad les parece que estudiar no es útil.La búsqueda de empleo y la paternidad y el embarazo son las razones que siguen en frecuencia.
Por su parte, el cuidado del hogar y de otras personas, niños y adultos, es el motivo que con mayor frecuencia indican los “ninis” al explicar por qué no trabajan (alrededor del 43%). La razón que sigue en importancia es la falta de interés. Llama la atención que casi un cuarto de los “ninis” no se siente interpretado por alguna de las alternativas que el cuestionario de la CASEN les ofrece para explicar su inactividad laboral, como el desaliento –piensan que nadie les dará trabajo, se cansaron de buscar o creen que no hay trabajo para ellos–, las malas condiciones laborales a las que podrían acceder o la discapacidad. Sólo dicen que existe “otra razón” por la cual no pueden o no quieren trabajar.
Más allá de los motivos que entregan los jóvenes ENCUESTADOS por la CASEN y que explican su situación actual, un primer paso para una política pública efectiva debiese ser el entender mejor las causas que derivan en esta situación. ¿Qué ha sucedido a lo largo de las vidas de estos jóvenes que los llevó a la inactividad? ¿Cómo es el ambiente en el hogar?¿Y en el barrio donde viven y las escuelas donde se educan?
En Chile la escasa información que existe sobre el ambiente en que se desarrollan los jóvenes está disgregada y no necesariamente entrega una mirada integral de los niños y jóvenes, incluyendo su bienestar físico y psicológico. Sabemos bastante de los recursos monetarios y de los bienes materiales con los que cuentan los hogares. Pero sabemos menos del ambiente emocional, la violencia y las carencias psicosociales en la que se desenvuelven los niños y jóvenes, y poco sobre las habilidades con las que cuentan ellos mismos y su medio para protegerse de y enfrentar riesgos y vulnerabilidades.
También es importante revisar la eficacia de las oportunidades que el país ofrece a los jóvenes hoy. En lo escolar, las mediciones internacionales muestran que los jóvenes chilenos presentan carencias relevantes tanto en el aprendizaje de habilidades cognitivas como en el uso de ellas. Estos bajos resultados, junto a la relevancia de la desigualdad en el desempeño de los jóvenes por estrato social, indican que se requiere de esfuerzos mayores para evitar que el sistema educativo replique la inequidad subyacente.
Ha habido avances relevantes, en particular con la creación de la Subvención Escolar Preferencial que elevó los recursos destinados a financiar la educación de los alumnos más vulnerables. Pero las brechas son grandes y conllevan la dificultad que enfrentan los jóvenes para superar las diferencias de origen. La falta de interés y otras de las razones esgrimidas por los “ninis” chilenos para no enrolarse en el sistema educacional seguramente están relacionadas con estas carencias del sistema educacional.
En cuanto a la transición de la escuela al trabajo, una amplia literatura muestra que los jóvenes en todas partes del mundo enfrentan barreras al ingreso al mercado laboral que se traducen en tasas de desempleo juvenil más altas que la media, y en tasas de participación laboral reducidas. Chile no es una excepción.
En cuanto a la transición de la escuela al trabajo, una amplia literatura muestra que los jóvenes en todas partes del mundo enfrentan barreras al ingreso al mercado laboral que se traducen en tasas de desempleo juvenil más altas que la media, y en tasas de participación laboral reducidas.
Posiblemente ello se explica por la menor experiencia de los jóvenes y porque las habilidades cognitivas y no-cognitivas que entrega el sistema educacional no los prepararía para el mercado laboral. El bajo retorno relativo a la educación escolar básica y media en comparación con el retorno a la educación superior puede interpretarse como un indicador de aquello. De hecho, el BID ha reportado una cierta desconexión entre lo que los estudiantes aprenden en el sistema escolar y las habilidades que el mundo laboral demanda.
Otra barrera a la empleabilidad juvenil es su mayor dificultad para señalizar capacidades a los potenciales empleadores, porque al no tener experiencia previa, la productividad de los jóvenes es incierta. Al mismo tiempo, los jóvenes que están insertos en grupos sociales con menores tasas de empleo tienen menos oportunidades de ocuparse a través de sus redes sociales. En ambos casos un sistema eficaz de intermediación laboral puede jugar un rol importante.
Una tercera área es la capacitación y su potencial para reinsertar a quienes han desertado y para elevar las oportunidades de los más vulnerables. De acuerdo al informe de la Comisión Larrañaga, que evaluó la eficacia del sistema de capacitación chileno, los programas en formación de oficios para jóvenes vulnerables sí son efectivos en generar mayores oportunidades para estos trabajadores.
Sin embargo, dado el alto número de jóvenes “ninis” en Chile, la cobertura de los programas de formación de oficios es claramente insuficiente. Los esfuerzos del SENCE por expandir la capacitación a jóvenes por medio del programa “Más Capaz” es prometedora, siempre que pueda cuidar que la calidad y eficacia de la oferta no se deterioren al elevar la cobertura. Las instituciones que proveen muchos de estos programas son especialistas en el trabajo con personas vulnerables, y la mayoría de las veces focalizan sus esfuerzos en jóvenes con problemas de adicción o de delincuencia. No es claro si ellas mismas pueden crecer y abarcar con la misma efectividad a un grupo más amplio de jóvenes, o si otras entidades tienen la capacidad de crear los lazos cercanos con la comunidad que caracteriza a quienes proveen las experiencias exitosas.
La inactividad juvenil es un fenómeno multi-causal que incluye factores biológicos, familiares, sociales, económicos y del entorno.
La inactividad juvenil es un fenómeno multi-causal que incluye factores biológicos, familiares, sociales, económicos y del entorno. Por ello, la política pública hacia la inactividad juvenil debe abordar una mirada multidisciplinaria que incluya aspectos de salud mental y reproductiva. Idealmente, debe comenzar temprano, y estar enlazada en un continuo de intervenciones complementarias que inviertan en el desarrollo del capital humano desde la gestación a la adolescencia.
Es habitual escuchar que “los jóvenes son el futuro”. Ello es indudablemente cierto. Darles las oportunidades, herramientas y el espacio para desarrollarse de manera integral es un deber de Chile con su propio futuro.