Publicado por La Tercera, 31 de diciembre de 2011
¿Cómo lo ha hecho el gobierno en materia económica durante la primera mitad de su período? Se trata de una pregunta que se puede responder de muchas maneras. Las más obvias, basadas en muchas cifras, aportan poco. Las menos obvias, en cambio, arrojan luces sobre cuáles políticas podrían tener un impacto duradero.
Mis cifras, tus cifras
Lo más obvio para evaluar el éxito o fracaso de las políticas económicas es considerar indicadores tales como el crecimiento del producto, la creación de empleo, la reducción de la pobreza y las mejoras en la distribución del ingreso.
Sin embargo, usar indicadores económicos conlleva varios problemas. Primero, para saber si los indicadores son buenos o malos hay que compararlos con algo. Una posibilidad es contrastarlos con lo que sucedió bajo otros gobiernos, lo cual se presta para equívocos, pues frecuentemente las diferencias de un gobierno a otro tienen más que ver con diferencias en el escenario externo que con buenas o malas políticas.
Una segunda opción es comparar con cómo le fue a países similares a Chile durante el período considerado. La idea es cancelar el efecto externo, que se supone común a todos los países considerados, de modo que si nos fue mejor se debió a las políticas económicas del gobierno. No hay criterios obvios, sin embargo, para determinar cuál es el grupo de países «similares» a considerar. Tampoco es obvio cuáles son los indicadores a comparar.
Por si los problemas anteriores no bastaran, existe uno adicional que posiblemente sea el más importante. El impacto de muchas políticas no es inmediato, sino que tarda años en manifestarse. Los resultados económicos de hoy, buenos o malos, muchas veces reflejan políticas que se adoptaron hace bastante tiempo. Seguramente Hernán Somerville pensó en esto cuando, poco después de dejar el cargo de Presidente de la Asociación de Bancos en agosto de este año, afirmó que «si Bachelet se hubiera quedado un año más, la economía habría crecido lo mismo que ahora».
En resumen, evaluar períodos relativamente breves de un gobierno, como dos años, plantea problemas prácticamente insolubles, lo cual motiva buscar otras opciones.
Viva el cambio… de grupos de interés
Una aproximación alternativa parte por notar que la mayoría de las políticas clave para que Chile pase de nación emergente a desarrollada requiere lidiar con algún grupo de interés. Introducir más competencias en algunos mercados clave y mejorar la calidad de la educación, por mencionar dos ejemplos.
Lo anterior sugiere que los gobiernos se concentrarán en avanzar en áreas donde los grupos de interés opuestos no forman parte de su base de apoyo. Por ejemplo, los gobiernos de centroizquierda serán más proclives a afectar intereses empresariales, mientras que los de centroderecha tendrán menos resquemores para lidiar con intereses sindicales.
En esta óptica, era de esperar que un gobierno de centroderecha avanzara en flexibilizar el mercado laboral. Reemplazar las indemnizaciones por un seguro de desempleo más generoso es una de muchas políticas que la Concertación consideró en más de una ocasión sin poder concretarla por la oposición de sectores sindicales que le eran cercanos. Bajo el actual gobierno, sin embargo, tampoco se ha avanzado en este tema.
Se necesita de un Nixon para ir a China
A veces los gobiernos adoptan políticas sorprendentes. Fue Nixon, un presidente republicano con fama de anticomunista acérrimo, quien estableció relaciones con China comunista a comienzos de los 70.
Una explicación para este fenómeno es que existen políticas complejas que son difíciles de evaluar por los ciudadanos. La confianza en quienes lideran estas políticas pasa a jugar un rol clave en estos casos. Nadie podía acusar a Nixon de débil frente al comunismo, lo cual le facilitaba un acercamiento con China.
En más de una ocasión el discurso del gobierno actual ha buscado sorprender al electorado, con posiciones que no se asocian típicamente con la centro-derecha. El incremento del impuesto que pagan las empresas luego del terremoto constituye un ejemplo. Sin embargo, dicho incremento fue transitorio y vino acompañado de rebajas de impuestos permanentes, por lo cual la contradicción, al menos en este caso, es más aparente que real.
El programa de reformas microeconómicas que planteó el ministro Fontaine durante el 2011 incluía introducir más competencia en sectores importantes para la economía. Aun cuando no está dicha la última palabra, el entusiasmo por estas medidas por parte del gobierno cayó marcadamente apenas los grupos afectados hicieron sentir su malestar, por lo cual es improbable, aunque no imposible, que se materialice una sorpresa en este tema.
La agenda que viene
Una reforma tributaria puede ser uno de los grandes temas el año que viene. ¿Una reforma que aumenta la recaudación de manera significativa, aun si sectores empresariales se oponen? ¿Acompañada de una modernización de la gestión del Estado que contribuya a un buen uso de los recursos, aun si esto significa enfrentar a sindicatos estatales poderosos? Esa sería una gran reforma, que enfrentaría grupos de poder cercanos y distantes del actual gobierno.