La discusión de la reforma educacional ha sido compleja. La presión por enviar proyectos de ley al Congreso lo antes posible fue parte del problema. Si el Combate Naval de Iquique hubiese sido el 21 de agosto o si las promesas de campaña se hicieran para los primeros doscientos días de gobierno, el ministro de Educación habría tenido el tiempo necesario para preparar una propuesta legislativa integral, que contemplara las diversas aristas de la reforma. No fue así y las premuras autoimpuestas llevaron a una entrega parcelada de iniciativas legislativas.
Fines y medios
Dos son las promesas centrales de la reforma educacional: mejorar la calidad de la educación y transitar de un sistema educativo segregado a uno inclusivo, que reduzca las grandes brechas de ingresos y oportunidades que existen en la actualidad.
Las políticas propuestas para lograr los fines anteriores son cinco.Fortalecer la educación pública, crear una carrera docente que atraiga y retenga a los mejores profesores, terminar con la selección discriminatoria de alumnos por parte de las escuelas, poner fin al copago para ampliar la capacidad de los padres para elegir dónde educar a sus hijos y destinar fondos públicos, exclusivamente, a escuelas (públicas o privadas) sin fines de lucro.
Los opositores
Cada una de las políticas anteriores tiene opositores poderosos. Las escuelas privadas subvencionadas con ganancias no quieren que se termine el lucro. Entre ellas, algunas de carácter religioso, donde las utilidades generadas financian otras actividades de la congregación a cargo, no siempre relacionadas con la educación. Otros defienden el lucro porque creen, independiente de la evidencia que pueda existir en contra, que los mercados y la motivación de obtener ganancias siempre son la mejor opción.
El fin de la selección y el copago no es atractivo para los directores y dueños de escuelas. Si quieren sobresalir, en lugar de seleccionar a los alumnos a los cuales les irá mejor en el Simce, como suele suceder en la actualidad, deberán centrarse en mejorar el proceso educativo, una tarea mucho más difícil, pero al mismo tiempo de mayor valor social.
Mejorar la profesión docente requiere crear un entorno con mejores condiciones laborales, donde los profesores trabajen juntos para generar buenas prácticas. También requiere evaluar su desempeño y alinear sus remuneraciones con los resultados de éstas, lo cual, probablemente, signifique tensiones con el Colegio de Profesores. Desmunicipalizar la educación pasa por quitarles recursos y poder a los municipios, algunos se sentirán aliviados, pero otros se opondrán tenazmente.
Por si lo anterior no bastara, el fuego amigo, con cobertura privilegiada, también ha sido un factor relevante. Más de uno de estos críticos estuvo entre quienes hicieron poco para mejorar la educación pública y la profesión docente cuando tuvieron la oportunidad, apoyar la reforma actual probablemente le significaría una disonancia cognitiva mayor.Como siempre, algunas críticas han sido válidas y otras no. Entre las últimas destaca una defensa de la selección de estudiantes por las escuelas que hizo un destacado analista, amparándose en una dudosa interpretación de los escritos de Hannah Arendt.
La visión externa
El sistema educacional chileno tiene diferencias mayores con los sistemas de casi todos los países desarrollados. En prácticamente ninguna parte las escuelas seleccionan a los estudiantes cuando hay fondos públicos de por medio. Es raro, también, que las escuelas que reciben financiamiento estatal tengan fines de lucro o exijan copago a los apoderados.
En una columna reciente, el director de Educación de la Ocde resume bien el diagnóstico de expertos internacionales. Los sistemas educativos exitosos son aquellos donde todos los estudiantes pueden alcanzar estándares mundiales, no una pequeña minoría. Polonia es un ejemplo, donde reformas hechas hace dos décadas apuntaron, con éxito, a mayor integración y mayor calidad. El rendimiento promedio del 10% de estudiantes más desfavorecidos en Shanghai supera el rendimiento del 10% más privilegiado en Chile, lo cual sugiere que mejorar la docencia en todas las escuelas es clave.
Si miramos al resto del mundo, la conclusión es simple: debemos apuntar a un sistema educacional menos segregado, sin copago ni selección y con mejores procesos educativos. La reforma del gobierno recoge todos estos desafíos.
El riesgo
No basta con tener una visión de la tierra prometida para que una gran reforma educacional sea exitosa, sobre todo en democracia. Es necesario construir un camino que lleve desde la situación actual al nuevo sistema educacional, sin que un apoyo ciudadano mayoritario se pierda en el camino. Este es el principal desafío que enfrentará el gobierno en materia educacional durante los próximos meses y años. Se trata de un desafío político, técnico y de implementación, donde un buen diseño técnico es clave para darle viabilidad política.
El fin del copago contará con apoyo si se realiza de modo que los recursos disponibles para cada estudiante no se reduzcan durante la transición. Si no están los recursos que se requieren para este objetivo, habrá que considerar una transición más lenta.
Aunque pocos lo reconocen, uno de los motivos por los cuales los apoderados optan por escuelas privadas subvencionadas con copago es para que sus hijos e hijas eviten interactuar con los “patos malos” del barrio, lo cual en muchas comunas equivale a evitar la escuela municipal. La oposición, por el suelo luego de la debacle electoral que sufrió el año pasado, ha encontrado un salvavidas alimentando los temores de estos apoderados. Por eso se debe partir por fortalecer la educación pública, para que dichas escuelas sean una opción tanto o más atractiva que las escuelas privadas subvencionadas.
Terminar con la selección significará que escuelas que en la actualidad no aceptan estudiantes más difíciles de educar tendrán que incorporarlos, lo cual requiere de recursos adicionales (incrementando subsidios como la SEP), además de apoyo pedagógico y tiempo para hacer la transición.
Una gran oportunidad
El gobierno ha tenido la valentía de abordar las complejidades técnicas y políticas asociadas a una importante reforma educacional. Para llegar a buen puerto, una reforma de esta magnitud requiere de un apoyo ciudadano mayoritario durante toda la transición. Se trata de una oportunidad única en décadas para hacer una reforma educacional profunda que mejore la calidad de vida de todos los chilenos, sentando las bases para una sociedad más integrada, más productiva y más justa. Se trata de una oportunidad que no se puede dejar pasar.