Razón e intuición en la condición humana

Con ejemplos del mundo de los negocios, la ciencia, la medicina y la música, el periodista británico-canadiense Malcolm Gladwell argumentó en el bestseller Blink («Parpadeo»), publicado el 2005, que las decisiones espontáneas frecuentemente son mejores que aquellas tomadas de manera razonada.El reciente libro del sicólogo israelí-estadounidense Daniel Kahneman será un balde de agua fría para quienes sucumbieron a la prosa de Gladwell. En Thinking, fast and slow («Pensar, rápido y lento»), Kahneman explica los enormes avances de las últimas décadas comprendiendo cómo interactúan nuestros procesos mentales instantáneos y deliberados, los que habitualmente describimos como intuición y razón.Lo que emerge es una visión bastante más rica y compleja que la de Gladwell. También más convincente.Curiosidades

Considere el siguiente par de preguntas. Primera pregunta: ¿Tenía Bernardo O’Higgins 144 años cuando murió? Segunda pregunta: ¿Qué edad tenía Bernardo O’Higgins al morir? Las respuestas a la segunda pregunta serán, en promedio, mucho más altas que si preguntamos, en la primera pregunta, si el padre de la patria tenía 20 años cuando murió. Es decir, nuestras estimaciones de la edad de O’Higgins al morir dependen de otra pregunta cuya respuesta es evidente y que no contiene información relevante. ¿Por qué?

Para quienes consideren que estimar la edad a la que murió alguien importa poco, les interesará saber que un fenómeno similar se observó cuando los residentes de la altamente contaminada ciudad francesa de Marsella indicaron cuánto estarían dispuestos a pagar por mejorar sustancialmente la calidad del aire que respiran. La disposición a pagar fue mucho mayor entre quienes primero respondieron si estaban dispuestos a pagar 1.000 euros anuales, que entre quienes respondieron si estaban dispuestos a pagar un euro anual. ¿Por qué?

Un experimento realizado con un grupo de jueces alemanes es particularmente preocupante. Primero, se les pidió que leyeran la evidencia sobre una mujer que había sido sorprendida robando en una tienda. Luego, se les solicitó que lanzaran dos dados que habían sido arreglados de modo que la suma resultante fuera 3 ó 9. A continuación se les preguntó si condenarían a la mujer a una pena de cárcel mayor o menor, en meses, que la suma que obtuvieron con los dados. Finalmente, se les pidió su dictamen sobre la pena de cárcel. Quienes obtuvieron un nueve con los dados entregaron condenas significativamente más altas que quienes sumaron tres: ocho meses, versus cinco meses de cárcel, en promedio. ¿Por qué?

Dos sistemas

Kahneman describe nuestros procesos mentales como la interacción entre dos sistemas. El Sistema 1 opera automática y rápidamente, casi sin esfuerzo. Es intuitivo y en gran medida, inconsciente. El Sistema 2, en cambio, es nuestro modo de razonamiento deliberado, analítico y consciente acerca del mundo que nos rodea. El Sistema 1 detecta hostilidad en una voz, determina cuando un objeto está más distante que otro, nos orienta hacia la fuente de un sonido inesperado y completa, sin esfuerzo, la frase «guatita llena …». El Sistema 2, en cambio, compara dos automóviles que estamos considerando comprar, cuenta las ocurrencias de la letra u en esta columna y le da nuestro número celular a quien lo solicita. Con objeto de determinar cuán involucrado está el Sistema 2 en una actividad, basta con ver cuán dilatadas están las pupilas de quien la realiza.

Por ser el sistema consciente y analítico, esperaríamos que el Sistema 2 fuera el que manda. Sin embargo, no es así, porque el Sistema 1 no requiere esfuerzo para operar mientras que el Sistema 2 sí requiere esfuerzo. El Sistema 2 es esencialmente flojo, por lo cual a veces confía en las historias que le cuenta el Sistema 1 en situaciones en que, de tener conciencia, quisiéramos que tuviera un rol mas activo.

Anclajes

Todas las curiosidades mencionadas al comienzo de esta columna ilustran uno de los fenómenos mejor documentados de la psicología experimental: el «efecto anclaje». Cualquier número que se mencione como posible solución de un problema de estimación influenciará el resultado de dicho proceso, acercando la estimación que hagamos al número mencionado, de allí la imagen de un ancla. Es evidente que O’Higgins no vivió 144 ni 20 años; sin embargo, nuestra estimación para cuántos años vivió dependerá del guarismo que nos mencionan.

El Premio Nobel de Economía que obtuvo Daniel Kahneman el año 2002 premió su trabajo con Amos Tversky, quien, de no haber muerto seis años antes, habría compartido la distinción. Cada uno tenía una conjetura diferente para explicar el efecto anclaje, la de Kahneman basada en el Sistema 1, la de Tversky en el Sistema 2. El trabajo de investigadores que les siguieron terminaría demostrando que ambos tenían razón.

Tome una hoja de papel. Sin usar una regla, trace una línea de seis centímetros, partiendo del extremo inferior de la hoja. Ahora tome una segunda hoja y partiendo desde el extremo superior, trace una línea hasta llegar a seis centímetros del extremo inferior. Compare las dos líneas. Lo más probable es que su primera estimación de seis centímetros sea menor que la segunda. El motivo es que usted no sabe exactamente en qué consiste una línea de seis centímetros, existe un rango de incertidumbre en que puede estar. En la primera estimación, usted se aproxima a dicho rango desde valores inferiores, en la segunda desde valores superiores. Como el Sistema 2 es esencialmente flojo, deja de trabajar antes de tiempo.

Considere las siguientes dos preguntas. ¿En qué año murió Bernardo O’Higgins? ¿A qué temperatura hierve el agua en la cima del Aconcagua? Lo primero que le sucede cuando considera estas preguntas es que un ancla se le viene a la mente, usted sabe que dicha ancla está equivocada y además sabe en qué dirección debe moverse para mejorar su estimación. Respecto de la primera pregunta, pensamos de inmediato que O’Higgins vivió más allá de 1810 (o 1818); respecto de la segunda, que el agua hierve a menos de cien grados Celsius. En los dos casos, ajustaremos en la dirección correcta, pero menos de lo deseable.

Tal como las dos preguntas anteriores, a veces el efecto anclaje se debe a la flojera del Sistema 2, que realiza el esfuerzo mínimo necesario para llevar nuestras estimaciones al borde de la región de incertidumbre. Sin embargo, esto no explica todas las curiosidades mencionadas al comienzo de esta columna. En particular, cuesta creer que al estimar la edad a la cual murió O’Higgins ajustemos hacia abajo, partiendo de 144. Tiene que haber otra explicación en este caso y el de los jueces alemanes.La segunda explicación para el efecto anclaje se basa en cómo funciona el Sistema 1. Aunque no hayamos creído por un minuto que O’Higgins vivió 144 años, nuestro Sistema 1 evocó la imagen de una persona de mucha edad, porque este sistema comprende frases tratando de que sean verdaderas.
Se trata de un proceso parecido a la sugestión, conocido como «coherencia asociativa». Nuestros pensamientos y nuestra conducta son influidos mucho más de lo que sabemos o quisiéramos por el entorno en que tomamos la decisión.¿Qué hacer?

En esta columna he descrito sólo uno de los 40 capítulos del libro de Kahneman. Los 39 capítulos restantes son igual de interesantes. Algunos cubren otros sesgos cognitivos y su relación con los dos sistemas. Por ejemplo, asumir proyectos que no debiéramos haber asumido, porque subestimamos el tiempo que nos tomará y los costos asociados. Así, tenemos que las familias estadounidenses que decidieron remodelar sus cocinas durante el 2002 estimaron el costo en poco más de 18 mil dólares, en promedio. El costo efectivo promedio fue más del doble.

Otros capítulos discuten cómo debiéramos modificar nuestro comportamiento, y el de los gobiernos, incorporando lo que hemos aprendido. Aun cuando Kahneman es particularmente cauto en estos temas, es notable que los gobiernos de los Estados Unidos y el Reino Unido hayan convocado, recientemente, a destacados especialistas para dirigir agencias dedicadas a aplicar estas ideas al diseño de políticas públicas.La mayoría de los libros de divulgación toman una idea y le dan vueltas y vueltas, hasta el cansancio. Frecuentemente, uno queda con la impresión que lo mismo pudo haberse dicho en 30 páginas en lugar de 500. Nada de eso sucede con el libro de Kahneman. Cada capítulo es fascinante de principio a fin. El esfuerzo didáctico es notable sin que el autor eluda la complejidad de los temas que aborda. Uno termina el libro maravillado por todo lo aprendido y consciente de todo lo que queda por aprender sobre cómo se entrelazan nuestra intuición y nuestra razón.