Una y otra vez el gobierno ha demostrado un exceso de creatividad con las cifras con objeto de exhibir resultados que en verdad no son tales o no son tan buenos como al Ejecutivo le gustaría que fueran. ¿Por qué? En esencia, la promesa electoral de Piñera fue continuar con lo que estaban haciendo los gobiernos de la Concertación, sólo que la derecha lo haría mejor. El problema de este tipo de promesas, lo que varios analistas han llamado “falta de relato”, es que más temprano que tarde llega la hora de la verdad.
¿Qué significa “reconstruir un hospital” que colapsó luego de un terremoto? ¿Significa construir un nuevo hospital con una infraestructura similar a la del hospital destruido? ¿O basta con poner en su lugar un hospital provisorio, con una infraestructura muy inferior a la original, pero con el mismo número de camas?
El Presidente Piñera adoptó la segunda definición cuando afirmó, hace pocos días, que había “logrado reconstruir un 97% de lo que destruyó el terremoto y maremoto del 27 de febrero de 2010”. Las inversiones necesarias para reconstruir los hospitales destruidos el 27/F son, según el gobierno saliente, 2.100 millones de dólares, la inversión ejecutada a la fecha, también según el gobierno, no alcanza la décima parte de esta cifra. Eso sí, las camas disponibles en los llamados “hospitales de construcción acelerada” son similares a las que había antes del terremoto, lo cual llevó al gobierno a afirmar que en materia de infraestructura de salud la reconstrucción alcanza un 99,4%.
Esta falta de seriedad en el manejo de las cifras ha sido un problema recurrente del gobierno de la Alianza. Las cifras de pobreza, población, productividad, empleo, reconstrucción y otras han sido presentadas a la ciudadanía de manera tendenciosa y a veces tergiversada, causando un daño grave a importantes instituciones del Estado.
Productividad
Fue una de las principales promesas de campaña del actual gobierno. Chile llevaba un largo tiempo durmiendo una siesta en materia de productividad, el gobierno de Piñera se haría cargo de despertar al país luego de este largo letargo.
“La productividad en Chile registra su mayor expansión desde 2006”, anunció con bombos y platillos el gobierno a fines de 2012, luego de que las cifras de productividad que calcula la UAI y Corfo señalaran dos trimestres con alto crecimiento de la productividad total de los factores. Al final no fue más que una golondrina y el verano nunca se materializó, de modo que hace pocos días el ministro de Hacienda saliente se vio obligado a reconocer a regañadientes que “nos habría gustado aumentar más la productividad”.
Las cifras de la UAI y Corfo indican una reducción importante del crecimiento de la productividad, luego de la recesión de 1999, caída de la cual no hemos logrado recuperarnos bajo el actual gobierno.
Cabe preguntarse por qué el gobierno esperaba grandes avances en materia de productividad, cuando
a cabo reformas mayores que apunten en esa dirección. Desde el gobierno se suele argumentar que sí ha habido reformas importantes, destacando medidas que facilitan el emprendimiento como la creación de empresas en un día.
Una vez más, el discurso mediático difiere de la realidad. Es cierto que se agilizó el trámite de iniciación de actividades en el Servicio de Impuestos Internos pero, desgraciadamente, para que una nueva empresa pueda funcionar necesita mucho más que este trámite.
Lo relevante no es reducir el tiempo que toma poder emitir boletas y facturas para un nuevo emprendimiento, sino el tiempo que toma obtener los permisos municipales y sanitarios necesarios para funcionar y competir con las empresas existentes. En esta última dimensión los desafíos eran mucho mayores, pues había que mejorar la gestión y coordinación de diversas instituciones del Estado, tema en que no se avanzó mayormente. Es así como, por ejemplo, sigue sucediendo que varios nuevos restaurantes terminan quebrando porque no obtienen la patente necesaria para expender alcoholes en un plazo prudente, lo cual no les permite funcionar de noche.
¿Por qué?
Una y otra vez el gobierno ha demostrado un exceso de creatividad con las cifras con objeto de exhibir resultados que en verdad no son tales o no son tan buenos como al Ejecutivo le gustaría que fueran. ¿Por qué?
Todo gobierno quiere dejar un legado. La pregunta, claro, es establecer cuál será. En el caso de Aylwin fue la transición, en el primer gobierno de Bachelet la protección social. ¿Y en el caso de Piñera?
En esencia, la promesa electoral de Piñera fue continuar con lo que estaban haciendo los gobiernos de la Concertación, sólo que la derecha lo haría mejor: serían más eficientes, estarían más enfocados, trabajarían 24/7 aplicando en el sector público las comprobadas habilidades gerenciales del mundo privado.
Cuando un gobierno se propone dejar un legado reformista, cumple en la medida en que se haga la reforma prometida. Cuando la promesa es “más y mejor” de lo mismo que hicieron los gobiernos anteriores -más crecimiento, más productividad, mejor focalización del gasto social, mayor reducción de la pobreza y el mejor censo de la historia-, se termina en una camisa de fuerza difícil de manejar. Porque el problema de este tipo de promesas, lo que varios analistas han llamado “falta de relato”, es que más temprano que tarde llega la hora de la verdad. Y eso debe ser una fuente de mucha ansiedad para cualquier gobernante. Y la ansiedad es mala consejera, porque cuando los resultados no acompañan, vienen las tentaciones de embarcarse en elaboradas campañas comunicacionales para convencer a la ciudadanía de que se ha cumplido, cuando en realidad no es así.
El futuro
“Ha sido una estrategia de la oposición cuestionar todas las cifras”, afirmó recientemente el Presidente Piñera. La verdad, me parece,
es bien distinta. Tal como lo han indicado una y otra vez observadores internacionales independientes, ha sido una estrategia del gobierno de Piñera actuar con falta de seriedad en la entrega de cifras, con objeto de lograr objetivos políticos de corto plazo, creyendo que una campaña comunicacional agresiva y en ocasiones inescrupulosa basta para que nadie se atreva a decir que el rey está desnudo.
Un desafío importante del gobierno entrante será fortalecer la institucionalidad que entregan las estadísticas oficiales para que, en el futuro, independiente de quien gobierne, no vuelvan a suceder tristes episodios mediáticos como los ocurridos bajo la actual administración.